Cuando el poder es frágil: tendones y nervios para ostentar la legitimidad

“Entre repúblicas y despotismos, las semblanzas parecen, por lo menos, de igual grado que las diferencias. La organización política prolongaba el pasado sin alteración radical, y, al mismo tiempo, mantenía los mismos intereses prevalecientes. El poder y el puesto político eran restringidos de tal manera que, efectivamente, mantenía el mismo orden privilegiado. Y desde las masas de la población, en las repúblicas igual como en los despotismos de los príncipes, las mismas quejas surgieron con monotonía: contra los impuestos injustos, la corrupción y la justicia comprada a altos precios, contra los privilegios injustos, locales y personales. Desde Bartolo de Sassoferrato, el jurista del siglo XII, hasta Nicolò Maquiavelo y Francesco Vettori, todos los gobiernos italianos eran “tiranías”—de partido, de clase, de príncipes”. Philip Jones. Communes and Despots: The City-State in Late Medieval Italy (Cambridge, 2009)

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???The Expulsion of Bonaclsi from Mantua and the Installation of Luigi Gonzaga as Lord of the City??? (1328). Oil on canvas por Domenico Morone. En el Museo del Palazzo Ducale, Mantua.

Por Dra. Katherine Miller

2021-03-14 8:44:36

Cuando se propone conocer los renacimientos en el viejo continente, usualmente se encuentra los “bellos renacimientos” de arte, música, filosofía y, pocas veces, el sustrato de los tendones, los nervios, y, sí, la sangre que dieron vida a sus comunas y ciudades. Junto con las pinturas y esculturas, sí, hay las teorías políticas. Debajo de la bella cobertura artística y las solemnes torres arquitectónicas de las teorías políticas, existía la realidad al nivel de calle. Dante, en el edificio magnífico de los mundos de ultratumba, presenta la arqueología de lo que creció desde la realidad de su ciudad, Florencia. Pero se tiene que buscar aun debajo de estas estructuras poéticas para ver—aproximarse—al terreno al nivel de la calle, de las oficinas de administración, de los apoyos militares en las comunas y repúblicas de los “bellos renacimientos” cuando están presentados solamente al nivel de ideas y arte.

Cuando se busca hasta este nivel, todavía tenemos que limpiar, lavar y examinar desnudas las estructuras que apoyaban los bellos renacimientos. Allí jamás se encuentra una democracia entre los siglos XI y XV, aunque es cierto que ha habido concepciones de democracia desde Tucídides y los dramaturgos de la Antigua Grecia en los siglos V y IV a.C.. Y también ha habido conceptos de justicia y su desarrollo hasta su metamorfosis en estructuras y leyes, tales como Esquilo presenta en la Oresteia. Elogios de investigadores académicos del siglo XXI a las comunas como formaciones democráticas son equivocadas, dadas las últimas examinaciones de libros de contaduría, crónicas y otros documentos recién interpretados. Anhelando, teleológicamente, a la democracia, e ignorando la realidad en su propio tiempo y, además imponiendo conceptos y fenómenos del siglo XXI en las realidades del siglo XII, por ejemplo, se comete errores. Más explicaciones sobre eso más adelante.

Es cierto que estos temas están tratados en la poesía y la prosa literaria y revelan, por medio de la vela trasluciente de la ficción, una cantidad mínima de sus realidades. Las crónicas, libros de contaduría y las correspondencias son quizás los únicos cerrojos ciertos, verdaderos y disponibles para visualizar los pasos lentos y cuidadosos, o violentos y rápidos, hacia la construcción de las formas sociales en que la gente realmente vivió. Aun en estas, hay que tomar en cuenta que existen alteraciones escondidas e intencionales en los libros de contaduría y hay las máscaras de ironía y escondites epistolarios, metáforas e indirectas, y demás fenómenos retóricos. Pero capturan, por ejemplo, las motivaciones y medidas para sobrevivir a la Peste Negra del 1348, o, tal vez, de las tristezas íntimas de matrimonios forzosos o la euforia de las procesiones ceremoniales de los gobiernos en la ostentación de un poder frágil, con mucha o poca legitimidad, de los tiranos, repúblicas y signorias de los renacimientos de hace 800 a 900 años.

Diseño de escenario de 1589 de Bernardo Buontalenti para el Intermedio 1 de La Pellegrina: “La Armonía de las esferas” que muestra la boda de Fernando de Medici y Christine de Lorraine, Princesa de Francia.

