Un sendero hacia el humanismo político con flores renacentistas

“Las naranjas de la isla son como un fuego ardiente entre las ramas de esmeralda. Y los limones son como los rostros pálidos de amantes quienes han pasado la noche llorando”. Mabd ar-Rahman de Trapani, poeta árabe-siciliano, de la corte de Roger II, Roger de Hauteville, Rey de Sicilia. Hablando de Sicilia en el siglo XII.

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“Veduta” pintado en 1900 por Francesco Lojacono, pintor de Palermo.

Por Dra. Katherine Miller

2021-08-28 2:59:37

El concepto de un renacimiento usualmente abarca los aspectos culturales de una sociedad. Pero, ya se sabe, que la cultura no se puede separar de la política, la economía, la religión y todos los demás componentes que se combinan para impulsar lo que ahora, en retrospectivo, designamos los actos en que una sociedad renace. No se va hablar de formas de gobiernos sin contenido, sin valores. Hasta una democracia del siglo XXI puede ser un molde hueco si los líderes no actúan conforme a los valores humanísticos en la política. El argumento será que son los valores, y no solamente las estructuras, de un gobierno que importan.

En las raíces de la formación de estados y naciones en la historia de Europa Occidental encontramos una serie de renacimientos donde los valores de un humanismo político se vislumbran en las figuras de monarquías. En el sendero de buscar los valores de un humanismo político descartamos, por un momento, todas las formas externas de gobiernos y consideramos solo valores expresados en las actuaciones de figuras de liderazgo a través de los siglos en que había renacimiento, en la era Carolingia (siglo IX) hasta las escuelas catedralicias, universidades del siglo XII.

Los valores que se pueden descubrir en este largo sendero se transformarían en unas flores que podemos recoger para el siglo XXI. ¿En qué consisten estos procesos que producen un impulso que hace que una sociedad renazca? ¿Cuáles son los valores que son los motores, causas y efectos de un renacimiento?

Lo que es presentado aquí son solamente unas cucharadas y brújulas para la consideración ligera de posibles valores —o flores— que posiblemente servirían para nuestra era. Y es presentado para que los lectores puedan, si así desean, escoger algunos elementos y factores para evaluar su propia sociedad. ¿Es posible que haya un renacimiento en proceso en su país hoy mismo, según los criterios que se presentarán para discusión? ¿O será que su país está en un proceso de retroceso?

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Todo renacimiento está basado, fundamentalmente, en algún concepto del humanismo, del cual hay una infinidad de definiciones: humanismo clásico, humanismo cívico, humanismo cristiano, un humanismo político, y así en adelante. Gobernar es un acto humanístico. El humanismo es una filosofía y una práctica cultural y política que ubica al ser humano en su centro como objetivo de la vida política. La democracia como forma de gobierno tan anhelada y apreciada en el siglo XXI, no era una posibilidad en los tiempos todavía medievales del siglo XII cuando toda la tierra era el reino del Dios cristiano, y el paraíso de los cielos cristianos era, sin ninguna duda, una monarquía de la que se desprenden jerarquías de órdenes de ángeles, esferas donde residen santos que continúan en cadena hasta las piedras y aguas. (Véanse Pico della Mirándola (1463-1494), en su Oración Sobre la Dignidad Humana).

Coronación de Roger II de Sicilia, 1095-1154. Mozaico bizantino en La Martorana, o Concattedrale Santa Maria dell’Ammiraglio. Foto: AFP

Pero el respeto y dignidad de cada esfera de seres humanos aquí en la tierra, aunque son súbditos de monarquías, conforman regiones de seres, objetivos de las ministraciones de un gobierno monárquico, ya sea celestial o terrenal. Estos seres que son, tarde o temprano, quienes evalúan su dignidad y su bienestar —o falta de bienestar— y actúan eventualmente como fuerzas que el monarca tiene que respetar. Porque si no, sufriera las consecuencias de insurrecciones y otros tumultos. El magnífico Juan de Salisbury declara, en su obra maestra Policráticus del siglo XII (1154-1159), que si un monarca comete males y daños en gran escala, el pueblo recurre al regicidio. Esta es, seguramente, la expresión de un humanismo político en que la población eventualmente determinará su propio destino y reclamará su propia dignidad aun ante una monarquía.

