“He tratado de buscar la belleza donde hay calamidad”, Marta Leonor González, escritora nicaragüense

Un diálogo para comprender la mirada esperanzadora, intensa y compasiva de una poetisa hacia una Managua sumida en el dolor tras sufrir un devastador terremoto en el 72.

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Marta Leonor González, periodista y escritora nicaragüense. Foto cortesía

Por Kevin Rivera

2020-04-12 9:00:09

En esta entrevista a Marta Leonor González, escritora y periodista nicaragüense, hablamos sobre su más reciente poemario “Managua 38°”, publicado por Índole Editores, firma salvadoreña, una obra que retrata vívidamente el dolor del pueblo nicaragüense en el terremoto de 1972: un movimiento telúrico de 6.2 que destruyó todo Managua, causando alrededor de 19,320 muertos y 20,000 heridos; un cataclismo que dejó los cuerpos de muchas personas pudriéndose entre los escombros.

Este diálogo permite comprender la sensibilidad de una poetisa que, a través de la recolección de memorias, transmite con compasión y contundencia el dolor de un pueblo que ha sufrido tanto como el nuestro; pero una obra que en medio de la calamidad también ha encontrado la belleza. Un mensaje de luz en estos tiempos en los que parece no haber esperanza.

Marta Leonor González, editora de periódicos, por muchos años directora del suplemento “La Prensa Literaria”, del diario La Prensa de Nicaragua. Activista en la promoción de la lectura. Ha publicado: Huérfana embravecida, (poesía, 1998), La Casa de Fuego (Poesía, 2008). Versos (Festival de Poesía de Costa Rica, 2015). Juegos de la escritura (Guía para un taller literario, Prosa, 2015). Palomas Equilibristas (Traducción bilingüe al Español y Francés, 2013 y segunda edición en español 2016). Compiladora de varias antologías de poesía centroamericana. Fundadora y editora de la reconocida revista 400 elefantes y la editorial del mismo nombre.

El año de su nacimiento ocurre el terremoto, ¿qué significó reconstruir la herida que dejó a las generaciones anteriores a la suya?

Eran las heridas, de los padres, tíos, abuelos, las heridas abiertas que son mostradas a una desde la niñez y continúan en la adolescencia, llegas a la edad adulta y te vas enterando más de cómo fue esa Managua que se convirtió en ruinas, cómo la ciudad quedó atrapada entre el dolor y la furia de la tierra que sobrevivió al dolor de generaciones anteriores a la mía.
Es así como a través de la memoria de estas gentes voy construyendo mi libro que podría ser una crónica del dolor y de la pérdida, pero es sobre la reconstrucción de la memoria de una ciudad con sus vicios, su belleza y su agonía.

Esa reconstrucción vino a través de las anécdotas que me contaban en mi casa, mi padre, mi madre, los tíos y luego mi vinculación con la historia.

El trabajo periodístico se denota en su poemario: muchos personajes, muchos nombres, muchas narraciones y sentimientos en cada estrofa, ¿cómo fue el proceso de documentación y recolección para lograr retratar vívidamente el dolor nicaragüense? ¿cuánto tiempo le llevó?

Las bases para construir mi poemario Managua 38° están en las conversaciones con mi familia, a la vez, revivir esos sentimientos de pérdida en ellos, de añoranza. Como te dije, desde muy niña crecí escuchando esas historias de lo que significó Managua para aquellos que la vieron caída en 30 segundos, ser devorada por la tierra, un sismo de magnitud de 6.2 en la escala Richter.

No estoy segura de retratar ese dolor, he tratado de buscar belleza donde hay calamidad, es como entrar en un coro desafinado y encontrar una voz maravillosa que te hace escuchar notas sublimes y perfectas. 

Marta Leonor González es editora y fundadora de la revista “400 elefantes”. Foto: cortesía.

¿Qué sintió al escribir estos poemas que retratan tanto sufrimiento?