¿Cómo experimentó la gente de la Península itálica las situaciones del diario vivir en sus comunas, repúblicas o signorías--estos antiguos individuos, envueltos en sus pequeños intersticios, sus casas, sus oficinas, sus mercados? ¿Cuáles acciones tomaron que contribuyeron al desarrollo de algo mejor ante la tiranía de la avaricia o crueldad de los ambiciosos en las oficinas de sus gobiernos vestigiales? Trazamos un poco de lo poco que se sabe de estas transiciones.

Durante la Antiguedad Tardía—este espacio entre la fragmentación del Imperio Romano y el alba de la Edad Media—cuando se dio la muerte de las ciudades romanas, pero cuando permanecieron formaciones como las coaliciones de clanes y familias, algunos en guerras y vendettas unos contra otros a un nivel que nos parece permanente. Con el movimiento lento de intercambios comerciales de bienes y la apariencia, más y más frecuente, de las buenas cosechas, las poblaciones y sus comunas ocuparon las ganancias que resultaron durante siglos, para construir las catedrales exquisitas y las aldeas y campos de cultivo que las rodearon hasta que eventualmente construyeron las civitates amuralladas, pequeños puntos de civilización (es decir, viviendo en una manera civilizada, en civitates, lit. ciudades). Las murallas sirvieron para protección contra lobos y otras bestias de los bosques de Europa en que crecieron, de nuevo, las ciudades. También protegieron a las poblaciones contra ladrones y ejércitos extranjeros de otras comunas, repúblicas o signorías.

Y adentro de los muros de las ciudades, había familias amarradas por las ligas de sangre para su defensa mutua y la cooperación en todo, especialmente en la justicia. La justicia, durante los siglos XI en adelante, consistió mas que nada en las vendettas entre familias por razones como deudas de honor que surgieron por los pleitos entre familias o clanes. El recurso a la justicia pública fue considerado como una indignidad. Y estas vendettas entre familias restringieron la construcción de un posible estado, estructura que no existía todavía. Cada familia formó su propia comuna con oficiales elegidos por ellos mismos, concilios con poderes policíacos y poderes para cobrar impuestos y distribuir el dinero en códigos privados y estatutos de derecho consuetudinario. La adaptación del derecho romano al nivel municipal en las comunas no se dio hasta , aproximadamente, el siglo XII con los comentarios de las universidades en materia de derecho civil y canónico en Bologna y Montpellier.

Para construir una comuna, habría que luchar contra los excesos del poder de estas familias y dinastías, como los Bardi, Peruzzi, Frescobaldi, Medici, Borgia. La consolidación social se llevaba en medio de una violencia como la que describió Dante Alighieri en su poema, pero fue apoyado también por acuñación de monedas impresas con las caras de los líderes de facciones, apoyándose en la música, en las procesiones, en el arte, la escultura y la arquitectura para sostener a la fragilidad de su legitimidad, que estaba basada, en última instancia, en el cemento militar de los podestà y condotierri, términos con que estaremos ocupados en adelante.

Hibbert, Christopher. The Borgias and their enemies (1431-1510) (Boston, 2008)

Kohl, Benjamin G. Padua under the Carrara Lords 1318-1405 (London, 1998)

Law, John E. Communes and Despots in Medieval and Renaissance Italy (London, 2010)

Maquiavelo, Nicolò. La Vida de Castruccio Castracane de Lucca

(publicado postumamente en1532)

Emilio dei´Cavallieri, et al. La Pellegrina, Music for a Medici Wedding (1598)

(CD musical)

Aquí, entonces, se vislumbraron los líderes renacentistas, entre la tienda sucia de huesos y trapos del corazón humano y la exuberancia y euforia de la celebración de su frágil poder político. Este poder fue apoyado en el arte, la música y el teatro, fenómenos financiados por los impuestos, diezmos y ganancias en el comercio. Los que ostentaron el poder de gobierno, en cualquier formación, tendrían que apoyar su poder, legítimo o fachada frágilmente construida, con el apoyo, en base de unas procesiones triunfales o con la impresión de una imagen de su cara en las monedas. Eso a causa de la falta de técnicas de comunicación como imprentas, electricidad, redes sociales. El líder tenía que hacer circular monedas impresas con su imagen, y montar procesiones para enseñar su verdadera cara humana ante el pueblo; tenía que montar ceremonias con música, banderas y fuegos artificiales para señalar, digamos, una alianza política por medio de un matrimonio. Si no tenía recurso de montar, él mismo, estos actos, su poder como lider corría el riesgo de quedar en un nivel privado o casi secreto: nadie se daría cuenta de quien era el líder de la comuna o república. Consideramos, entonces, una de estas ceremonias para celebrar el poder político de un príncipe. Es de los Médici en su formación de una alianza política por medio de un matrimonio en el ejemplo famoso de La Pellegrina de 1598 en Florencia.

