El banco que quebró a fuerza de rumores

En nuestra casa familiar, mi papá Carlos Cañas Aguilera guardó durante décadas un viejo y carcomido billete de un peso, que había pertenecido a su padre, Teodoro Antonio Aguilera, un buhonero de los ferrocarriles nacionales. Siempre me intrigó el nombre del banco que lo emitió. Aquí les comparto lo que he logrado averiguar al respecto.

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Reverso del billete de 100 pesos del Banco Nacional del Salvador, con las firmas de Hemmeler (izq.) y Mazzini (centro). Ejemplar conservado en la colección del Banco Cuscatlán-SISA, Santa Tecla.

Por Carlos Cañas Dinarte

2021-07-09 4:49:46

Un decreto del Poder Ejecutivo, emitido el 25 de julio de 1906, otorgó el beneplácito para la fundación de la empresa privada llamada Banco Nacional del Salvador. Se fijó su capital inicial en doscientos mil pesos plata, aportados en diez mil acciones por 66 socios, entre quienes estaban Guillermo Mazzini, el inglés Walter Edmund Coldwell Pratt (nacido en el municipio londinense de Hackney, el 13 de septiembre de 1858, fue gerente general del Banco Internacional del Salvador, fundado en abril de 1880 y cónsul general de Su Majestad Británica desde enero de 1901), Miguel Ángel Araujo, Ernesto Kurtz, Antonio González, Antonio Bartolomé Agacio, José Esteban Sánchez y otros capitalistas en menores cuantías. Por cada acción, el banco pagaba una anualidad del 4 por ciento, mientras que por cada cuenta abierta reportaba un 3 por ciento de interés.

Entre el 20 de abril de 1907 y el 5 de mayo de 1913, el Banco Nacional del Salvador emitió una única familia de billetes, con valores nominales de 1, 5, 10, 25 y 100 pesos, pagaderos al portador. Existente desde 1892, la denominación colón para la moneda nacional costó bastante tiempo en ingresar en el imaginario institucional y popular.

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Con guilloches y trazos geométricos muy sobrios, toda esa familia billetaria fue impresa y reimpresa al menos una vez en diversos colores (marrón, verde, morado y azul) realizada sobre papel de seguridad con fondo blanco, atravesado por líneas y rayos en filigrana. Aún no he podido ver de cerca un ejemplar del billete de 25 pesos, aunque sí sé que se emitió. Tampoco sé si la serie se completó con un billete de 500 pesos, como sí ocurrió con los bancos Occidental y Salvadoreño.

Ejemplar en buen estado del billete de un peso del Banco Nacional, semejante al que conservaron mi abuelo y mi padre en la urbe tecleña.

Cada uno de aquellos ejemplares billetarios del Banco Nacional del Salvador medía 18.4 por 8.5 centímetros, un tamaño bastante grande para que cupiera en las carteras de cualquier persona, por lo que solían usarse doblados en cuatro partes.

El diseño e impresión de todo aquel papel moneda para uso en el territorio salvadoreño corrió a cargo de la casa londinense Waterlow and Sons Limited, que durante dos siglos fue la entidad más importante en la producción mundial de billetes bancarios, acciones empresariales, certificados de nacimiento, sellos postales y demás documentos legales que necesitaran papel de seguridad. Fue fundada en 1810 por el litógrafo James Waterlow. Tras su muerte, en 1876, sus hijos dividieron el negocio familiar y algunos de ellos fundaron la empresa Waterlow Brothers & Layton. Luego de superar sus diferencias, ambas empresas familiares se fusionaron en 1920 y en conjunto fueron adquiridas por Purnell & Sons en 1961, que pronto vendió el negocio a la internacional De La Rue. Debido a que esta última empresa adquirió en 2003 las operaciones de impresión de billetes que antes estuvieron en manos de Waterlow, la bicentenaria casa de diseño e impresión entró???en declive hasta su disolución, en enero de 2009. Pero regresemos a la San Salvador de inicios del siglo XX.

Para el primer semestre de 1907, el Banco Nacional del Salvador reportaba ganancias líquidas por la suma de 5,975.92 pesos plata. Su gerente general era el contable suizo Carl Wilhem Hemmeler. Originario de Aarau, fue más conocido en las ciudades de Sonsonate y San Salvador como Hälmi o Guillermo. Su firma se exhibía en el anverso de los billetes emitidos por aquella entidad financiera.
La lección de la gran crisis económica nacional de 1896-1899 se reflejaba en la forma en que el gobierno de Pedro José Escalón conducía la política bancaria, con estricta sujeción a la vigente Ley de Bancos, que regulaba las operaciones de las diferentes entidades bancarias privadas que emitían monedas propias que circulaban en el país. Lejos estaba entonces la consolidación efectiva de una institución bancaria central.

