La historia se repite: El Salvador de 1850 padeció plaga de langosta y pandemia
No es la primera vez que El Salvador vive una situación que afecta la agricultura. El historiador Carlos Cañas Dinarte hace un repaso cronológico de las veces que sucedió en el territorio y ofrece una serie de datos curiosos sobre estos animales.
Las plagas de langostas han existido en la historia de El Salvador desde siempre, y la que está invadiendo en la actualidad —langosta devoradora de Centroamérica o Schistocerca piceifrons piciefrons Walker— no representa ninguna invasión diferente a la de décadas anteriores, de acuerdo con historiadores.
Diversas especies de estos insectos se desplazan por todo el continente y en el mundo entero comiéndose las plantaciones. Aparecen por temporadas, especialmente cuando los fenómenos naturales, como las sequías o El Niño y La Niña, se acrecientan.
A la devoradora también se le conoce como chacuatetes o chapulines y, como sostiene el historiador Carlos Cañas Dinarte, han asediado los cultivos salvadoreños desde años antiquísimos.
“Un país agrícola como fue la Provincia de San Salvador en el Reino de Guatemala en la época colonial o, como se reconoció prácticamente unos años después de la guerra, como la República de El Salvador, depende mucho de situaciones estacionales como las lluvias, pero también de fenómenos que hemos conocido desde hace muy poco como El Niño o La Niña y eso ha derivado en situaciones de sequía y otros impactos medioambientales. Las langostas han proliferado en esas situaciones cuando hemos tenido esos fenómenos”, señaló Cañas Dinarte vía telefónica.
Según sus investigaciones de plagas de langostas en El Salvador, en 1799 hubo una invasión que duró seis años y que despareció en 1805.
Para 1811 hubo otra gran plaga en la zona de Metapán que ocasionó que se disparara el precio de los alimentos. “Había pocos cultivos porque estos animales se los comieron, entonces los habitantes (indígenas, esclavos negros, españoles y criollos) pagaron más dinero por los alimentos. Eso provocó uno de los principales focos de movimientos insurreccionales que hubo en la zona minera de Metapán”, apuntó el historiador.
Otras manifestaciones de chapulín sucedieron en 1832 y 1833. En junio de 1852 apareció nuevamente en la zona sur de San Salvador en las riberas del río Acelhuate donde había cultivos. “Era obligatorio que las personas mayores de cinco años de edad se presentaran a los campos para hacer toda clase de ruidos y espantar a estos animales, tirarles piedras, golpearlos con palos y ahuyentarlos a veces con escopetas o fusiles. El problema es que solo se movilizaban a otros territorios, no los exterminaban”, agregó Cañas Dinarte. Pero cuando las manchas de chapulín eran demasiado grandes la gente salía con antorchas para tratar de quemarlos.
“La última vez que tuvimos una invasión significativa fue entre el 9 y 15 de mayo de 1947 en La Unión, y temían que se pudiera expandir. Para 1948 sucedió que la plaga ya estaba en todo el territorio. Mucha gente que aún vive se acordará de eso”, aseguró el cronista.