Marco Tulio Cicerón; desde las costumbres de los ancestros hasta el estado de derecho

“Cicerón consideraba que las artes podían florecer solamente en tiempos de libertad. En el año 43, Cicerón fue decapitado durante el terror del Triunvirato”. Moatti, Claudia. The Birth of Critical Thinking in Republican Rome (Cambridge University Press, 2015).

descripción de la imagen
Cicerón en el Senado Romano, acusando a Catilina, fresco del pintor Cesare Maccari (1840-1919). Exhibido en el Palacio Madama del Senado de la República, Italia. Crédito de imagen / Senado de la República

Por Katherine Miller

2019-01-12 4:26:43

Las obras que escribió Cicerón (106-43 a. C.) califican como obras clásicas.  Y, en la apreciación del gran humanista, Nicolás de Maquiavelo, en sus Discursos sobre Tito Livio,  “Un texto clásico es un texto del cual uno puede abstraer nuevas ideas”.

Cicerón participaba en la vida cívica de la Roma republicana como cónsul (un puesto similar al de presidente de la república), escribió sobre filosofía moral, perfeccionó el ensayo y la correspondencia en latín,  y fue el abogado más famoso de la antigüedad.

Algunas palabras congeladas para Navidad

La vida al estilo romano fue en general impregnada por una visión:  la manifiesta preferencia cultural debido a la fuerte actividad de la guerra.  No así a los griegos, de  quienes Cicerón prestó sus visiones de la filosofía, las referencias a sus tragedias, la historia y el derecho. Aunque no provenía de una familia aristócrata, Cicerón como todos los de las clases élites de Roma, estudió en Grecia y hablaba griego; además procuró que su hijo también estudiara allá y, por supuesto, fue influenciado de una manera profunda por lo que habían logrado los griegos en todos los géneros de la literatura, la tragedia y el derecho.

Cicerón mismo explica, en su obra De los deberes (De oficiis), a su hijo, Marco, quien estaba estudiando en Grecia, como eran los romanos:

“Para los romanos, la acción y las disciplinas del poder (es decir, solamente las militares y el derecho) siempre sobresalieron en la jerarquía de los deberes y los honores (…) Pero, el pensamiento pertenecía al dominio de la vida privada del individuo”. De los deberes 1.6.19.

De los deberes ha sido descrito como “aquel manual para la clase reinante” (Santo Mazzarino. Il pensiero storico clásico, Roma).

Para Cicerón, escribir y hablar era simultáneo con actuar. Y partiendo de esta premisa, entendemos que, originalmente, en Roma, las costumbres y tradiciones de los ancestros, las mos maiorum fueron las que definieron lo que era bueno y verdadero. Estas colecciones de tradiciones antiguas, consensadas por todas las clases del pueblo romano, abrigaron la manera folclórica de los que habían vivido antes de ellos, y, por eso, merecían tal respeto que las imitaron hasta la República romana, los tiempos de Cicerón, cuando los que gobernaban a Roma durante el primer siglo a.C. eran el Triunvirato, César Augusto, Lepidus y Marco Antonio.

Busto de Cicerón de autor desconocido, de la era de Augusto (27 A.C. – 14 D.C.). Museo Capitolinos de Roma, Italia.

Pero Cicerón no se quedaba callado y trabajaba políticamente contra Marco Antonio, el principal del Triunvirato, y lo acusó de corrupción política en sus Oraciones Filípicas.  Además, Cicerón aplicó presiones, en su calidad de cónsul, contra la legislación del Senado en relación al alivio de las deudas, provocando así la Conjuración de Catalina, una serie de eventos históricos  descritos en estilo propagandístico –elocuente y salaz–por el contemporáneo y colega de Cicerón, Caius Crispus Salustio.

como sabemos, la transición desde la República al Imperio romano y la Pax Romana de César Augusto no fue suave ni gradual, si no que muy violenta. Marco Antonio no le perdonó a Cicerón sus ataques en las Oraciones Filípicas, las cuales Cicerón presentó con una fuerte y convincente oratoria ante el Senado en pleno. De hecho, mandó a un grupo de hombres a parar su silla de manos y a decapitarlo. En estos eventos, Cicerón, sabiendo lo que iba a pasar, ordenó a sus sirvientes huir para que no sufrieran a su lado la muerte que se avecinaba. Marco Antonio mandó a cortar la lengua y las manos de Cicerón -los instrumentos que había usado en su oratoria contra él- y ambas fueron clavadas al rostro del Senado como advertencia para aquellos que quisieran insultarlo o criticarlo.

