¿Cómo se crea una república? El ejemplo de Florencia en el renacimiento

“Maquiavelo pasaba los años de su “jubilación” escribiendo, mientras participaba en las discusiones de los patricios republicanos en los jardines de Cosimo Rucellai, a quien él dedicaba sus Discursos sobre Livio. El Príncipe forma parte del género del espejo para príncipes, y los Discursos son una idealización de repúblicas con un papel ampliado para el pueblo. (....) En ambas obras, él enfatiza que en condiciones de corrupción política avanzada, donde el faccionalismo es rampante, las mejores leyes no bastan salvo si son administradas por un hombre de poder tan supremo que logre la obediencia a la ley hasta que la mayoría de la población haya sido restaurada a una condición saludable”. Maquiavelo, Nicolo. Discursos sobre las Primeras Décadas de Tito Livio (I.17). Citado en resumen en Coleman, Janet. A History of political thought from the Middle Ages to the Renaissance (London, 2004)

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Por Katherine Miller Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2018-10-13 3:13:13

Como sabemos, las ciudades murieron en la medida en que el Imperio romano se fue fragmentando administrativa y militarmente durante varios siglos denominados la Antigüedad Tardía. Se formó el sistema feudal de la Edad Media y, generalmente, las ciudades medievales de Europa Occidental conformaron espacios urbanos en un mar de feudalismo de una Europa que era nada más que espacios enormes y rurales de agricultura. ¿Desde esta situación, cómo llegaron a formar repúblicas?

Revisemos la historia de Florencia, una ciudad-estado formada, como parte del Imperio romano, por los veteranos de las fuerzas de Sulla de la guerra civil romana entre Mario y Sulla. Y el Estado comenzó a formarse con base en los ideales de Cicerón y Tito Livio, quienes propusieron la participación obligatoria de los ciudadanos/súbditos en la vida cívica como ocurría en la República de Roma, la de sus ancestros.

Ahora, Florencia no tenía una ciudad portuaria como Venecia, pero basaba la producción de riqueza para el manejo del estado en la producción de textiles de lana de alta calidad (la lana proveniente de las ovejas inglesas). Los trabajadores de textiles de lana trabajaban en condiciones extremadamente dolorosas, para producir riqueza para una pequeña elite compuesta por monopolios de comercio de textiles y de banqueros, tipo Medici, Bardi, Peruzzi, Acciajuoli en el siglo XV.

Con base en las redes comerciales y banqueras, Florencia expandió e inventó las monedas más confiables para toda Europa. Eran los florines de oro, especie estable y confiable, además de pesos y medidas estándares, carreteras para el movimiento de bienes, sistemas de aduana que funcionaban, tarifas y aranceles honorables, etc.
No obstante, había dos grupos poderosos que mantenían control de los aparatos de los que se desprendían estamentos de gobierno: (1) los magnati, descendientes de los aristócratas militarmente poderosos que eran dueños de enormes casas y castillos fortificados en áreas rurales. (2) Los grandi, descendientes de los mercaderes de textiles y banqueros. Estos últimos, entrando al siglo XIII, llegaron a ser dueños de enormes fortunas después de haber emigrado del campo a las ciudades y de involucrarse en el comercio. En generaciones anteriores, estos grandi habían sido los siervos de los magnati, pero los grandi habían acumulado más riqueza y ahora ofrecían a sus hijas, quienes ostentaban ricas dotes, a los hijos de los magnati; con dinero y tierras, pero sin ingresos de comercio, los magnati estaban perdiendo sus posesiones y quedaban forzados a aceptar el matrimonio entre sus hijos y las hijas de los que fueran sus siervos.

También llegarían los tiempos (siglos XII-XV) cuando los notarios, quienes eran humanistas, estudiantes de las universidades y con conocimientos en latín y matemáticas, ponían a disposición habilidades en correspondencia latina (necesaria para controlar a las relaciones exteriores) y el manejo de los libros de contaduría (requeridos para presupuestos de debe y haber, además de los controles internos de la república) podían negociar desde una posición de poder administrativo con los magnati, quienes vivieron solo de la fuerza de las armas y las habilidades militares.

Crecieron las ciudades, y con ello el desarrollo de sus actividades mercantiles, manufactureras y comerciales, pero eso no los liberó de los principados y reinos de los poderosos magnati. Estos últimos, sin embargo, siendo en su mayoría, analfabetos, aceptaron las habilidades de los notarios ya que su visión de la vida estaba alrededor del manejo de las armas y otros asuntos militares y como caballeros estaban rodeados de otros que funcionaban como matones. Es decir, los notarios y abogados asumieron las tareas de leer y escribir en latín, requisitos para manejar los libros contables y las transacciones comerciales, políticas y legales de los magnati, porque ellos no podían, ni querían, escribir. Adicionalmente, los magnati manejaban las situaciones a partir de relaciones de parentesco (caudillos); venganzas y conspiraciones, secuestros, tortura y asesinatos por sus matones contratados, quienes se escondieron en las altas torres de los magnati.
Obviamente, esta situación de violencia generalizada no favorecía el funcionamiento del comercio. Además, los mercaderes y banqueros ricos eran excluidos del gobierno; los magnati los consideraban sus inferiores sociales por haber sido, en generaciones anteriores, sus siervos.

