¿Cuáles son los orígenes de la tradición de las fiestas en honor del Divino Salvador del Mundo?

¿Sabes quién fue el primer sacerdote en oficiar la solemne misa del 6 de agosto en San Salvador? Los orígenes de esta tradicional celebración salvadoreña se remontan a la época de la conquista de Mesoamérica.

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Fragmento del Lienzo de Quauhquecholan, que narra la conquista de los territorios indígenas del sur y centro de Guatemala. Imagen / Museo del Alfeñique en Puebla, México

Por Rosemarié Mixco

2020-08-04 9:42:25

Empecemos por recordar que la celebración religiosa en honor del Divino Salvador del Mundo, el 6 de agosto, fue oficializada como la fiesta de la Transfiguración del Señor en 1457, por su santidad el papa Calixto III.

“… para conmemorar la victoria que los cristianos obtuvieron en Belgrado, sobre Mahomet II, orgulloso conquistador de Constantinopla y enemigo del cristianismo, y cuya noticia llegó a Roma el 6 de agosto”, se detalla en el sitio de la Agencia Católica de Informaciones aciprensa.com. Pero el festejo es aún más antiguo, porque antes de que el papa 209 de la iglesia católica lo extendiera a toda la cristiandad, los seguidores de Jesucristo en la iglesia de Oriente y Occidente ya lo conmemoraban.

Ahora bien, la tradición de las fiestas agostinas en territorio cuscatleco tiene sus orígenes en el segundo asentamiento de la ciudad de San Salvador, en la zona de La Bermuda de Suchitoto, el sexto día del octavo mes de 1528. Sin embargo, el historiador Ricardo Castellón, miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia, aclara -desde Alemania- que aún no hay certeza de cuándo exactamente el Salvador del Mundo se convierte en el santo patrono de la capital salvadoreña. Lo que sí está claro es que toda ciudad fundada en el nuevo mundo por los españoles era dedicada a la protección especial de un santo patrono.

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Carlos Cañas Dinarte, otro de los estudiosos de la historia nacional -residente en Barcelona-, publicó en El Diario de Hoy, en el artículo “La festividad del Salvador del Mundo”, el año de 2006, que la villa española de San Salvador fue fundada por primera vez en 1525 por Pedro de Alvarado y puesta bajo la advocación de la Santísima Trinidad.

También ofrece una breve descripción de aquella primera celebración litúrgica del siglo XVI realizada en honor de la Transfiguración del Señor, en lo que hoy conocemos como Ciudad Vieja.

“Frente a un grupo de moradores, ibéricos e indígenas, el cura Francisco Ximénez oficia una misa a campo abierto, para conmemorar la Transfiguración de Jesucrito en el Monte Tabor… Esa ceremonia religiosa de los sansalvadoreños envuelta entre cánticos y rezos de la gente, el humear de las velas, el olor a inciensos, el tañido de una campana y la explosión de cohetes en lo alto de los cielos. Así, la población y el sacerdote cumplen con las disposiciones litúrgicas establecidas en 1457 por Su Santidad Calixto III…”.

Ilustraciones de Ciudad Vieja realizadas por Claudia Alfaro sobre la ubicación geográfica del segundo asentamiento de la villa española de San Salvador. Imágenes / Cortesía MiCultura

Dos años después de aquella primera misa en territorio salvadoreño, el presbítero Antonio González tomó posesión de la parroquia y dirigió la edificación del templo de La Trinidad en el valle español de La Bermuda-Ciudad Vieja. Durante 15 años, ese fue el lugar en donde las familias de los colonizadores y sus auxiliares indígenas festejaron al Divino Salvador del Mundo, la segunda persona de la Santísima Trinidad.

No obstante, los dos historiadores salvadoreños coinciden al destacar que esta solemnidad religiosa se mezcló, desde un principio, con la ceremonia de exhibición del Pendón Real, “el estandarte representativo del imperio español que cada 5 y 6 de agosto era sacado de las instalaciones del cabildo (alcaldía) para pasearlo por las calles polvorientas, con gran pompa y lucido acompañamiento de caballería con el propósito de que las personas renovaran sus votos de fidelidad al supremo monarca de España y América”, como lo explica Cañas Dinarte en su nota sobre esta tradición.

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Castellón afirma que de esta forma la legislación colonial acuerpaba a la fe, por lo que dicha fecha fue establecida por los conquistadores como una celebración para recordar a los nativos cuscatlecos que España los había conquistado y que debían obedecer al poder de la tierra y del cielo.

No obstante, destaca el historiador, los indígenas se resistieron a perder sus costumbres y renunciar a sus creencias. Las fiestas dedicadas al santo patrón llegaron a ser permisivas e incluso se permitía a los nativos acompañar con sus bailes a las procesiones de los santos.

“Tanto los testimonios de Fuentes y Guzmán como los de Cortés y Larraz muestran claramente que la religión prehispánica estaba viva bajo una capa superficial de criatianismo…”, se lee en el apartado 5 del capítulo 1 del libro “Manual de Historia de Centroamérica” del sacerdote jesuita e historiador Rodolfo Cardenal.

1984
Salvadoreños observan la Transfiguración del Salvador del Mundo, en el parque Libertad, en agosto de 1984. Foto EDH / Archivo

Herencia de ello son las cofradías, indica Ricardo Castellón. Para los conquistadores, estas corporaciones indígenas les significaban más beneficios que perjuicios, pues les permitía extender la fe y fortalecer su ideología, aprovechando los beneficios económicos que dicha expresión de sincretismo les proporcionaba. Para los nativos, era la posibilidad de desahogarse y de continuar practicando algunas de sus actividades culturales.

Así, las fiestas se dividían en dos momentos esenciales. El primero estaba consagrado a la fe, atendiendo el modelo religioso instaurado por los colonizadores. El segundo era el más íntimo -por eso les implica mayor esfuerzo a los investigadores-, el que resultaba ofensivo para las familias españolas y era reprobado por las autoridades. Era el momento de la comunidad, en el que se encerraban celosamente a departir. El pueblo reunido en las cofradías o en los guachivales comían y bebían.

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Estas comilonas no tenían nada de especial, como los antojitos de feria que hoy se disfrutan. Castellón asegura que la dieta de los nativos se reducía a maíz, frijol, ayote y chile. Los montes también eran esenciales para la elaboración de los alimentos indígenas. La bebida por excelencia era la chicha, la cual terminó siendo considerada como transgresora por los colonizadores y por ende restringida.

Con el paso de los siglos, estas pequeñas fiestas de pequeñas villas llegaron a convertirse en eventos de carácter comercial que provocaban grandes movilizaciones de poblaciones flotantes en busca de trabajo. En la época del añil, los hacendados aprovechaban para contratar mano de obra entre los visitantes.