“Había una pestilencia por la cual toda la raza humana se acercó a ser aniquilada.... Comenzó entre los egipcios y después viajó a Palestina y desde allí hacia el mundo entero. En el segundo año llegó a Bizancio, a mediados de la primavera". Procopio de Cesarea. Sobre las guerras. Bizancio, Siglo VI.
Lo que antes era absolutamente imposible se ha vuelto absolutamente necesario. La pandemia del coronavirus (COVID-19), en la primavera de este año, ha demostrado un poder devastador a nivel mundial en su capacidad de causar la muerte de individuos, desestabilizar las economías y las sociedades, además de la posibilidad de deformar el comportamiento ético y moral. Una vez más vemos que la enfermedad mortal en dimensiones de pandemia es una parte de la condición humana. Y una vez más se ve que los gobiernos no están preparados, aún cuando ya saben que la repetición de las pandemias es inevitable. Partiendo de las dimensiones de la situación actual al nivel mundial, pasamos a un recuento de ejemplos de pandemias en el occidente.
El epicentro de la pandemia del coronavirus se ha movido, en primer lugar, desde la China a Europa y ahora a EE.UU. En ningún país hay suficiente equipo médico, todavía no hay vacuna y no habrá hasta aproximadamente un año. En el Reino Unido los científicos han montado lo que es el Modelo Controlado de la Infección Humana, en el que están pagando 3,000 libras esterlinas a cada participante dispuesto a ser prueba humana para explorar el desarrollo de una vacuna para este virus.
La publicación del código genético para este virus está ayudando enormemente para dibujar un mapa de la situación, mientras que, en ningún país, con la posible excepción del Corea del Sur y Taiwán, han tenido el equipo y las pruebas suficientes para administrarlos a la población entera. Queda opaca la situación real de la contaminación de las poblaciones en Europa, EE.UU., Asia, África, América Central y América del Sur. En estas regiones las poblaciones están en un encierro, confinamiento legalmente obligatorio y cuarentena junto con un cierre legal de las fronteras internacionales.
La semana pasada, un médico de la ciudad de Milano, en el norte de Italia, donde el nivel de la muerte es lo más serio de Europa, declaró a BBC de Londres que de no acatar las medidas de distanciamiento social es de pedir “un suicidio colectivo”. Camiones del ejército en Italia y España cargados con cadáveres a causa del coronavirus aparecen en las noticias jalándolos desde las calles principales de las ciudades afectadas, que está desiertas, mientras que los medios noticiosos lamentan el comportamiento egoísta de los que van a las plazas, playas y restaurantes en agrupaciones de personas. Los gobiernos amenazan con medidas más estrictas que involucran los ejércitos y la policía. Los abogados constitucionalistas están examinando la legalidad de detenciones por los ejércitos y las multas por no seguir las medidas. Pero en Japón y Washington D.C. la gente sigue saliendo para pasear y gozar de las flores de los cerezos de esta primavera.
Estados Unidos insiste en cerrar sus fronteras con Canadá y México. En China, últimamente, se ha experimentado un deceso en las cifras de mortalidad, pero en Hong Kong y Shanghai, preparándose para un segundo brote de la enfermedad, han cerrado sus fronteras nuevamente. En el Medio Oriente, Siria, Irán y la India se encuentran en la misma situación, rogando ayuda en equipo médico porque, como en todo el mundo, lo que tienen es insuficiente.
Los negocios y corporaciones a nivel mundial han dejado de funcionar plenamente, despidiendo a sus fuerzas laborales. Los que trabajan por salarios están desempleados. Las bolsas de valores en Asia, EE.UU. y Europa están en una caída vertiginosa y actuando con mucha volatilidad.
Para buscar una perspectiva histórica, consideramos a Tucídides en el siglo V B.C.E. en lo que llegara a ser Grecia, quien sufrió en carne propia lo que, por su descripción de sus propios síntomas ahora se piensa que era la tifoidea, una enfermedad que se contagió por la infección de piojos. Tucídides pudo escribir sobre los síntomas porque sobrevivió la experiencia, pero el estadista principal de la antigüedad occidental, Pericles, sucumbió.
Los arqueólogos han examinado los huesos de poblaciones del Levante de hace unos 9,000 B.C.E., encontrando evidencias de la plaga bubónica, tuberculosis y la polio melitus. Pero la primera documentación escrita de los síntomas de una pandemia en la antigüedad describe un brote de lo que creen era la plaga bubónica (yersenia pestis) traída por las pulgas de las ratas. Comenzó en el año 541 B.C.E. en el puerto de Pelusium en Egipto al lado oriental de la delta del río Nilo. Desde allí, esta primera pandemia pasó a la ciudad de Alejandría y después pasó a la ciudad portuaria de Gaza en el Levante, y entonces a Constantinopla, a toda Anatolia, Siria, Grecia, Italia, Galia y a la Magreb en la costa norte den África. Su movimiento incluía las rutas comerciales terrestres y fluviales hasta Persia (Irán) en el oriente y hasta las Islas Británicas en el norte. Esta pandemia era la plaga de la que escribió Procopio de Cesarea desde la corte del emperador Justiniano. Recurrió entre cada seis y 20 años, y duró 200 años.