A lo largo de la historia, el papel de la mujer ha sido relegado al de ser madre, esposa e hija, sin poder participar en otros asuntos como la religión, política, ciencias e incluso la literatura. Por años, la única manera de escribir era ocultando su verdadera identidad tras un seudónimo masculino.
“Creo que el hecho de adoptar uno es más característico de cierto período de la literatura, donde las mujeres empezaban a ser reconocidas en el mundo intelectual y literario (…) Era un contexto extremadamente machista, a ellas no se les concedía —además de sus derechos políticos— competencia intelectual y literaria, puesto que era restringido”, aseguró el doctor en Literatura Hispánica, Ricardo Roque Baldovinos.
Literatura infantil, un camino por recorrer
En El Salvador, se producen libros de alta calidad para los niños, pero no son suficientes. Hace falta apoyo y más escritores que se comprometan con este público joven. Asimismo, las editoriales juegan un papel muy importante.
Si las mujeres discutían sobre varios temas, expresaban puntos de vista distintos y desarrollaban ideas propias de la sociedad, se consideraba poco femenino. “Así que para ser ‘tomadas en serio’ escondían su identidad (…) No creo que fuera por cuestión de tabúes, sino porque dentro de la visión machista no se podía concebir que una mujer tuviera la capacidad de abordar muchos temas”, agregó el experto.
Esta situación aconteció en varias partes del mundo y El Salvador no fue la excepción. La escritora salvadoreña Jennifer Valiente (1973 – actualidad) fue conocida por mucho tiempo como Harry Castel y asegura que por ello no recibió mayor o menor mérito.
La elección de un seudónimo surgió cuando empezó a escribir, enviar textos a concursos literarios y publicar sus obras. Abordaba asuntos poco comunes, al menos para una mujer.