"Caruco" es uno de los últimos telegrafistas de El Salvador

En el Día Nacional del Telegrafista, Mario garay, de 86 años, aún recuerda el rechinar de las teclas y el sonido de los aparatos que emitían los mensajes, cuando ejercía esa labor hace más de seis décadas.

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La telegrafía es un oficio olvidado en El Salvador, pero aún existen telegrafistas que lo siguen recordando como si hubiera sido ayer. Fotos: óscar Orellana y cortesía Mario Garay.

Por Óscar Orellana

2021-04-27 8:46:17

¿Quién es Caruco? Caruco es solamente un sobrenombre de infancia, pero con un significado único e inolvidable para Mario Alberto Garay Fuentes, de 86 años. Él es uno de los pocos telegrafistas que aún quedan en el país.

Mario es la historia viviente de los años dorados del telégrafo y la radiotelegrafía en El Salvador, cuando estos eran de los servicios de comunicación más importantes en el país.

Su paso por este oficio, al que él llama “telegrafista por amor”, comenzó cuando a penas era un crío, cuya curiosidad y deseo de saber qué aparatos hacían aquellos sonidos, lo llevaron a interesarse en este oficio.

En uno de los textos de su puño y letra, ha plasmado las palabras que su madre Paulita Fuentes le decía siempre que él visitaba al telegrafista Hilario Gutiérrez: “Cuidado con andar traveseando esos aparatos que para eso sos la hilacha”.

Sin embargo, su deseo por aprender a manipular aquel aparato lo llevó a romper las reglas y comenzar a dominar la máquina que trasmitía los mensajes.

La telegrafía fue de los medios de comunicación más importante en El Salvador en el siglo XX. Foto EDH/ Óscar Orellana.

Hilario Gutiérrez, a quien Mario Garay describe como “honesto, alegre y de gran carisma”, le dijo un día: “Caruco, ¿te gusta el telégrafo?”, a lo que rápidamente contestó “sí”. Entonces sacándose un peso de la bolsa le dijo a Mario: “Ve a la tienda y cómprate una media vara de hule y una caja de pasta de zapatos, te voy a hacer un juguetito  que no olvidarás jamás”.

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Aquel juguetito emitía un sonido especial  e inolvidable, muy similar al que hacían los aparatos del telégrafo.

Desde ese momento, Caruco  aprendió todo sobre el telégrafo y quedó grabado en su mente y su corazón la bondad de aquel amigo íntegro y bueno que le había despertado el deseo de ejercer dicho oficio.

A la edad de 10 años, tuvo que dejar atrás su tierra natal, Pasaquina,  en  el departamento de La Unión, en donde nació el 11 de noviembre de 1934.  Garay decidió perseguir su sueño en la gran ciudad de San Salvador, en donde se vino a vivir con unos familiares.

“Mi mamá dijo: ‘este muchacho tiene que estudiar’, y me mandó a la ciudad”, relató mientras recordó lo duro que fue dejar sus animales, el aire refrescantes de las montañas y su parentela.

Fue en la capital donde estudió su primaria. En la secundaria, optó por especializarse como Radio Técnico y Radio Telegrafista por supuesto.

Telegrafista desde 1954-1970

Foto EDH: Óscar Orellana

La mayoría de los jóvenes aprendían telegrafía en sus pueblos y posteriormente eran enviados a la Central de Telecomunicaciones de San Salvador, un edificio ubicado en el Centro Histórico de San Salvador, construido en 1939.

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La infraestructura que sigue siendo un referente del desarrollo de las telecomunicaciones en el país de principios del siglo XX, cobijó por muchos años las extintas oficinas de lo que fue un día la Administración  Nacional de Telecomunicaciones (ANTEL).

A ese lugar llegó Caruco cuando  tenía 24 años. Entró a laborar en 1954 como radiotelegrafista, para ser de los encargados en recibir y emitir los mensajes que llegaban de diferentes países.

“Me sentía orgulloso, porque yo cursaba mensajes para todas partes del mundo, como Europa, Estados Unidos y Centroamérica”, recordó emocionado Mario.