Sentí estar en el terremoto, ver a Dios morir, tener sed, ser alimentado por los niños, una enorme soledad y compasión por el ser humano, pero sobre todo mucho amor por la vida, son versos como homenajes a todas esas gentes que ya no está y hoy son arenas en la playa del lago de Managua.

También es un homenaje a la vida, a los momentos cotidianos, al instante irrepetible de las personas, no solo hay dolor hay esperanza, hay perdón, está el dictador que se ensaña con el pueblo, asesina y persigue, también está el padre que roba leche para su hijo, vamos a juzgarlo también por eso. 

Versos desgarradores, duros, “sin sentimentalismos tradicionales”, como dice la descripción de su poemario, ¿qué Nicaragua encontramos en su libro?, ¿qué espera que los lectores sientan con su obra?

Ahí encontrarás una parte de la historia de Nicaragua, fragmentos de historia de los Managua que todavía hay que analizar con detenimiento para comprender por qué son como son los capitalinos, por qué todavía el Lago de Managua nos sirve de brújula, y habitamos en una ciudad sin centro donde las direcciones son las antiguas avenidas que ya no existen.
Este libro no es un compendio de historia, son poemas de gente que igual que muchas en el mundo han enfrentado el miedo, la muerte, la desesperanza y la resurrección entre los escombros de una ciudad en la que una parte de su vida también se enterró.
Sobre el libro, los lectores tienen la palabra ya no son mis versos, les pertenecen a ellos, ¿Qué espero? Que Managua no tenga otra vez que surgir de las cenizas, para no escribir otro libro sobre tanto dolor. 

¿Por qué el título: “Managua 38°”?

Según los sismólogos fue la temperatura de aquella semana y durante la sacudida, los 38 grados, un ambiente de mucho calor.

El poemario tiene una dedicatoria: “a mi primo Pablo”, ¿qué huellas dejó en su familia este devastador hecho? 

Pablo es mi primo. Murió a causa de la epidemia que había en el ambiente, era un niño menor de un año, enfermó con altas fiebres y creó que lo mató la terrible muerte que después se ensañó con lo que sobrevivieron. Al descomponerse los cadáveres causaron un fuerte hedor en la ciudad durante casi cinco meses hasta mayo del año siguiente.

Portada del libro de la escritora nicaraguense, con el sello Índole

Después del terremoto y la destrucción que dejó, ¿cuáles fueron los cambios que influyeron para tener la Nicaragua de hoy en día? 

El terremoto aceleró la caída del dictador Anastasio Somoza Debayle y sus estructuras dictatoriales, se enriqueció con el dolor de la gente, robó la ayuda para las víctimas del terremoto. Años después vino la Revolución Nicaragüense donde el país y sus gentes no volvieron hacer los mismos, dos eventos históricos que cambiaron a Nicaragua y que la prepararon para otros procesos sociales. 

¿Cómo su poemario ayuda a la memoria histórica de su pueblo?

Es un libro que es dolor y a la vez memoria, ambos están ligados, Vivir los duelos también es sanador. Recordar también es una parte de lo vivos que estamos y de cómo no se puede olvidar lo que hemos sido, al mismo tiempo es una forma de crecer para ser y mejorar como personas.

¿Por qué publicar en El Salvador y no en Nicaragua, que es la tierra protagonista del poemario?

Índole editores es un sello que ha crecido muchísimo, lleva 14 años en el mercado y es una apuesta editorial fresca y dinámica. Tengo un especial cariño por El Salvador, familia, hermanos, amigos entrañables. También es una tierra para celebrar la poesía. Somos una región diferente pero somos muy parecidos. Además, el poemario cabe en El Salvador por la manera como está construido, es la gente recordando, la memoria, el dolor, la esperanza en medio de la ruina.

¿Usted cree que los salvadoreños nos identifiquemos con su poemario?

Sí, ustedes al igual que nosotros hemos vivido terremotos, es muy usual que cuando en El Salvador tiembla, en Nicaragua hay réplicas, somos una sociedad casi gemela, con dictadores, guerras, terremotos, gente trabajadora y honrada que también busca esperanzas y progreso en medio de los escombros.