Al examinar el renacimiento del siglo XII, propongo que, al considerar los hombres y mujeres ejemplares bajo contemplación en este ensayo, veamos que exhiben cualidades y valores humanistas, y no despóticas: cualidades políticas marcadas por un humanismo más grande que cualquier humanismo del siglo XXI. Es el ser humano que eventualmente decide, y no las ganancias financieras ni las fuerzas militares de orden.

El caso es que hoy tiene que ser la ciudadanía de un estado la que escoge la clase y categoría de humanismo a aplicar al estado de los seres humanos (las poblaciones). Tendrán que decidir cual humanismo es el que desean en su gobierno y en sus líderes políticos. Otra vez, son los valores y no las formas de gobierno los que están bajo consideración. Aquí solamente son presentados ejemplares, unas flores al lado de un sendero que nace en el siglo XII: los seres humanos deciden, ya que ellos son el objetivo de los proyectos culturales y políticos que hacen posible la convivencia en común hoy como en el siglo XII.

Es que se están planteando los valores de un humanismo como influencia determinante en un gobierno. Así que las flores desplegadas y recogidas en estas páginas son cualidades y no formas y estructuras gubernamentales. Los valores y cualidades son mucho más duraderos que las formas y construcciones abstractas. Formas y modelos cambian; cualidades influyen y crean la belleza de un humanismo que, como principio, beneficia a los seres humanos en cualquier forma o modelo gubernamental.

Desde el período después de la Segunda Guerra Mundial, la historia de casi el mundo entero ha sido reducido a la consideración única del mundo anglo-americano como modelos Protestantes a seguir. Los países de esta alianza han financiado una historiografía de su propio éxito en la cultura occidental. Vamos a dejar esta arrogancia a un lado y agregar el mundo mediterráneo, el Imperio Bizantino (Constantinopla en la cúspide entre Asia Central, Medio Oriente y Europa Central) y también la importante contribución no solamente de Inglaterra y Francia, si no de Sicilia y el lado oriente de la cuenca del Mediterráneo.

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Incluimos a Sicilia por su cercanía, exactamente en medio del mar Mediterráneo, a África y el mundo árabe, pero siempre parte de Europa. Sicilia, históricamente, tiene relaciones con Europa, África y el mundo árabe desde que sabemos de Tucídides en el siglo V a.C., cuando describe la arrogancia de Atenas en la infame Expedición a Sicilia en su historia de la guerra entre Atenas y Esparta, y con el Imperio Romano durante las Guerras Púnicas del s. II a. C.

Según la historiografía angloamericana, está la “conquista” Normanda de Inglaterra por los normandos bajo el mando de Guillermo el Bastado. Son “northmen”, es decir, “hombres del norte” (nor-man) normandos, quienes eran, en efecto, vikingos de Escandinavia que asaltaron a Inglaterra y la conquistaron en el famoso año de 1066. Pero había una “conquista” Normanda de Sicilia en el sur en el siglo XII que casi no lo mencionan los textos pedagógicos de los colegios. Era, y es, igual de importante que la conquista normanda de Inglaterra. No estaba solamente el normando Guillermo el Conquistador, también Roger de Hauteville (de una rama de la misma familia de Guillermo), quienes buscaron su suerte en el sur y conquistaron Sicilia. Diez años después de la Batalla de Hastings, Roger de Hauteville asumió como Conde de Sicilia (1071-1101) y el segundo Roger de Hauteville llegó a ser el rey Roger II de Sicilia unos 60 años después, en 1130.

Roger de Houteville, el rey normando de Sicilia (1095-1154) “era, sin duda, una de las figuras más importantes, pero también más controversiales del siglo XII”, declara Hubert Houben su libro Roger II of Sicily: Ruler between East and West (Cambridge, 2002). Roger, de la rama de hijos jóvenes de la familia de Guillermo el Conquistador, fue al sur para buscar su destino, ya que no había más lugar para los hijos menores de la familia en el norte. El reino creado por Roger de Hauteville en la primera mitad del siglo XII fue una monarquía con ideales altamente desarrollados en el que casi todas las nacionalidades del mundo Mediterráneo vivieron juntas bajo una monarquía que elaboró un sistema para distribuir los bienes entre la población; desarrolló una tesorería bien abastecida y ordenada, reinó para preservar la herencia cultural mezclada, reflejada por la multitud de culturas, razas y religiones en una sola corte para gobernar un pluralismo benéfico. Eso fue en el siglo XII. Después de una conquista militar y diplomática con alianzas de políticos con matrimonios negociados, Roger estableció una dinastía en Sicilia en que, entre musulmanes, árabes, griegos, catalanes, africanos, españoles y judíos hicieron de esta isla la guayaba multicultural en medio del mar Mediterráneo. Después de Roger, encontramos a su hijastra, Margarita de Navarra; ella pasó a ser la reina regente del reinado de Sicilia entre 1166-1171. Roger y Margaret, ambos, animaron y actuaron como patrocinadores de poesía y prosa épica en latín, español, hebreo y griego. Ellos construyeron, en Palermo, unas magníficas bibliotecas para almacenar y conservar esta producción literaria y otros edificios en los estilos arquitectónicos de todas las nacionalidades de Sicilia.

