El pintor salvadoreño que estuvo ante la corte de Napoleón III

Oriundo de San Salvador, se marchó del país a los 19 años de edad y jamás regresó. Considerado el primer pintor salvadoreño, su obra plástica fue exhibida en fechas recientes en el Museo de Arte de El Salvador (MARTE).

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Recuerdo de la San Salvador de 1840, litografiado por Cisneros unos 15 años después, en París. Imagen proporcionada por el coleccionista salvadoreño Ing. Carlos Quintanilla. / Foto Por Cortesía.

Por Carlos Cañas Dinarte

2018-10-26 4:16:16

Juan Francisco Wenceslao Cisneros Guerrero nació en la ciudad de San Salvador, el 4 de octubre de 1823, en el hogar de Juan Nepomuceno Cisneros y Dominga Guerrero, donde también llegaron al mundo sus nueve hermanas. Aquel año, la ciudad y provincia sansalvadoreñas habían dejado de ser parte del Imperio Mexicano del Septentrión y se habían integrado en las Provincias Unidas del Centro de América.

Sus primeros estudios los desarrolló bajo el sistema lancasteriano o memorístico, impartido en las dos escuelas primarias fundadas en 1833 por el brasileño Antonio José Coelho (1755-1844) en la parte trasera del Cabildo o Ayuntamiento capitalino.

Por razones políticas, su casa familiar era punto de encuentro constante entre funcionarios federales, nacionales y locales, así como intelectuales y personajes liberales, como Ignacio Gómez, Francisco Morazán, los cónsules británico y francés Frederick Chatfield y Auguste Mahélin, etc.

Retrato del pintor Cisneros, sin fecha. Cortesía de la Biblioteca Especializada del Museo Nacional de Antropología “Dr. David J, Guzmán”, San Salvador.

Casi autodidacta, en 1835 dibujó al carbón a los diputados legislativos, que le rindieron un homenaje por su talento. Abrió su propio estudio en la calle de la Aurora, donde exhibía sus cuadros naturalistas para que los vieran por las ventanas.

Puesto bajo la tutela del cónsul Mahélin, su familia le entregó 600 pesos para que, el primer día de julio de 1842, abandonara El Salvador y se marchara a Estados Unidos y a Francia. Llegó a París el 14 de septiembre de ese año, mientras la ciudad sufría la gran transformación urbanística emprendida por Haussmann.

Fue aprendiz de litografiado para Jean-Francois Gigaux, pintor realista de temas mitológicos e históricos. Pese a sus limitaciones en el trazado de la anatomía humana, fue copista al óleo y lienzo, autor de retratos y grabador. También fue ferviente demócrata, hasta que el príncipe Louis Napoleón Bonaparte decidió abolir la república y coronarse emperador bajo el nombre de Napoleón III.

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Pareja de Ivette, amigo de Víctor Hugo y Chateaubriand y vecino de Eugene Delacroix, se vio inmerso en una conspiración contra Napoleón III, pero su pena de deportación al penal suramericano de Cayena fue conmutada.

Tras laborar casi un año por distintas ciudades de Europa, en 1858 buscó regresar a El Salvador, pero en La Habana le ofrecieron trabajo como director de la Academia de Bellas Artes de San Salvador. Allá desarrolló una amplia presencia intelectual y social, pero siempre sin mayor fortuna material para sus sucesivos hogares, fundados con Clotilde Díaz y con Isabel de Torrejón. Murió en ese puerto, el 12 de junio de 1878 y fue sepultado en la Necrópolis de Colón. Gran parte de su obra se custodia desde entonces en el Museo de Bellas Artes de Cuba. Desde 1912, el gobierno salvadoreño mantiene vigente un decreto que ordena repatriar sus restos mortales.

El 1 de julio de 1877, en una carta dirigida hacia San Salvador, escribió: “hai en mí tres hombres distintos i ninguno completo. -Ninguno fué, ni es lo que debió ser… / EL PRIMERO, salvadoreño por su nacimiento, sus juveniles aspiraciones, sus crueles sufrimientos i por su porvenir… / El SEGUNDO, francés por instinto, por su vocación al Arte, por su impresionabilidad; su educación intelectual, sus gustos i costumbres; sus goces, miserias, flaquezas i locuras; por la conformidad de su índole con la del pueblo de Paris, que desde niño le inspirára las mas ardientes simpatias; por gratitud hácia ese mismo pueblo, en cuyo seno halló hospitalidad, enseñanza, aliento i desinteresadas afecciones… / EL TERCERO… hispano-cubano por reconocimiento á la favorable acojida que obtuvo entre los españoles peninsulares e insulares…”.

El general Francisco Morazán y su caballo Cachureco, litografiados en 1851 en París, por Cisneros. Escaneado digital proporcionado al autor, en 2005, por el escritor y diplomático hondureño Óscar Acosta, ya fallecido.