La Pellegrina es, entonces, un ejemplo que ilustra el empleo del arte y música para apoyar una alianza política y el poder de los príncipes. Esta obra multimedia del siglo XV era una celebración magnífica de la boda de Fernando de´ Medici con la princesa francesa Christine de Lorraine que consiste (porque es producido hasta hoy) en tarimas teatrales, intermezzi instrumentales, vocales y semi teatrales con música escrita por un grupo internacionalmente reconocido (hasta hoy) lidereado por Emilio de´ Cavalieri, que ilumina, a través de los siglos, la hegemonía de los Medici. En fanfarronear así su propia gloria, reforzaba, con un acto político financiado con miliones de florines, y ostentaba su poder en la alianza cementada entre Florencia y Francia con este matrimonio. La ceremonia se ampliaba desde la llegada de la princesa a Florencia, desde el barco en el puerto, actuado, tocado y cantado en las calles, hasta llegar a la iglesia: todo ante el pueblo de Florencia en las calles. La función de esta fabulosa y exquisita obra de arte era para ostentar el poder político y la riqueza de los príncipes Medici en la celebración de este matrimonio-cum-tratado internacional con Francia. Pero debemos tomar nota que era rumoreado que Fernando de Medici, el novio de la boda, había mandado a matar a su hermano, Francesco, y a su esposa, justo dos años antes de este acto, y unos 120 años después de la Conspiración de los Pazzi en 1478 en que la facción Pazzi había asesinado a Giuliani de´ Medici en la catedral durante la misa. Estos son algunos pocos ejemplos de los trasfondos del poder celebrado exquisitamente en la música y teatro durante los renacimientos.

Repasamos como llegaron a este estado de asuntos y estas actuaciones en la península itálica durante los renacimientos. La formación política en que existían las comunas de, por ejemplo, Milano, Padua, Genoa, Pisa, Siena, Florencia, fueron controladas por signores (lords, príncipes) elegidos por una suerte de sorteo por los gremios y las familias poderosas y no por el pueblo (il popolo). Los que “votaron” eran escogidos por las familias aristocráticas y comercialmente adineradas. Aunque la Enciclopedia Británica define una comuna como una agrupación que había adquirido o conformado por sí misma unas instituciones municipales con que intentaron gobernarse, no eran incipientes democracias; no son ejemplos de democracia de ninguna manera, porque los liderazgos de las comunas así elegidos eran de naturaleza dinástica, regidos por concilios convocados por, y controlados por, los signores u oficiales nombrados por los signores: déspotas, príncipes, tiranos, caudillos en el mero sentidos de los conceptos.

“Así las bases partidarias y electorales fueron, paulatinamente, seguido por la figura del Príncipe, quien delegado el poder a las comunes....”. (Philip Jones, Communes and Despots: The City-State in Late Medieval Italy (2009)). No existen las estructuras de un estado en el sentido en que lo entendemos hoy. Y “las bases partidarias y electorales” a que se refiere eran las grandes y amorfas tendencias, grupos paramilitares y clientes de caciques u otros niveles de líderes civiles o eclesiales, como los Guelfos y Gibellinos--nada parecidas a los partidos políticos de hoy. Las ciudades, comunas, repúblicas y signorías de la península italiana, durante varios siglos, existieron en medio de enemistades hereditarias y dinásticas con las vendettas de venganza en lugar de sistemas judiciales. Como se puede leer en el poema de Dante (1400) nadie pudo confiar en casi ningún otro que no era de su familia o facción para hacer la paz y construir una comuna o una república.

