Oro, incienso, mirra y la Epifanía del azúcar

Epifanía. La manifestación de la encarnación de Cristo, en su nacimiento, a los Gentiles representada por la visita de los tres reyes magos. (Evangelio según Mateo 2:1-12). Epifanía. La revelación o percepción repentina de algo en la realidad. Del griego epiphaneia, la aparición de “algo por encima”. (Oxford English Dictionary).

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Adoración de los Magos, cuadro de Sandro Botticelli.

Por Katherine Miller. Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA

2020-12-26 7:25:35

El día en que se celebra la adoración de los reyes magos es el festival más antiguo de la Cristiandad: data del siglo II. Es la celebración de la Epifanía, o, mejor dicho, la teofanía: la aparición de Dios encarnado en la figura humana de Jesús en su nacimiento en Belén, donde los tres reyes del oriente llegan y ofrecen regalos al niño.

El festival litúrgico en que se conmemora la adoración de los reyes magos, el sexto día de cada enero, es la ocasión de la celebración de costumbres, interpretaciones y tradiciones acumuladas desde los tiempos antiguos, medievales, renacentistas y modernos. Regalos como el incienso y el oro representan, simbólicamente, el intercambio de riqueza de las cortes reales de la cuenca del Mediterráneo entre el Oriente y el Occidente aquí en la tierra durante siglos. Las figuras de los reyes magos son una metáfora para el homenaje y por la adoración de los pueblos del Oriente a la encarnación humana de un nuevo rey nacido en Occidente: un Cristo, o, Mesías, además de un poder terrenal que cobraba forma humana en Belén. El renacimiento europeo agregó a este festival del calendario litúrgico cristiano, la apoteosis del poder comercial en las celebraciones estéticas de asuntos litúrgicos intercalados con la celebración de las ganancias provenientes de la dulzura: el azúcar.

El combate entre don Carnal y doña Cuaresma, Pieter Brueghel El Viejo, 1559. Kunsthistorisches Museum, Viena, Austria.

La revolución del azúcar en Europa es un fenómeno del Renacimiento. El azúcar había aparecido primeramente en Asia. Desde Asia, las habilidades del cultivo, producción y exportación pasaron al Mediterráneo. Desde allí, se implantó en Madeira y Canarias —las Islas Atlánticas– durante el siglo XV, hasta que, finalmente, comenzó a florecer a gran escala en las Américas del s. XVI. En el Nuevo Mundo la riqueza del “oro blanco” floreció enormemente con el uso del trabajo de los esclavos africanos. Aquí una descripción de un ingenio de azúcar de Bahía en Brasil en 1630, reportado durante una visita del sacerdote jesuita, P. António Vieira, S.J., misionero, diplomático y miembro del Concilio Real del Rey Joao V de Portugal, y publicado en su obra Historia do Futuro (Lisboa, 1718): “Se observa personas color de la mera noche, trabajando rápidamente, y gimiendo a la vez, sin ni un momento de paz o descanso. Quien observa toda la maquinaria y aparato de esta Babilonia, aun si ya había visto el volcán de Vesubio o Etna, diría que esta es, de verdad, una imagen del Infierno”.

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En Europa, el día 4 de junio de 1564, en el puerto de la ciudad de Amberes en los Países Bajos, provincia de España y Portugal, se reportó la llegada de once barcos llenos de azúcar provenientes de Brasil, colonia portuguesa. En Amberes encontraron posibilidades de un mercado más grande y creciente del que habían encontrado en la antigua ruta desde Asia a la puerta de Constantinopla, pasando por la Venecia colosal y serenissima de la Ruta de la Seda que posibilitaba la venta de azúcar en Europa desde Asia. Ahora en Europa creció el mercado, manufactura y venta de confitería para el consumo y la elaboración artística de exhibiciones, grotescas y fantásticas, en celebraciones reales. Estas creaciones estéticas gozaban de la ventaja de que eran comestibles. Así la Epifanía del azúcar en el mundo occidental del Renacimiento. Casi inevitablemente comienza la encrucijada de azúcar con los festivales litúrgicos. En España y Portugal, comenzando en el siglo XV, por ejemplo, ocurre fenómenos como la transfiguración del pan simple horneado en pan de los santos solamente si ha sido confeccionado con azúcar.

El azúcar no solamente creó grandes ganancias en riquezas individuales y de grupos de gremios. Entró el azúcar al mundo de la pintura fabulosa de los Países Bajos Españoles representado estéticamente en entrecruzadas entre el arte, el comercio y la liturgia. Para considerar solo un ejemplo, lo veamos representado en las grabaduras del Pieter Breughel the Elder, trabajando en la provincia española de los Países Bajos. En ello hay un mise en scene con el nombre de “La Lucha entre Carnaval y Cuaresma” Breughel presenta la figura que representa Cuaresma vestida con un enjambre de abejas vivas, mientras que la figura de Carnaval es vestida en tartaletas de azúcar.

En Francia también celebraban Le Jour des Rois (el Día de los Reyes) con panes de azúcar y se dijo que si se agrega azúcar a la harina más pobre , de la peor calidad, se vuelve pain sacré (pan sagrado). A tal altura que en el s. XVI, el sacerdote francés, Francois Rabelais, en su novela Gargantua y Pantagruel (1564), presentaba a sus lectores emblemas literarios del auge de la lluvia comercial de ganancias por medio del azúcar en su dibujo imaginario sobre la supremacía de la felicidad en extremo en el capítulo dedicado a los mercaderes en dulces y confiterías azucaradas que Rabelais ubica en la tierra mítica de la plenitud (i.e. las provincias españolas de los Países Bajos adonde llegaba el azúcar del Nuevo Mundo por el puerto de Amberes). Allí , según Rabelais, hasta la nieve y el granizo están hechos de azúcar pulverizada y los techos de las casas están cubiertas con almendras azucaradas y tartaletas de azúcar.