Pero antes de su muerte, Cicerón había ejercido su vocación de abogado en el dominio de las cortes públicas para, en sus  propias palabras, proteger el “bien público con la razón de hombres sabios”. Como abogado, defendió a muchos hombres famosos de la vida pública, y preguntaba continuamente, ¿cuál era la esencia de las leyes? o ¿cómo debemos entendernos tanto en una entidad urbana como en una ciudad? De hecho, escribió una obra, De Legibus (Sobre las Leyes) para responder a estas mismas preguntas.

En De Legibus , Cicerón nos presenta el conflicto entre las mos maiorum (las costumbres de los ancestros romanos) y el ius gentium (el derecho de las naciones, de un pueblo con preceptos esenciales de la humanidad). El ejemplo que presenta para ilustrar esta clase de derecho es a la niña Antígona de la tragedia de Sófocles, el dramaturgo griego. Habiéndole sido prohibido enterrar a su hermano, porque era culpable de traición contra la polis, bajo la pena de la muerte, Antígona asevera que no tiene miedo ni ante los dioses, para decir, “eso lo hice yo” y lo hice, dice ella, porque lo que se había atrevido a hacer era humano -es la ley natural que cualquier ser humano entierre a su hermano y esta ley es más que la del rey (Creon) de ordenar su muerte por enterrar a su hermano.  Esta es la ley natural de todas las naciones y pueblos, el ius gentium.

Este ius gentium -que Cicerón explica en su propias obras- es una ley insertada por la naturaleza para todas las criaturas humanas que desean resolver disputas no con espadas si no con juicios y sentencias. Es un aporte magnífico de Cicerón al Derecho Romano.

No obstante este ejemplo griego contribuyó al Derecho Romano, éste no dependió completamente de los griegos. Cicerón, con sus escritos y argumentos públicos en las cortes de Roma, aportó a la precisión y refinamiento de la vida ordenada y en libertad de un Estado (en este caso, una república) bajo el mandato de la leyes.

He aquí un avance en el papel de la ley en todo el reino de la razón y que no depende de las costumbres y las tradiciones del pueblo (mos maiorum). Con la entrada en vigencia del ius gentium (la ley de la humanidad),  el derecho consuetudinario de los ancestros (mos maiorum) es sustituido por el dominio de la racionalidad.

Cicerón también es crítico de la filosofía moral de los romanos y  nos encomienda las cuatro virtudes más importantes en su obra De los deberes (De oficiis). En esta creación, enviada a su hijo Marco, quien tiene problemas en sus estudios en Grecia, y también a nosotros, encomienda las siguientes virtudes públicas para servir en la práctica de la política: (1) La sabiduría -no solamente la información de su smartphone. (2) Siga la Justicia que gobierna la relación entre los seres humanos. (3) La tercera es muy exquisita: es el valor, y no el valor del campo de batalla, si no el de pararse y defender su derecho y visión aun cuando uno sea el único. (4) La  cuarta, y última, es la moderación, pues cualquier cosa puede llegar a convertirse en excesiva (otra lección de los griegos).

Pero debemos examinar como Cicerón, en su calidad de abogado/orador, que defendió a personas acusadas de diferentes delitos. Entre los casos más famosos está su Defensa de Milo (Pro Milone), a quien Cicerón defendió contra la acusación de homicidio. Milo fue acusado de matar en sangre fría al líder de un partido político -un tal Clodio- en medio de una situación electoral bien dudosa. Milo era un amigo personal y un colega político de Cicerón. Su defensa de Milo ha pasado a la historia y está disponible para nosotros por escrito, pero no podemos saber si lo que Cicerón declaró en defensa de Milo fue verdad. Solo podemos saber lo que Cicerón deseaba que los del jurado creyeran.  Los argumentos para la defensa no estaban sustentados en los procedimientos judiciales  si no más bien en una presentación de la retórica social en la que articuló los valores y presuposiciones de la audiencia romana presente: o sea, según la oratoria de las cortes públicas de Roma. La defensa de Milo (que perdió) nos puede parecer menos una oración de defensa que un entretenimiento argumentado por medio de la política.

