La historia se repite: El Salvador de 1850 padeció plaga de langosta y pandemia

No es la primera vez que El Salvador vive una situación que afecta la agricultura. El historiador Carlos Cañas Dinarte hace un repaso cronológico de las veces que sucedió en el territorio y ofrece una serie de datos curiosos sobre estos animales.

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Foto Por EDH-Shutterstock

Por Diana Orantes

2020-07-15 8:30:41

Las plagas de langostas han existido en la historia de El Salvador desde siempre, y la que está invadiendo en la actualidad —langosta devoradora de Centroamérica o Schistocerca piceifrons piciefrons Walker— no representa ninguna invasión diferente a la de décadas anteriores, de acuerdo con historiadores.

Diversas especies de estos insectos se desplazan por todo el continente y en el mundo entero comiéndose las plantaciones. Aparecen por temporadas, especialmente cuando los fenómenos naturales, como las sequías o El Niño y La Niña, se acrecientan.

A la devoradora también se le conoce como chacuatetes o chapulines y, como sostiene el historiador Carlos Cañas Dinarte, han asediado los cultivos salvadoreños desde años antiquísimos.

“Un país agrícola como fue la Provincia de San Salvador en el Reino de Guatemala en la época colonial o, como se reconoció prácticamente unos años después de la guerra, como la República de El Salvador, depende mucho de situaciones estacionales como las lluvias, pero también de fenómenos que hemos conocido desde hace muy poco como El Niño o La Niña y eso ha derivado en situaciones de sequía y otros impactos medioambientales. Las langostas han proliferado en esas situaciones cuando hemos tenido esos fenómenos”, señaló Cañas Dinarte vía telefónica.

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Según sus investigaciones de plagas de langostas en El Salvador, en 1799 hubo una invasión que duró seis años y que despareció en 1805.

Para 1811 hubo otra gran plaga en la zona de Metapán que ocasionó que se disparara el precio de los alimentos. “Había pocos cultivos porque estos animales se los comieron, entonces los habitantes (indígenas, esclavos negros, españoles y criollos) pagaron más dinero por los alimentos. Eso provocó uno de los principales focos de movimientos insurreccionales que hubo en la zona minera de Metapán”, apuntó el historiador.

Otras manifestaciones de chapulín sucedieron en 1832 y 1833. En junio de 1852 apareció nuevamente en la zona sur de San Salvador en las riberas del río Acelhuate donde había cultivos. “Era obligatorio que las personas mayores de cinco años de edad se presentaran a los campos para hacer toda clase de ruidos y espantar a estos animales, tirarles piedras, golpearlos con palos y ahuyentarlos a veces con escopetas o fusiles. El problema es que solo se movilizaban a otros territorios, no los exterminaban”, agregó Cañas Dinarte. Pero cuando las manchas de chapulín eran demasiado grandes la gente salía con antorchas para tratar de quemarlos.

“La última vez que tuvimos una invasión significativa fue entre el 9 y 15 de mayo de 1947 en La Unión, y temían que se pudiera expandir. Para 1948 sucedió que la plaga ya estaba en todo el territorio. Mucha gente que aún vive se acordará de eso”, aseguró el cronista.

En mayo de 1947 se registró la última invasión fuerte de chapulines en el país. El gobierno empleó al ejército para controlarla. Foto EDH / Archivo

El libro “Plagas de langosta” de Antonio Buj Buj recoge un método tradicional para combatir esta plaga, el que consistía en utilizar lienzos de varios metros de largo por uno y medio de alto para hacer una pared que atrapase a los insectos. Cuando el lienzo estaba bien poblado se recogía de punta a punta, se ataba dentro de costales o sacos y se destruían o se enterraban.

Antiguamente las personas atrapaban los chapulines con lienzos y luego los enterraban. Foto EDH / Libro “Plagas de langosta”.

“El chapulín siempre ha estado presente en el país, pero no se desarrolla en forma de manchas o nubes que se comen todo, hay pocos ejemplares y no se van completamente, algunos se quedan en el territorio. El problema es que su reproducción se detona más cuando hay fenómenos como la sequía o el Niño y la Niña”, subrayó Cañas Dinarte y bromeó con el hecho de que el país vive una situación similar a la de 1854.

“El Salvador de hoy se parece mucho a El Salvador de 1854 a 1858, porque estaba bajo la pandemia del cólera, había guerra, un terremoto destruyó a El Salvador y obligó a la fundación de la Nueva San Salvador en la finca Santa Tecla, el traslado de la capital a Cojutepeque entre otras situaciones y, por supuesto hubo una plaga de chapulín en aquel entonces. Fue un fenómeno impactante que obligó a disparar la deuda interna y externa del país en aquellos años”, relató.

El experto insiste en que no es nada extraordinario que ocurra un fenómeno de esta naturaleza, sobre todo porque hoy en día está asociado a situaciones en las cuales el ser humano pierde el control del territorio. “Al dejar de ir a los cultivos es cuando proliferan estos chacuatetes”, finalizó.

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DATOS EXTRAORDINARIOS

*El castillo de Chapultepec, donde se firmaron los Acuerdos de Paz el 16 de enero de 1992, está ubicado en el cerro del Chapulín. De hecho, el topónimo de Chapultepec, según el Ministerio de Cultura de México, procede del náhuatl “chapul” (saltamontes) y “tepe” (cerro o montaña). La “c” al final es un sufijo que denota nombre de lugar: en el cerro del Chapulín.

*En el siglo XVI los maya quichés denominaban yaquis a las langostas, afirmaban que era así porque “devastaban todo a su paso” por características parecidas denominaron a los pipiles.

*En los años de la conquista, los misioneros y viajeros descubrieron que en el Nuevo Mundo ya se hacían esfuerzos por eliminar estas plagas. Con los años se aplicaron leyes peninsulares que mandaban a los gobernadores a tomar cartas en el asunto. Una de las medidas era “hacer cavar o arar la tierra o echarle ganado de cerda (harina para dar de comer) que destruya la semilla antes de que se aumenten los daños”.

*En la película “Día de independencia”  (con Will Smith y Jeff Goldblum), los extraterrestres simulan langostas porque van destruyendo y conquistando los planetas a medida que avanzan. La Tierra se convierte en uno más para comer todos sus recursos.