Para leer a Shakespeare: historias y otros trasfondos de los tiempos de sus obras

Hay que conocer el contexto histórico para entrar en su mente y corazón a través de los siglos.

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???El triunfo de la Muerte??? (1562 -1563) del holandés Pieter Brueguel El Viejo. Museo del Prado, Madrid.

Por Katherine Miller, Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2019-02-09 3:12:52

Vamos a hablar del pasado. Es un país extranjero y extraordinario, y allí se hace las cosas de manera distinta. Las personas y pueblos de los que vamos a hablar, no son sencillamente salvadoreños que vivían hace unos 500 años. Las vidas, costumbres, maneras de pensar e historias son completamente diferentes de los que vivimos aquí y ahora. Tenemos que quitarnos los anteojos del siglo XXI, y ponernos las gafas de un observador de otras culturas de los siglos XVI y XVII, cuando vivió, escribió y trabajó como empresario William Shakespeare.

Tenemos que tratar con los temas de la iglesia-las iglesias-y los gobiernos de la Reina Isabel I y el Rey Jaime I de Inglaterra y VI de Escocia. Pero antes de comenzar, sería útil un recuerdo del gran historiador, George Saintsbury, quien solía comenzar sus cursos sobre la historia de la literatura con la siguiente introducción:

“Damas y Caballeros, Inglaterra es una isla…”.

Con lo cual, Saintsbury quería decir que los ingleses se consideraban, por ser una nación-isla separada de Europa, que eran distintos, excepcionales, superiores y diferentes de sus primos que vivían en el continente al otro lado del Canal de la Mancha-que los ingleses denominaron, en su soberbia, The English Channel.

Al otro lado de este famoso canal, los franceses de los renacimientos europeos consideraban a los ingleses una especie de bárbaros vestidos de frac.

Comenzaremos intentando elaborar una fotografía-una ventana, una mirada por un cerrojo-a la Europa de los renacimientos con el objetivo de presentar un contexto social, político, religioso y cultural del período que se suele llamar “los renacimientos”. No eran solamente el arte bello y la arquitectura exquisita que siempre nos presentan. Estaremos navegando, más o menos, en los tiempos del período comprendido entre 1450-1620.

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Durante este período habían guerras continuas: las Guerras de las Rosas, las luchas francesas contra Burgundía y Britania, las guerras religiosas en Francia entre católicos y protestantes (que se denominaron huguenotes), las guerras de España católica contra los Países Bajos protestantes, la guerra civil inglesa, la Guerra de los Treinta Años y otras.  Estas guerras comenzaron a evidenciar, más y más, rasgos y matices de ideologías religiosas. Estos son los tiempos después de las reformas católicas, la reforma protestante, la contra-reforma católica y el monumental Concilio de Trento, que terminó en 1563.

“Niño encendiendo una vela” (1571), óleo del griego Domenikos Theotokopoulos El Greco. Museo di Capodimonte, Nápoles.

En general, la gente de Europa-incluyendo los ingleses- se preocupaba por las relaciones sociales con sus superiores y con sus inferiores aquí en la tierra. Pero, más importante era su relación con su Dios, porque la salvación de sus almas era primordial. Así es que habían guerras entre las diferentes religiones: guerras sangrientas en que enormes y vastos ejércitos se movían lentamente sobre largas distancias, y con frecuencia causaron la bancarrota de sus amos, quienes eran los príncipes y reyes (laicos o eclesiásticos) de los renacimientos, quienes siempre se encontraron en la necesidad de pedir prestado enormes cantidades de dinero.

Durante nuestro período, comenzando en el siglo XVI, estos ejércitos tenían armas de fuego como mosquetes, y armas de fuego en general que destruyeron los huesos y cuerpos con su impacto.  Es decir, las guerras ya no eran caballerescas, con hombres en armaduras exquisitas, montados en caballos finos, con arqueros e infantería, banderas brillantes, trompetas y espadas resplandecientes.

Por otra parte, vamos a ver un poco el nivel social y unos datos que nos pueden dar idea de la vida cotidiana. Había un alto nivel de mortalidad infantil. Por lo general, unos 450 de cada 1,000 niños murieron en alguna etapa de sus jóvenes vidas, mientras que hay cifras enormes de mujeres que murieron cuando dieron luz.

Otro dato que marcó la vida en todos los renacimientos fue la peste negra, que afectó a Europa por primera vez en, aproximadamente, 1347, y que continuó intermitentemente por siglos. Durante los brotes de las epidemias cerraron los teatros por miedo a la contaminación. La peste negra, entonces, tenía un impacto directo e inmediato sobre la profesión de Shakespeare y los muchos actores y empresarios del teatro, ya que por orden del Master of the Revels (el censor) se dio el cierre de los teatro, y eso implicaba la falta de ingresos financieros para todos los que trabajan en los teatros.

Tampoco había aspirina, anestesia, ni antibióticos-ni conocimientos de cómo tratar enfermedades más allá de las enciclopedias de los árabes, quienes tradujeron a Galeno y Hipocrates. Si se cortaban la mano trabajando en el campo o se quemaban trabajando como herreros y comenzaba la gangrena solo tenían la opción de la amputación o la muerte para la persona.

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Por ejemplo, en 1564, cuando nació Shakespeare, están documentadas las muertes por la plaga en la aldea de Stratford-Upon-Avon en la provincia de Warwickshire, donde nació Shakespeare: 253 personas murieron de una población total de 800 habitantes.

