No hay ningún arte para conocer la construcción de la mente en el rostro: el vértigo político de la ironía en el Renacimiento

“Quien ocupa un puesto público, antes de todo lo demás, sabrá que él tiene que desnudarse de su propia persona para conservar solamente la persona pública, del cuerpo civil entero”. Matteo Palmieri, Vita civile (1528)

descripción de la imagen

Por Katherine Miller

2019-02-24 8:32:57

Cuando el mundo era medio milenio de años más joven, encontramos lo que se denomina el Renacimiento, aquella transición de una época a otra, es decir, desde el fin del Medioevo hasta la siguiente época que tomaría su lugar, y Nicoló Maquiavelo, en la cúspide del Renacimiento, escribió, en su obra El Príncipe, que:
“Al describir con toda crudeza al príncipe, Maquiavelo sólo quería aumentar la oposición a esta forma de poder, acelerar la revolución y, en esta manera, cumpliría con El Príncipe una pirueta rematadamente maquiavélica: conseguir el favor de quien pretendía derrocar. En esta línea se sitúa Sir Francis Bacon cuando escribía que el objetivo de El Príncipe no era de enseñar los tiranos a los pueblos—porque ya sabían lo que tenían que hacer—sino enseñar a los pueblos a detestar a la tiranía”. (Prieto, Fernando. Historia de las ideas y de las formas políticas -Madrid, 1993-, citando a Sir Francis Bacon en The Advancement of Learning, II, XXI, 9).

Con eso como preámbulo, se tiene que preguntar ¿Qué tiene que ver La Tragedia de Macbeth de William Shakespeare con El Príncipe de Maquiavelo? ¿Es posible que en el Renacimiento—contrario a las concepciones más prevalecientes—la concepción de las categorías éticas se sintió más con respeto al pecado que con la virtud?

La primera presentación de Macbeth por la compañía de Shakespeare, The King´s Men, se llevó acabo en el Gran Salón del Palacio de Hampton Court en 1606 ante el rey James I, y su cuñado, el rey Christian IV de Dinamarca, quienes conocían a plenitud el Complot de la Pólvora, que era, sin duda, el trasfondo de Macbeth. El Complot de la Pólvora (05 noviembre, 1605) fracasó en un intento de explotar, con barriles de pólvora, al rey James I de Inglaterra (1566-1625) y a todos los miembros del Parlamento, acción organizada por algunos católicos romanos en Inglaterra, quienes buscaban acabar con la persecución de la corona.

Como nos comenta el gran historiador holandés, Johann Huizinga, “El alma apasionada y violenta de la época, siempre vibrando entre la piedad lacrimosa y la crueldad frígida, entre respeto e insolencia, entre el desaliento y el desenfreno, no pudo quitarse de las reglas más severas y los formalismos más estrictos. Todas las emociones requirieron un sistema rígido de formas convencionales, porque sin estos últimos, la pasión y la ferocidad hubieran hecho un caos de la vida”, (El Otoño del Medioevo).

Con eso, la ironía de las siguientes metáforas toman hasta la forma de imágenes: “No hay manera de conocer la construcción de la mente en el rostro” o “los que duermen y los muertos son solamente dibujos”. Otro ejemplo es cuando Macbeth mismo pide a las estrellas esconder sus luces cuando él asesina a su anciano rey de Escocia, Duncan, a quien la corte y la audiencia encuentran con “su sangre de oro sobre su piel plateada”. Es que el arte y lenguaje de Shakespeare están dibujando la concepción material de categorías éticas como parte de la lucha del espíritu de la época, que anhela subir encima de las imágenes. El drama, en este caso, nos presenta un período no tan sereno y feliz como los frescos y estatuas de los santos en las iglesias.

Repasamos un poco la trama de la Tragedia de Macbeth para envolverlo en los contextos dibujados arriba, pero, por el momento, sin las bellas y terribles metáforas políticas que presenta Shakespeare. Las primeras palabras de la primera escena de la tragedia las declara el rey Duncan de Escocia en el siglo XI: “What bloody man is this?” (¿Quién es este hombre sangriento?), presunción que anuncia que la obra va a ser violenta con respecto al gobierno, porque el rey Duncan y su corte formaban el gobierno de Escocia.

Macbeth es un caballero leal y valiente del rey Duncan, quien se presenta ante él después de una batalla y de la ejecución de un traidor. Macbeth, sin embargo, había escuchado y presenciado la profecía de tres brujas, quienes anunciaban que él mismo llegará a ser el rey. Ahora, como Macbeth es doblegado por las ambiciones y la avaricia, él toma por verdadero apoyo la profecía de las brujas, emblemas de las fuerzas maléficas externadas desde las ambiciones de su ser. Este estado de asuntos implica que, para que Macbeth asuma el trono, tendrá que remover (léase, asesinar) a Duncan.