Finalmente, en estas cortes, Cicerón participó en el escenario, y defendió clientes acusados de delitos como ambitus, que se traduce como “mordidas electorales”. Ambitus, por ejemplo, consistió en la distribución de bolsas de comida, tal vez con la insignia de un “partido político” acompañada por la extracción de la promesa de votar por su candidato si no deseaban que su familia sufriera daño.  ’ era el delito de ambitus, calificado como tal bajo el Derecho Criminal de las cortes de las comunidades contra las que Cicerón defendió a su amigo Mureno. (Véase Pro Mureno, En Defensa de Mureno).

En estas citas se puede decir que los gestos de las manos y brazos de Cicerón, las figuras retóricas al igual que actuaciones como tirar su brazo alrededor del cuello de su cliente (el acusado) para poder “prestar” un poco de su buena virtud como abogado a un cliente que más parecía un mafioso. Y es que Milo sí era culpable de matar a su contrincante, Clodio -y Cicerón bien lo sabía.

La muerte de Cicerón, asesinado bajo la orden de Marco Antonio, ilustración de Tancerdi Scarpelli (1866-1937) para La historia de Italia de Paolo Giudici. Colección privada. Foto AFP

Un crítico, historiador de derecho ha dicho que, en estas cortes públicas de Roma, la verdad era, en realidad, la producción de la verdad, una versión convincente y plausible de la realidad como estratagema. Los abogados/oradores  sabían que su presentación del caso tenía que aparentar ser verdadera, o, por lo menos, ser una versión cercana a la verdad.

Hemos visto la ofensa de ambitus (mordidas o regalos electorales intercambiados por un voto, garantizado por amenazas). Habría que analizar con precisión la diferencia entre regalo y regalo que compromete. Este es el caso Pro Roscio (En Defensa de Roscio), que Cicerón perdió.

Otro ejemplo es la ofensa de sodalicia (conspiración electoral) y repetundae (extorsión criminal) son  casos muy difíciles a desenredar que tenían de fondo los valores de las élites. Consistían en el reparto de banquetes o regalos para mostrar “generosidad”, según las mos maiorum de los ancestros romanos y que deberían parecer “desinteresados” para que no fueran ilegales, pero que eran obligatorios según las costumbres de las élites hacia el pueblo en tiempos electorales.

Cicerón defiende a su amigo Cluentio Habitus ((Pro Cluentio, En Defensa de Cluentio) contra acusaciones de sodalicia y gana una absolución para su cliente. O sea ¿el banquete y la bolsa de comida con la marca del candidato sellado en ella era “generosidad” (una cualidad buena) o implicaba una obligación de reciprocidad (una ofensa contra la ley)? Depende de la interpretación política. Y todos estos casos de Cicerón eran políticos en el ámbito de elecciones.

Es que no había Fiscal en la República romana. Además, no había crímenes en Roma que no calificaran como delitos políticos.  En este caso, la política y la verdad no son contradictorias, pero, sí, complementarias. Habría que consultar los manuales para saber cómo manejar una elección. El hermano de Cicerón,  Quintus, escribió uno que podemos consultar hoy mismo.

Así que, lo que era justo consistió en que todos se pusieran de acuerdo en qué era justo, aun si las conclusiones a veces eran contrarias a los requisitos de las instituciones tradicionales.  Sí, se ve que se ha pasado desde las mos maiorum a la racionalidad en el campo de derecho.

Como escribió Nicholas Frérer en sus Reflexiones sobre el estudio de los historiadores ancianos, de edición 1727,

“Aquellos siglos iluminados nos parecen”.