Así las cosas, decidieron contratar a extranjeros para administrar sus gobiernos y conformaron el puesto y la figura del podestà, que era alguien acordado entre las facciones para mantener el orden. El podestà, a su vez, contrató a un condottiere (lit., condota, contracto) quien, por sus habilidades militares y código estricto de conducto profesional pudo, supuestamente, mantener el órden. Por ejemplo, la República Serenissima de Venecia era “serena en lo máximo” porque se mantenía encima de las facciones y guerras por medio de la seguridad militar que se describe próximamente.

Los contratos de los condottieri eran supervisados por personas también contratadas por el podestá: los colatterali. Los colatterali aseguraron que los condottieri y sus tropas mercenarias pagadas por la ciudad recibieran su pago, tuvieran su equipo y caballos en orden y en estado de preparación y alerta, con el número correcto de hombres, equipos y caballos, según el contrato y demás asuntos administrativos. Los collaterali mantuvieron la disciplina y, para hacer eso, ellos también contrataron hombres bajo sus órdenes: hombres fuertemente armados. Los collatterali hasta tenía en sus planillas de personal, unos verdugos, en caso de necesidad. Todos eran caballeros--es decir, andaban a caballo, armados y con armadura. Estas posiciones eran muy lucrativas por los sueldos, por el botín y por lo que pudieran negociar por sí mismos. Por ejemplo, en 1416, Bracci da Montona, un condottiere con un ejército mercenario asediaba la ciudad de Bologna y, después de tomar la ciudad militarmente, Bracci vendió la ciudad de Bologna a los ciudadanos boloñeses mismos, para el monto de 80,000 florines, la moneda más fuerte y estable de Europa en el siglo XV.

Hasta Nicolò Maquiavelo, el erudito y astuto Secretario Florentino, escribió la vida de un condottiere que él admiró: Castruccio Castracane de Lucca, un hombre pobre, nos cuenta Maquiavelo en su obra, quien entrenó como condottiere y luchó con mucho honor y valor. Maquiavelo termina su biografía de Castruccio con las siguientes palabras:

“Considerando su vida, diría yo que él no era inferior ni a Felipe de Macedonia, padre de Alejandro Magno, ni a Scipio Africanus de Roma.... Y, sin duda, pudiera haber llegado a ser más excelente que todos ellos si la Fortuna hubiera decretado que él naciera no en Lucca, si no en Macedonia o Roma.”

Estos panoramas son algunas de los apuntalamientos de los “bellos renacimientos” en que intentaron controlar la violencia en la comuna, república o signoría, e imponer alguna clase de orden mientras construían las estructuras administrativas e infraestructuras de control en medio de la violencia. Así que, los milaneses, florentinos, genoveses, pisanos, paduanos y demás contrataron podestà, condottieri y collaterali. Tenían que ser extranjeros para que no se pudieran controlar ellos mismos. ¿Medida prudente, objetiva, inteligente y pragmática para estancar la sangre vertida en las calles? Tal vez a nosotros, sería triste y vergonzosa, pero para la gente medieval era sentido común. Además, los signores, los príncipes y tiranos consideraron que esta gente eran simplemente empleados contratados y los consideraron, debajo de todo el esplendor de librea y banderas, como sirvientes o empleados a quienes pudieran lavarse del negocio sucio de vigilar y controlar a sus enemigos. Y así los príncipes-tiranos-signores pudieron dedicarse a sostener sus imágenes finananciando artistas, compositores y poetas; pudieron dedicarse a la banca, a tejer alianzas diplomáticas o actuar como anfitriones y pagar los bellos monumentos en las comunas o republicas con ceremonias, procesiones, frescos, estatuas, poemas e intermezzi para las fabulosas bodas y demás.

"La bataille d’Anghiari ". Fotografía de la exposición temporal "Rubens et son Temps" en el Museo de Louvre.

Inimaginable para nosotros construir un estado, un gobierno, en estos términos. Pero así mantenían la paz por cortos períodos de tiempo. Era práctico y, tal vez, la única y mejor manera, con que pudieron controlar situaciones como las que están presentadas en los primeros actos de Romeo y Julieta en la comuna italiana de Verona que nos dejó William Shakespeare.

Así conformaron los tendones y nervios de poder, en aquellos tiempos, por medios militares y artísticos. Eran los baluartes para sostener las estructuras frágiles de su frágil legitimidad en el poder. Son máscaras e imágenes sostenidas por poder militar. No hay que confundir las apariencias con las realidades.

FIN