El horneado de panqueques, Pieter Aersten, 1590, Museum Boijmans Van Beuningen, Róterdam, Holanda.

La riqueza y abundancia llovió sobre Europa desde el puerto de Amberes y abarcó su altura en el siglo XVI. Las rutas y redes del comercio de azúcar radiaban desde Amberes a Rouen y Montpellier en Francia, a Venecia, Genoa y Florencia en Italia. Llegaban hasta Inglaterra. En Valencia y Madeira en España donde se dijo que la gente hizo las mejores y más deliciosas conservas, además de montañas esculpidas y comestibles para celebraciones en forma de hombres, mujeres, leones, pájaros y pescaditos: “bellos para verlos y más bellos para saborearlos”. Hasta había delicias como papos de anjo (la manzana angélica de Adán) y barringuinhas de freira (panzas jóvenes y pequeñas de monjas).

El centro comercial y estético era, por supuesto, Amberes en los Países Bajos de España bajo el rey Felipe II. Allí, para un ejemplo, el día 18 de noviembre 1565, con ocasión de las festividades del matrimonio de Alejandro Farnese (un Medici) con la Princesa María de Portugal quien viajaba desde Portugal a Amberes para la celebración de la boda. Esperaba la llegada de la princesa, una compañía de grandes señores y damas rodeando la Regente de España para los Países Bajos, Margarita de Parma, hija natural del emperador del Imperio Romano Sagrado, Carlos V. Todos los invitados admiraban la mesa grande de frutas cristalizadas de todo el mundo desplegados en platos con cuchillos, servilletas y candelabros. Todo, salvo el mantel de la mesa, fue hecho de azúcar. Se veía representada, en esculturas gigantescas de azúcar, el viaje de la princesa a Amberes desde los Pilares de Hércules en escuadrones de barcos con velas, llenas de vientos, marcadas con la emblema heráldico de Portugal y España. La princesa y su séquito viajaban por todo un océano en que todo fue esculpido de azúcar. Las aguas del océano eran rampantes con ballenas, delfines y monstruos del mar. La escultura incluía el náufrago de un barco, otro barco en llamas con los pasajeros tirándose al agua para salvarse. El arte confeccionado de azúcar mostró a la princesa bajándose del barco con sus damas de corte y esclavas negras vestidas en librea. Su alteza la Regente, Margaret de Parma, se ve recibiendo a la princesa. Había también un parque de animales con leones, antílopes y una manada de elefantes. Además, se incluyó mesas para jugar naipes, tabernas y un teatro de comedia—todos de azúcar. Atrás de las ventanas se veía periquitos en jaulas, simios y gatos pequeños de azúcar. Por todo, había unas tres mil piezas hechas todas del azúcar más fina a un costo de unos tres mil ducados. La costumbre de hacer exhibiciones así—¡elegantes pero comestibles!—se replicó por toda Europa, incluyendo la corte de Enrique VIII en Inglaterra ahora separada de Roma y plenamente protestante. Rumores de España católica sobre Inglaterra reportaban que la reina Isabel I, su hija, gozaba tanto del azúcar que tenía los dientes completamente negros.

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El Día de los Reyes, la Epifanía, fue celebrada en la Inglaterra católica del s. XV en el teatro litúrgico, es decir, en los ciclos de teatro en vagones que viajaba por toda Inglaterra ilustrando en teatro. Estos eventos eran conocidos como Mystery Plays, teatro presentado por cada uno de los gremios de artesanos, a la población que no podía leer ni escribir, representando el panorama cristiano desde la Creación hasta el Juicio Final. Eso para que los feligreses analfabetos pudieran entender las enseñanzas de la iglesia. En medio del ciclo de la aldea de Wakefield en el norte de Inglaterra, se veía la Segunda Pieza Teatral de Pastores. En ella, los tres pastores permanecían, en el escenario, en los campos en el norte de Inglaterra donde cuidaban sus ovejas en una noche fría. El autor anónimo de esta obra dice que vieron una estrella grande y luminosa. Presentada esta pieza en un vagón que viajaba de plaza mayor a plaza mayor por toda la región, unos ángeles cantaban para llamarlos a ver el nacimiento del rey de los reyes. Los tres pastores (como los tres reyes), cómicamente, viajan y dan tres regalos al Niño Jesús (como los tres regalos del oro, el incienso y la mirra que ofrecieron los tres reyes orientales en la Biblia). Los pastores pobres dan regalos característicos de la gente pobre, muy a la Inglaterra rural: una ramita de cerezas, un pájaro y una pelota (para que, dice uno de los pastores, el niño pueda ir a jugar tenis, un juego deportivo muy antiguo en Europa). El mensaje presenta la idea de la sencillez del nacimiento de Jesús desde los ojos de tres pastores humildes –y, nacionalistas que son– presentan regalos como se ofrecieran a un niño humano, pero inglés.

En estas y otras maneras el evento primordial de la encarnación de Jesús como ser humano para salvar la humanidad es presentado estéticamente en las celebraciones en azúcar de uno de los siete sacramentos, el matrimonio, y también en la educación de la gente pobre analfabeta por medio del teatro. Así la encrucijada de la Epifanía bíblica y la Epifanía comercial del azúcar, el “oro blanco” del Nuevo Mundo.