La esposa de Macbeth también es ambiciosa, y anima y exige a su esposo matar al rey Duncan para asumir el trono en su lugar. Pero después del regicidio, el miedo, la culpabilidad y la paranoia llevan a Macbeth a cometer más y más asesinatos y a robar más y más propiedades y títulos, empujado por su confianza en las profecías de las brujas, eventualmente lo lleva a su caída y es muerto en batalla a manos de quienes causó tanto daño.

Uno de los presupuestos que nos ayuda a conocer el pasado—en este caso, de Escocia medieval, país natal de James I— es la ironía, especialmente la dramática. En el caso de la tragedia de Hamlet, la ironía es una forma de lenguaje o expresión que presume una “doble audiencia”, consistiendo por una parte, que son católicos, quienes al escuchar entenderán lo que está haciendo y hablando el príncipe Hamlet. Y por otra parte están los protestantes, creyentes en la religión del Estado de Inglaterra bajo la reina Elizabeth I y James I, quienes no entenderán plenamente las llamadas veladas que proclama Hamlet para una insurrección católica.

Está también la ironía dramática que consiste en una separación entre la parte de la audiencia que sabe a profundidad de la situación y los protagonistas del drama, quienes no lo entienden. Ejemplo de eso es Edipo Rey del griego Sófocles, en donde el rey no sabe que ha asesinado a su padre y se ha casado con su madre, pero la audiencia sí lo sabe, es decir, la ironía es una forma de lenguaje o una situación de ironía dramática que habla a una “doble audiencia” o a una separación entre la audiencia y los protagonistas, quienes al escuchar no entenderán plenamente, junto con otra parte que, cuando hay más significado expresado que se percibe en un nivel literal es consciente de ese nivel, junto con lo que está disponible a una percepción de la parte de la audiencia más sofisticada.

Un ejemplo de los muchos usos de ironía en Macbeth para ilustrar este punto es cuando el mejor amigo de Macbeth, Banquo, le avisa de no tratar solamente en apariencias y le aconseja en los siguientes términos: “A veces, para ganarnos a nuestro daño, los instrumentos de la oscuridad nos dicen verdades de apariencia para ganarnos con bagatelas honestas, pero después, nos traicionan con las consecuencias más profundas” (“Oftentimes to win us to our harm, the instruments of darkness tell us truths, to win us with honest trifles and betray us in deepest consequence”, Macbeth, Act I.iii).

Ya que Macbeth es, obviamente, una tragedia política e irónica que toca el alma de personajes políticos ambiciosos, que es además presentada ante dos reyes de dos países, y que abarca un conflicto religioso con un conflicto político del Estado que consiste en la ambición desenfrenada, no hay manera de no contraponer el mundo político fuera de Hampton Court con la política dentro de Hampton Court en uno de los textos más exquisitamente irónicos, después del Complot de la Pólvora.

Para leer a Shakespeare: historias y otros trasfondos de los tiempos de sus obras

En Macbeth, al principio de la obra, el rey Duncan (representativo del buen gobierno además de ser, históricamente, antepasado del rey James I, al principio de la tragedia) abraza a Macbeth y, como padre bueno, dice que espera que Macbeth crezca en su pecho y corazón como un árbol verde: metáfora del buen gobierno. Pero, por todo el movimiento de la obra, llegamos, progresivamente, al final cuando en la última escena Macbeth es denominado “that dead butcher” (“aquel carnicero muerto”).

Ha habido un movimiento irónico desde la confianza que provee un buen gobierno hasta el desprecio vulgar que Macbeth, emblema del mal gobierno, produce por la violencia sangrienta y falta de seguridad. Macbeth ha caído vertiginosamente de la altura de la confianza política hasta la traición sangrienta. Y durante este proceso, los otros caballeros que conforman el gobierno no han percatado en su rostro la construcción de su mente.

Es el uso de las ironías profundas de El Príncipe de Maquiavelo que están agregadas a la sopa en términos irracionales y emocionales. Machiavelo y su ironía son ingredientes de la Tragedia de Macbeth, aunque El Príncipe fue solamente traducido por pedazos y plagiado en las calles de Londres cerca de los teatros y catedrales. Son los tiempos del estadista inglés, Sir Francis Bacon, quien explica, como es mencionado antes, el significado irónico de las intenciones presentadas en los escritos de Maquiavelo.

De hecho, en el mundo de la política, de los estadistas y los gobiernos no hay magia para descifrar la construcción de la mente en el rostro, pero la ironía sigue informando a la audiencia—a los ciudadanos— en una forma vertiginosa.
FIN

Lecturas recomendadas
Shakespeare, William. La Tragedia de Macbeth. (Cátedra)

Bacon, Sir Francis. The Advancement of Learning

Machiavelo, Nicoló. Obras Completas