La creación de una monarquía de estas características es claramente un triunfo del humanismo en la política. En el norte, los normandos en Inglaterra construyeron solamente baluartes militares en forma de numerosos castillos fortificados por toda la tierra y recopilaron el Domesday Book —un inventario comisionado por Guillermo— para saber lo que él había conquistado como nuevo rey. Se invita a los lectores a reflexionar sobre la diferencia entre las culturas de los normandos en Sicilia y de los normandos en Inglaterra.

Mapa de ubicación de Sicilia dentro del mar Mediterráneo.

Para no omitir los renacimientos del siglo XII del norte de Europa Occidental, recordamos las actuaciones de figuras intelectuales y de poder públicas como Santo Tomás Becket, arzobispo de Canterbury (1162-1170) y Juan de Salisbury, su secretario. Tomás Becket (1118-1170), mártir por la defensa de la iglesia contra la irracionalidad de un monarca laico (Enrique II de Inglaterra y el imperio angevino) que el pueblo tomó como defensa de los seres humanos que conformaban la iglesia. Por los siglos de los siglos, el santo mártir ha sido buscado por la gente pobre de Inglaterra y el ejemplo sobresaliente es la proclamación de su adoración por la gente pobre y rica presentadas en el Prólogo General de Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer en el siglo XIV; todavía buscando que su querido mártir los protegiera durante el invierno cruel y la cercanía constante de la muerte y enfermedad. Van de peregrinaje a Canterbury para rendir homenaje “al holy blisful mártir for to seke/that hem hath holpen when that they were seke” (el santo beato mártir, Santo Tomás Becket, enterrado en la catedral de Canterbury), que les había ayudado cuando estaban enfermos. Así nos explica Chaucer en las palabras del peregrino participante del mismo nombre en el poema tan grande de la Edad Media, tan grande como La Divina Commedia de Dante Alighieri. El humanismo político se ve en las acciones del pueblo, el cual escogió su lado, con la iglesia y su santo contra el mal de un rey en un gobierno civil (laico).

Juan de Salisbury (1110-1180), entonces, era un pensador eclesial que escribió una defensa de las artes liberales como centro de la política, además de un tratado sobre la manera en que los pueblos deberían ser gobernados por un monarca. Declara que, si el rey o monarca comete graves males que dañan el pueblo irreparablemente, ellos tienen derecho y recurso a regicidio para rectificar la situación (Policraticus). Este sí es un humanismo en su forma más concentrada y elocuente: el pueblo es el centro, el objetivo de la práctica de la política.

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Alío, Jacqueline. Margaret, Queen of Sicily. (New York, 2016) (489 páginas).

 

Brownworth, Lars. The Normans. From Raiders to Kings (London, 2014).

 

Houben, Hubert. Roger II of Sicily. A Ruler between East and West

(Cambridge, 2002).

 

Matthew, Donald. The Norman Kingdom of Sicily (Cambridge, 1992).

 

Norwitch, John Julius. The Normans in the South (1016-1130) (London, 1967).

 

Perotín and the Ars Antiqua. The Hilliard Ensemble. MP3 CD de música (2000).

