Sir Thomas Wyatt: una vida entre la poesía y la realpolitik

“Para Sir Thomas Wyatt, las palabras funcionaban como cristales de ventanas. Pero para otros poetas de su tiempo, las palabras eran más como ladrillos amontonados que funcionaban como defensa contra algún portal, fisura o filtración de su significado”. Shulman, Nicola. Graven with Diamonds, the Many Lives of Thomas Wyatt. (2012).

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Retrato de Thomas Wyatt (1540) por Hans Holbein el Joven, artista alemán que fue nombrado pintor de la corte del rey Enrique VIII en 1535. Royal Collection, castillo de Windsor, Inglaterra. Foto AFP

Por Doctora Katherine Miller

2018-12-08 3:23:13

Poetas, desde el poeta romano escandaloso, Ovidio, en los tiempos de César Augusto, emperador durante la Pax Romana, han sido exiliados por su candente influencia en la política y la moral pública. Se dice, también, que los poemas y poetas, de por sí, no son la causa de cuanto ocurre en la realidad aquí en esta tierra. Pero la consigna que propuso Sir Thomas Wyatt en sus tiempos era: “Listen to the words” (escuchen las palabras).

Se puede discrepar con esta aseveración al leer los poemas de Wyatt —sobre quien se dice que “trajo el soneto italiano a Inglaterra”. Sus poemas, sencillos pero profundos, son los vestigios de actividades peculiarmente especializadas en los que se hace evidente que las palabras funcionan como los cristales de una ventana, con un segundo nivel de significado, ya sea en amor, diplomacia o política.

Por las fechas de su nacimiento y muerte, se puede ver que Wyatt vivió en la corte del rey Enrique VIII durante la Reforma Inglesa, cuando rompió con el Vaticano en Roma y se nombró a sí mismo como jefe de la nueva iglesia de Inglaterra, la Anglicana. Esta corte no era un lugar de transacciones escritas en papel —ya fueran religiosas, políticas o comerciales— si no con el labio al oído y cara a cara. A los que deseaban presentar peticiones, les tocaba esperar durante días para poder ubicar una palabra en el oído de la persona correcta. Un historiador explica que Sir Henry Norris, el hombre más importante en aquella corte, murió sin dejar ni una sola carta ni nada escrito en papel. La excepción, de otro modo, a esta existencia sin papel era la poesía lírica del círculo íntimo de la corte. Mucho de eso fue escrito en los poemas de Sir Thomas Wyatt. Y esta poesía es casi toda la que queda de la vida privada de la corte.

Retrato del Rey Enrique VIII por Hans Holbein el Joven. Walker Art Gallery, Liverpool, Inglaterra.

He aquí un ejemplo del poema CVII, una queja abstracta escrita por Wyatt, traducido del inglés del siglo XVI al español moderno. Debemos tomar nota de que ninguno de los poemas de Wyatt fue publicado durante su vida.

Desear y querer y no obtener,
Buscar y peticionar para aliviar el dolor
Ya que todo lo que hago jamás es en vano,
¿De qué me servirá?

Wyatt, en apariencia, escribió en un tiempo cuando la poesía, sí, causaba algún cambio específico en el mundo real aunque no todos los usos de la misma sean evidentes ahora. ¿Pero de qué asunto estaba escribiendo Wyatt en este poema? ¿Amor? ¿Política? ¿Un puesto en la corte? ¿Es posible que este poema se tratara de “una explosión de la sinceridad” en una relación amorosa. No es claro.

Una cosa es clara: la corte de Enrique VIII, quien llegó al trono a la edad de 19 años, después de la muerte de su hermano, Arturo, era la corte de un erudito, ya que Enrique fue educado, por un tutor que era un sacerdote católico, para entrar en la Iglesia Católica (Inglaterra siendo un país que, en 1536, había celebrado 900 años de vida monástica). Enrique se casó con la reina española, Catalina de Aragón, la viuda de su hermano. E Inglaterra era un país rico. Era un tiempo cuando las ovejas inglesas eran tan numerosas como las nubes en el cielo y su lana proveyó al norte de Europa y a Florencia con tela de lana y generó beneficios económicos a Londres con una población de mercaderes que trabajaban vendiendo y tejiendo la lana para sus pares extranjeros, quienes llegaron con bienes e ideas nuevas desde otros países.

Uno de estos mercaderes —un italiano— que visitaba Inglaterra durante la década de los 1520 aseveró en su correspondencia que durante su estadía allí “nunca tomó nota de que alguien estuviera enamorado— ya sea en la corte o entre las clases más bajas”. Su comentario era que, “O los ingleses eran los amantes más discretos en el mundo o fueron personas incapaces de amar”.