En partes de Europa-en Inglaterra, por ejemplo-hasta la tercera parte de la población murió porque no sabía cómo tratar la peste con medicinas, ya que no tenían ningún entendimiento sobre cómo tratar esta enfermedad contagiosa. Eso redujo, repetidas veces, el tamaño de la fuerza laboral y causó fuertes aumentos en los niveles salariales por la situación social en general. Para los que sobrevivieron, había más alimentación porque había menos personas. Pudieron pedir salarios más altos, porque los trabajadores estaban en demanda ante la muerte de muchos.

A nivel político, las ciudades, comunas,  monarquías, principados o arzobispados eran las bases de lo que iba a crecer y llegaría a ser “un estado”, “una república”. Pero todavía no. La ideología del rey, reina o arzobispo se centrada en que eran personas ungidas por Dios, y por eso gozaban del derecho divino a reinar. El siglo XVII es la cuna de la fuerte monarquía como en Francia, donde el Rey Louis XIV dijo “¿l´État?  C´est moi!” (Yo soy el estado). La monarquía de Europa más grande era el Imperio Sagrado Romano, en este caso del Emperador Carlos V.

“Sueño de una noche de verano” (1857) del inglés Samuel Cousins, según la obra de Henry Landseer. Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Pero algunos acordaron que una vez en el siglo XII un tal Juan de Salisbury, religioso inglés de alto nivel, escribió su gran obra Policraticus, en la que, junto con el magnífico jurista de Inglaterra, Henry de Bracton, argumentó que la tiranía y la opresión arbitraria eran ilegales e iguales a la tiranía. Y si un tirano oprimió a su pueblo, el pueblo (élite, no los campesinos)) tenía derecho a insurreccionarse y matar al rey. Es decir, el regicidio, en casos muy especiales, era permitido en el derecho canónico y en el derecho civil. Esta tendencia de pensamiento legal y filosófico se desembocó en la creación de la Escuela de Salamanca en España durante el siglo XVI con Francisco Suárez, S.J. y Domingo da Soto. Pero, por ahora, quedémonos con el pensamiento del jurista inglés del siglo XII, Henry de Bracton, quien declaró:

“Nunca debe el rey tener un igual en todo el reino, pero deberá  ser sujeto a Dios y al Derecho (canónico y civil), pues el derecho hace al rey.”

Además, comentó el especialista en estudios renacentistas de nuestro siglo, Henry Kamen, de la Universidad de Oxford:

“La guerra, la tierra y la jurisdicción formaron los tres aspectos básicos y tradicionales de la nobleza-quien monopolizó una base militar”.

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Sobre la economía de la Europa renacentista, el desarrollo del comercio surgió a todo vapor, y la corona siempre necesitaba dinero desesperadamente. Pidió prestado a los banqueros y empresarios italianos, los Peruggi, los Acajuoli, los Bardi, los Médici; y a  los banqueros y empresarios alemanes, los Fuggers y los Welzers. Estos habían inventado los libros de contaduría y las letras de cambio, entre una gran panoplia de herramientas administrativas para hacer funcionar los bancos, los préstamos y las asociaciones de responsabilidad limitada (los Joint Stock Companies).

Todos estos negocios eran internacionales y requerían notarios, traductores, escribanos, contadores, entre muchos nuevos oficios más, para financiar no solamente las guerras religiosas, si no el comercio marítimo y terrestre internacional. ¡Estos últimos ya tenían acceso hasta seguros marítimos!

El negocio más grande, sin embargo, siempre era la trata humana de esclavos. Pero simultáneamente, los textiles-lana, seda, algodón-formaron parte básica del modelo de la producción e intercambio comercial de Europa. Eso por el comercio con Inglaterra y España por la lana, con China por la seda y con la India por el algodón, ambas provenientes de la Ruta de la Seda que terminó en Constantinopla, la metrópolis antigua que monopolizó los textiles, porcelana, especies y otras riquezas del Oriente, vendiendo este monopolio a la Venecia la Serenísima. Y así exportó esas riquezas a toda Europa.  En el norte, la ciudad portuaria más grande y fuerte era Amberes (Antwerp), en la costa del norte de lo que ahora es Bélgica.

En la cuestión de nacionalidades étnicas, había un miedo en Europa del Turco y de los musulmanes, quienes comenzaron, después de la primera Jihad en el siglo VII, a formar una enorme serie de califatos que rodearon el Mar Mediterráneo, e hicieron de este mar un “lago islámico”.

Shakespeare presenta esta, su Europa, en sus obras cuando vemos que Otelo es un moro (de la Magreb en África) contratado como Jefe del Estado Mayor de Venecia. Romeo y Julieta viven sus amores en Verona, mientras Isabela sufre las injurias e injusticias representadas en Medida por Medida en Vienna. La evolución de los instrumentos de guerra, incluyendo los “arcos largos” de los campesinos rudos que defienden Inglaterra en la obra histórica, Enrique V, también de Shakespeare, enfrentan la flor y nata de la aristocracia francesa, vestidos con armaduras elegantes. Los arcos largos penetran las armaduras y dan la victoria a Inglaterra. Hamlet es danés, mientras que Macbeth es de Escocia. Juana de Arco, en Enrique IV, parte I, habla para nosotros aquí en nuestro propio mapa contemporáneo, cuando declara:

“Una gota de sangre que proviene del pecho de tu país

Nunca deberá causarte más luto que los riachuelos

de sangre extranjera.

Regresa, por lo tanto, con un río de lágrimas,

Y lava hasta que desaparezcan las manchas de tu propio país”.

Para leer a William Shakespeare, hay que conocer el contexto histórico para entrar en su mente y corazón a través de los siglos. Como Ofelia nos dice, en Hamlet,: “We know not what we are, but not what we may be” (“No sabemos lo que somos, ni lo que podemos ser”).