Algunos historiadores y sociólogos han planteado un criterio en que una sociedad y su progreso cultural y político pueden ser evaluados al medir la posición de la mujer como un índice importante. Consideramos a Eleanor de Aquitaine, reina del Imperio Angevino (Inglaterra y la mitad de Francia antes de la Carta Magna en 1215), una figura poderosa en la cultura y en la política, ya que consideramos que no son separables. Eleanor de Aquitaine (1122-1204) se casó con el joven rey Enrique II de Inglaterra, aportando la mitad de Francia -el Aquitaine- como dote. Su patrocinio de la poesía y los poetas es memorializado en la efigie de su sarcófago fúnebre en piedra, donde la presenta leyendo un libro. Además, encabezó una rebelión en 1173, junto con sus hijos, contra su esposo despótico, el rey Enrique II, unos tres años después de que Enrique ordenó el asesinato salvaje del mártir Tomás Becket, arzobispo de Canterbury.

La gestión cultural y política de Eleanor continuó en las cortes de amor (en la tradición del amor cortés) de su hija, Marie de Champagne, quien, con ironía deliciosa y productiva, patrocinó la composición del tratado, Del Arte honeste amandi de su capellán, Andreas Capellanus, quien lo conformó en un instrumento y manual para la humanización de la caballería brutal y violenta del siglo XII. Eleanor y Marie utilizaron la literatura como arma y blasón para la humanización de toda Europa.

Además de la política, la cultura puede ser medida por la vara de medir en el desarrollo de la música occidental. Así, incluimos a Magister Perotín de la Escuela Catedralicia de Notre Dame de París. El siglo XII presenta a la historia, la música, tan central en la liturgia eclesial de Magister Perotín (ca. 1160 - ca.1220), de la Escuela Catedralicia de la Catedral de Notre Dame de París. Magister Perotín promovió la polifonía en el canto llano (canto gregoriano) al agregar la voz cantante sola, varias voces en forma de una contrapunta primordial. En la polifonía, ya no es una sola voz cantando, sino que, metafóricamente, toda la población junta en una voz única. Las obras de Perotín son presentadas todavía. Tomamos el famoso ejemplo de su obra, Viderunt omnes. Rezan las palabras de Viderunt omnes así: “Hasta todos los fines de las tierras han visto la salvación de Dios”. Ya sabemos que el reino de los cielos no es una democracia, sino que está basado en la monarquía medieval. No obstante, Perotín presenta, en su música polifónica, una visión internacional que unifica. En efecto, Perotín presenta al Dios cristiano como monarca de la humanidad en unísono con la población, representada por las cuatro nuevas voces de la polifonía. Aunque no hay estados democráticos en el siglo XII, las muchas voces triunfan juntas en un humanismo político implícito.

En el oriente de Europa, Ana Comnena (1083-1153), Princesa de Bizancio en Constantinopla, escribió la primera biografía y elogia medieval en griego. En esta, la primera biografía de la Edad Media, Ana presenta a su padre, Alexos I Komnenos, en La Alexiada, donde describe en detalle íntimo las intrigas y conspiraciones de poder aguantadas por su padre, el emperador del imperio Bizantino en el mismo siglo XII. Podemos acreditarla con un humanismo que explica las maneras que utilizó para tomar el poder como emperador y cómo lo mantenía. Es un producto literario y humanístico, una de las primeras obras del arte biográfico en griego para Europa que explica la existencia del imperio Bizantino. Y fue escrita por una mujer joven de la corte bizantina.

Sobre los procesos de la construcción de un estado, utilizando en un principio los valores del humanismo político, consideramos los estudios, escritos y comentarios arduos del derecho; arte humanístico que facilita la concentración de un gobierno en el ser humano como objeto de sus buenos oficios. Lo que es importantísimo en este proceso son las leyes, leyes acumuladas y comentadas por figuras como Huguccio (m. 1190), Acursius (1182-1263), Azo de Bologna (1156-1263), del glosador en derecho civil e Irnerius (1050-1125), para mencionar unos pocos de las universidades de Bologna y Padua. El redescubrimiento, siglos después de su pérdida, del texto entero de la recopilación de derecho romano (hecho en el siglo VI, por el emperador Bizantino, Justiniano), el Corpus iuris civilis, es el manantial de derecho civil y canónico que floreció con estos comentaristas y que desembocó en los principios de un estado de derecho (the rule of law). En la ausencia de un estado, existe este cuerpo de leyes, repetidamente comentadas por siglos, con las que se gobiernan los pueblos de la tierra.

En la caminata sobre este sendero, se espera que los lectores hayan recogido algunas flores para la mesa donde se va a cenar esta noche, para que las puedan considerar junto con la familia.

FIN