Además, agregó: “Llegué a la central del telégrafo siendo el más jovencito de todo el mar de telegrafistas por una razón, yo de niño aprendí el telégrafo”.

Y es que la pasión por ese oficio le corría por las venas desde que era un infante, mientras veía cómo Hilario, su amigo, manipulaba los aparatos en su pueblo.

“Desde niño me gustaron los teclados”, prosigue, a 67 años de haber experimentado, por primera vez, la magia de la telegrafía en 1954.

Al telégrafo llegaban personas de todo el país para enviar sus mensajes por telegrama o para llamar a sus parientes que residían en el extranjero.

En 1963, Mario fue ascendido a Jefe de Servicio del Departamento Radiotelegráfico de ANTEL, en el que permaneció hasta 1965.

En esos mismos años , también fue radiotelegrafista de la Tropical Radio Telegraph Company, una emisora que servía como medio de comunicación para tener conexión directa con los barcos  y estaciones costeras. Esa tecnología era de la más avanzada en el país.

¿Pero cómo surge el telégrafo y la radiotelegrafía en El Salvador?

Según datos de la Súper Intendencia General de Electricidad y Telecomunicaciones (SIGET), El Salvador estableció el servicio telegráfico el 27 de abril de 1870.

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La línea telegráfica inicial fue construida por el ingeniero norteamericano Mr. Charles H. Billins y enlazó la ciudad de San Salvador con el Puerto de la Libertad, y a partir de ese entonces las redes telegráficas se extendieron hacia los cuatro puntos cardinales del territorio cuscatleco.

Por otra parte, el 15 de septiembre de 1917 se inauguró la primera Estación Radiotelegráfica, donada a El Salvador por el presidente mexicano Venustiano Carranza.

En el Diario Oficial  N° 200 del 10 de septiembre de 1946, por Decreto Legislativo se declaró el 27 de abril de cada año Día del Telegrafista en El Salvador, cuya fecha parece que ha quedado en el olvido, así como la profesión que dejó de existir hace mucho tiempo en el país.

Según Mario, la palabra “telégrafo” es desconocida para las nuevas generaciones, porque no conocieron todo lo que conllevaba emitir y recibir un mensaje de esa forma, pero para las viejas generaciones es un mar de recuerdos que aún viven en sus mentes.

Caruco aún tiene presente el rechinar de las teclas y el sonido del aparato que empleaba señales eléctricas para la transmisión de mensajes de textos codificados , como el código Morse, que aprendió con su amigo Hilario.

“¡Oh! ¡Qué vida para que fuera eterna! o que hubiera una forma de detener el tiempo”, exclamó con nostalgia y tristeza, mientras pasan por su cabeza miles de recuerdos de una profesión que ejerció por más de 17 años, al servicio de la población salvadoreña.

No recuerda con exactitud cuántos mensajes llegaron a sus manos, ni cuántos de ellos transmitió a otro país.

Pero sí recuerda que los mensajes hablaban de felicitaciones, saludos, noticias buenas y malas, pésames, anuncios, negocios que venían e iban de un lado a otro.

En 1966, contrajo nupcias con Olga Cruz, originaria también de Pasaquina. No tuvieron hijos, pero sí adoptaron a un niño, que en la actualidad “es un gran profesional”, en palabras de Garay.

Mario Garay y su esposa, Olga de Garay. Foto EDH: Óscar Orellana.

En 1971, ejercía la profesión de telegrafista en las oficinas de ANTEL en el departamento de San Miguel, pero antes de ello, también  trabajó para “All  American Cable de San Salvador”.

En los años posteriores, poco a poco el telégrafo fue siendo desplazado por la nueva tecnología, que no solo invadía el territorio salvadoreño, sino todo el mundo, imponiendo aparatos más sofisticados.

Su oficio cada día estaba más desfasado y tuvo que dejar ir  su más grande pasión.

Años después, emigró a los Estados Unidos para comenzar una nueva vida, pero por cuestiones del destino volvió en 1986 y en 1987 se convirtió en profesor de inglés, en el Instituto Nacional “General Manuel José Arce” de San Salvador, ejerciendo la docencia por 17 años.