Con la llegada al solio presidencial del general Fernando Figueroa, el ambiente político se tornó inestable. Casi desde el momento de su toma de posesión, el nuevo gobernante puso en marcha el Estado de Sitio, para controlar a opositores y disidentes. Además, entre 1907 y 1908 ordenó la realización de detallados arqueos extraordinarios en los bancos, para certificar que tuvieran suficiente respaldo metálico (oro y plata) para responder con, al menos, el 50 por ciento a los billetes puestos en circulación, como estaba señalado en el artículo 5 de la ley bancaria. La mayor parte de las entidades financieras (Agrícola, Salvadoreño, Occidental, etc.) tenían entre el 150 y el 210 por ciento de sus reservas metálicas destinadas a superar una eventual crisis de liquidez, así como más del 20% del valor de los depósitos a la vista o en monedas acuñadas.

Anverso del billete de 10 pesos del Banco Nacional, también firmado y con sello de tinta negra sobrepuesto.

Desde fines de diciembre de 1908, el arqueo del Banco Nacional evidenció que tenía graves deficiencias con sus respaldos en metálico. Algo no marchaba bien con esa entidad financiera, relativamente nueva y que operaba en San Salvador y en sus sucursales en diversas localidades del territorio nacional.

En los nuevos arqueos de febrero y diciembre de 1909, quedó más claro que el problema del Banco Nacional se derivaba de una fuerte alza en los depósitos a la vista y su otorgamiento masivo de créditos, pero todo en franco demérito de los recursos en cuenta corriente. Así, la entidad multiplicó sus recursos financieros y su cartera de servicios, con una expansión comercial y un incremento de capital que pasó de medio millón de pesos plata en 1909 a un millón al año siguiente. Una apuesta muy arriesgada, que quizá no fue bien vista por las juntas directivas de los demás bancos.

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El viernes 17 de marzo de 1911, en la página 701 del Diario oficial, el banco dio a conocer el cierre de sus agencias en San Pedro Nonualco y Jiquilisco. Para el primer semestre de 1913, el Banco Nacional había expandido sus niveles de crédito al 39.6 por ciento, pero mantenía 1,649,530 de pesos plata o colones en billetes propios, con un respaldo en metálico por 824,765 colones y 581,569.63 en depósitos en cuenta corriente y a la vista. Así, en su sede central en San Salvador poseía más del 113 por ciento de respaldo establecido por la Ley de Bancos.

Para fines de octubre de 1913, en la capital y otras localidades del país corrieron diversos rumores de que el Banco Nacional estaba casi en la bancarrota e insolvente, por la agresiva política de otorgamiento de créditos que había desarrollado, sin que obtuviera retornos adecuados y oportunos. Muchísimas personas llegaron a las sucursales a reclamar la efectividad de sus billetes. En un par de semanas, ante la extrema demanda de su reserva metálica, la entidad financiera entró en grave riesgo de iliquidez.

Como la situación de desconfianza popular amenazaba con expandirse a los demás bancos privados del país y provocar una bancarrota generalizada en un sistema bancario inexistente, el Poder Ejecutivo emitió un decreto el 7 de noviembre, que autorizó que durante los siguientes seis meses los bancos no pudieran emitir más billetes, pero sí quedaban obligados para introducir a sus arcas medio millón de colones —cada uno— en monedas de plata extranjera. Eso no frenó la excitación social y el gobierno nacional, presidido por el empresario Carlos Meléndez Ramírez, entró en pánico, decidió intervenir y ordenó la liquidación extrajudicial del Banco Nacional.

Billete de cinco pesos.

El 5 de diciembre de 1913, los señores Kurz y Coldwell integraron la comisión interna de liquidación, bajo la atenta mirada del gerente Hemmeler, para entonces cónsul de Suiza en el país desde hacía varios meses.

Miles de billetes sin ningún valor quedaron en manos privadas o fueron echados a la calle tras el cierre total del banco. Al fin y al cabo, para aquellas personas ya no eran más que papeles sin valor. Aunque…

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Durante las siguientes cuatro décadas, los billetes emitidos por el liquidado Banco Nacional del Salvador fueron usados por personas inescrupulosas para hacer estafas en contra de humildes personas, en especial en las zonas rurales o áreas urbano-marginales de las ciudades de San Salvador, Sonsonate, Santa Ana y San Miguel. Les pagaban con aquellos billetes sin valor alguno y les decían que era dinero bueno, que circulaba hasta que era intervenido por las autoridades policiales, por el Banco Central de Reserva (a partir de 1934) o por alguna persona más informada de la situación que detenía su marcha. Para entonces, el daño provocado ya era casi irreparable.

Quizá a mi abuelo paterno le pagaron algo con aquel billete inservible de un peso y decidió guardarlo consigo hasta su muerte, en la ciudad de Santa Tecla, en la década de 1950.