Pero, los empresarios y banqueros tenían las habilidades de cooperar unos con otros. El comercio, por su naturaleza, es cooperación y confianza, y no tenía la tradición que sí tenían los magnati, de que cada insulto tenía que ser tratado con la punta de la espada. Los magnati no gozaban de cooperación y confianza con sus pares, quienes eran, en lo general, sus enemigos jurados por las vendetas y venganzas.

Los controles de correspondencia y contaduría que manejaban los notarios y abogados les permitieron asumir posiciones de liderazgo en los grandes gremios de comercio de los textiles de lana fina y cara, compuesto por los carteles mercantiles que controlaban el comercio de larga distancia, marítima y terrestre. Eran los carteles de los banqueros, los que trabajaban y vendían textiles y otros bienes.

Habían nueve priores de los grandes carteles y gremios con concentraciones de capital quienes, eventualmente, formaron el gobierno de Florencia. “Prior” significa, “el que camina al frente como líder”.

Y el resultado era una revolución de la burguesía en 1293, que estableció una república fundada en la membresía y liderazgo cívico en los gremios —los carteles quienes deseaban tener poder político proporcional con la cantidad de impuestos que pagaban y el papel que jugaban en los escenarios internacionales de la economía europea. Los violentos magnati –con sus caballeros, torres y tierras– no podían formar un gobierno por su inhabilidad para cooperar y su tendencia a tratar los asuntos con violencia en lugar de recurrir a las negociaciones. Los magnati dejaban en las manos de los umanisti y los nueve priores de los grandes carteles, el poder ejecutivo de contratar un podestà o condottiere para manejar el gobierno, defender la ciudad y otros asuntos. El podestà siempre era un extranjero ya que los magnati de Florencia no podían funcionar de una manera unificada para gobernar su ciudad-estado a causa de sus tendencias hacia la violencia incontrolable.

El día 18 enero de 1289, los nueve priores, ya en control de mucho del gobierno, decidieron abolir la servidumbre en el campo y el feudalismo en Florencia. Eso proveyó trabajadores en cantidades inexhaustibles para sus factorías, mientras para los magnati, significaba que ya no tenían siervos, ni su base de poder en el feudalismo de la violencia incontrolable.

En 1293 los priores, con todos los poderes acumulados por sus habilidades de manejar la contaduría y la correspondencia, podían, al final, negociar con los magnati desde una posición de poder y control. Este año los nueve priores establecían legislación formal: las Ordenanzas de Justicia que formaba la base legal de la república de Florencia, dividiendo los poderes en un gobierno comunal conformado por los carteles de elites urbanas y seglares —todos los poderes mercantiles— que ya constituyeron el nuevo gobierno. Fue una democracia de carteles mercantiles y dueños de propiedad, no de las venganzas de sangre de los magnati.

Las Ordenanzas de Justicia también requerían a los magnati que destruyeran sus altas torres, símbolos de poder público en manos privadas, para hacer lugar a espacios públicos denominados piazzas, que ya pertenecían al pueblo porque allí tenían lugar para convivencias sociales, pláticas políticas y las prédicas de los frailes en el vernáculo, que eran los “rock-stars” de ese momento. La población de la nueva república nunca había tenido antes posesión sobre esos espacios.

Las Ordenanzas de Justicia también tenían otras provisiones. Estipularon las cualificaciones para quienes podían participar en el gobierno y las magistraturas: tenían que ser dueños de propiedades y pagar impuestos. Los magnati, por su comportamiento violento, fueron excluidos por las Ordenanzas de Justicia de la participación en el gobierno y requeridos a pagar bonos para garantizar su buen comportamiento y el de todo su parentesco de familia extendida, porque su violencia hizo peligrosa la práctica de comercio.

Pero sigue el drama de los gobiernos y sus construcciones tan dramáticas. Un tal William Shakespeare, viendo la situación en Italia —y también en la propia ciudad de Londres— entendió el problema y lo presentaba en las primeras escenas de su tragedia, Romeo y Julieta, con escenario en Verona, de las familias de magnati, es decir, los Montesco y los Capuleto, entre quienes el Duque de Verona no podía contener ni controlar la situación. El resultado fue la muerte de dos bellos jóvenes.

El ambiente y sabor de la situación de las grandes familias de Verona es captado por las audiencias de Londres, quienes sufrieron la misma situación, tan parecida a la de Verona y Florencia. El lamento amargo y colérico del Duque, por la muerte de un hijo de los Montesco y una hija de los Capuleto, nos hace un aviso, capturado en las últimas palabras de la tragedia de Shakespeare: “All are punishèd” (“Todos son castigados”).