De hecho, la expresión abierta del amor, desde los tiempos de Chaucer (en el siglo XIV) era algo nuevo en la corte de Enrique, tal vez por la influencia de su muy prudente reina de España, Catalina. No obstante, Wyatt escribió sus líricas de “amor cortés” en una sola hoja de papel doblada en varias formas (¿tal vez en forma de corazón?) y que llevaba escondida en la manga de su vestuario para que pudiera ser pasada con discreción, por ejemplo, encima de un vaso de vino, o dejada en un lugar especial para alguien conocedora, porque, por cierto, estos poemas era anónimos y no se utilizaron nombres en ellos. Wyatt escribió, como “príncipe de los poetas y el círculo íntimo de amantes” entre los años 1524 a 1537. El amor cortés llevaba, así como en Francia, Alemania e Italia, el olor del amor adúltero en tiempos en que el matrimonio era un mero contracto político entre familias. Y los poemas que Wyatt escribió se trataban de amor, política o religión, o muchas otras cosas.

Otro ejemplo de un poema de Wyatt, para ilustrar este punto, comienza con, “Quién desea ir a cazar, yo sé donde hay una venada. Pero, para mi, yo no puedo más intentar capturar el viento en una red de pesca”. Sigue hasta que llega al final cuando la venada muestra su collar, en que se lee: “Noli me tangere (no me toques) porque pertenezco a César (…)”. Nunca hubo duda que Wyatt había sido amante de Ana Bolena antes de que se casara con el rey. Y sus relaciones con Ana era asunto de vida o muerte, ya que César, en este caso, sería Enrique VIII mismo.

Retrato de la Reina Anna Bolena por Hans Holbein el Joven. Royal Collection del castillo de Windsor, Inglaterra.

Pero consideremos las palabras “noli me tangere” (no me toques). Son las palabras que Jesús Cristo dijo a María Magdalena cuando ella lo vio en la tumba vacía e intentó tocarlo. También pueden tener resonancias con la parábola de Cristo en la Epístola de San Mateo, capítulo 22: “Dar al César lo que es del César.” Durante las primeras convulsiones de la Reforma Inglesa hay que recordar que Ana Bolena era protestante y representaba todo cuanto Enrique pudo legislar sobre asuntos espirituales después de su separación de Catalina de Aragón, la reina española. Por estos asuntos fueron martirizados Santo Tomás Moro y el Arzobispo Fisher. Ana, en esta lectura, era “la nueva iglesia” (Anglicana) y el poema, por lo tanto, era una pieza importante de la literatura reformista de la brecha de Roma —Ana siendo identificada con “la nueva iglesia” de Enrique VIII. El poema fue escrito en 1527, el mismo año de la ejecución de Ana Bolena; mientras que los martirios de Moro y Fisher no se llevaron acabo hasta 1536. Y no debemos olvidar que para Wyatt, sus poemas eran “cristales de ventana” con muchos significados.

Sigue, cronológicamente, el Peregrinaje de la Gracia, en que una peregrinación/rebelión de católicos ingleses marchó hacia el norte de Inglaterra para rogar a Enrique que dejara de saquear los monasterios. Wyatt, en el año en que Ana fue ejecutada por adulterio e incesto, buscó la protección de Thomas Cromwell, quien había remplazado al arzobispo Wolsey (ya muerto) y fue repuesto en “the good graces” del rey Enrique VIII, por medio de dar evidencias incriminatorias a Cromwell contra otro hombre, Seigneur Chapuys, el embajador de España en Inglaterra, además, indicó que Wyatt, ahora un diplomático y espía en la corte de Felipe II en Madrid, debía ser enjuiciado por la Inquisición por herejía.

Wyatt, ahora con 38 años, ofreció matar al Cardenal inglés Reginald Pole y, en un segundo punto, sabotear la amistad y tratados entre Carlos V, emperador del Sagrado Imperio Romano, y Felipe II, rey de España. Eso unos 50 años antes de que España enviara la Armada Invencible contra Inglaterra para forzarla a regresar al catolicismo con el acto de derrocar a la hija del rey Enrique VIII y Ana Bolena, Elizabeth I. Pero, en 1539, toda Inglaterra pensaba que la invasión española era inminente.

Retrato del Cardenal Reginald Pole (1540), por Sebastiano Piombo. Museo del Hermitage, San Petersburgo, Rusia.

En este mismo año de 1539, Cromwell mandó a capturar a Wyatt y lo encerró en la Torre de Londres por algunas palabras que dijo en el oído de un diplomático que fueron interpretados como una conspiración contra Enrique con el Cardenal Reginald Pole en Roma. Un erudito e historiador insinuó que Wyatt había sido capturado por algunos “diplomatic Chinese whispers” (susurros diplomáticos chinos), o sea, repetir asuntos que dice que oyó, pero que eran, en realidad, indecifrables.

Desde la Torre de Londres, Wyatt escribió una declaración en la que indicó que no se deben “escuchar las palabras” de “hombres quienes hablan aquí sin juramento”. Wyatt fue exonerado y dejado en libertad. En estos días murió, a la edad de 39 años, de una fiebre.