¿Que significa ser una persona sin Estado? La inmigración desde otra óptica

“Un ser humano puede vivir una vida razonable sin familia, sin una residencia fija, sin afiliación religiosa. Pero sin un estado no tiene derechos, no tiene seguridad. No hay salvación en este tierra fuera del marco de un estado organizado”. Joseph R. Strayer. On the Medieval Origins of the Modern State (Princeton, 1998).

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elsalvador.com

Por Katherine Miller Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2018-08-11 5:19:18

Estamos en una época de grandes movimientos de pueblos, así como se han visto a lo largo de toda la historia. Viendo las imágenes de los refugiados buscando asilo desde África y el Medio Oriente y los inmigrantes de Centroamérica buscando una vida mejor, hay que preguntarse si estas son personas sin estado.

Estar sin estado, o en tránsito desde un estado a otro, implica serios riesgos de seguridad e identidad para grandes poblaciones en movimiento. Construyendo un estado, o como ahora, haciendo ajustes al estado, también hay un riesgo enorme y peligroso para las poblaciones de cualquier país.

Propongo que busquemos en las raíces, los orígenes y las definiciones del concepto de estado para después analizar los riesgos de los que hablamos en el párrafo precedente. En los tiempos medievales en lo que iba a ser Europa Occidental, antes y durante la construcción de estados como unidades políticas bien definidas que duraban en el tiempo y gozaban de espacio fijo y definido, el desarrollo de instituciones permanentes e impersonales era de la esencia.

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Comenzamos con unas definiciones. La palabra y concepto en latín para estado es status, de lo que se desprenden las palabras y conceptos en las lenguas vernáculas: stato, l´état, staat, state, estado, etc. Este ejercicio nos ayudará a esclarecer lo que no es una definición correcta y adecuada, porque el concepto del estado es demasiado importante para abandonarlo a la imaginación o a la definición de cada persona a su antojo.

En la visión moderna de un estado, el concepto hace referencia a una comunidad política, organizada bajo un gobierno que goza del monopolio del uso legítimo de la fuerza dentro de un territorio geográfico específicamente definido por fronteras y que no es súbdito de otro estado; es decir, es soberano. (Oxford English Dictionary (OED), Vol. 16 (1989).)

Aquí podemos pensar en el estado donde vivimos o en los estados en el Medio Oriente o África, de donde están saliendo millones de refugiados buscando la protección de otro estado distinto. Muchas personas que emigran encuentran las fronteras de los estados europeos, como Italia, Hungría, Austria o Estados Unidos resguardadas por alambres de púas y fuerzas armadas.

Para comenzar a definir que es un estado, usualmente volteamos los ojos hacia Roma y al historiador griego viviendo en Roma: Polibio (200 – 118 a. C.), quien elogia el poder del estado romano porque tenía una constitución con provisiones para tres estructuras en el gobierno. Estos son, nos dice Polibio, ejecutivo, judicial y legislativo.

Polibio es admirado por los siglos de los siglos por gente como Cicerón, Maquiavelo y Shakespeare. A esta gente el Profesor Regius de la Universidad de Cambridge, Quentin Skinner, los califica como “Neo-Romanos” (Visions of Politics, vol. 3 (Cambridge, 2002).

Contemporáneo con Shakespeare, podemos acudir al pensador que inventó el casi original concepto de la formación de un estado: Thomas Hobbes, autor del Leviatán en el siglo XVII. Él define un estado como una entidad abstracta e impersonal, separable de la comunidad sobre la que dispone mantener soberanía. El estado trasciende a los individuos, quienes lo componen o quienes reinan sobre el estado en cuestión. Hobbes lo separa de lo que él denomina “el estado de la naturaleza”, donde declara que no hay estado y donde un hombre es un lobo entre lobos: violento, sangriento, rojo en garras y mandíbulas. Hay que construir un estado para la seguridad e identidad de cada quien, y eso por medio de convenios en los que cada persona aporta parte de su libertad a un gobierno—en el caso de Hobbes describe este estado primordial de la naturaleza en forma metafórica como un animal bíblico que se llama Leviatán.

En la confección de cualquier argumento prologado siempre es aconsejable explicar lo que no se está haciendo. Aquí no se están sustituyendo las situaciones de los refugiados del siglo XXI por un análisis filológico del concepto de estado, pero siempre es bueno trabajar con definiciones acertadas de qué es lo que están buscando.

Estas personas que migran —ya sean inmigrantes, refugiados que salen de sus estados originarios o personas desplazadas (dentro de un estado originario) —están dejando su territorio. También hay situaciones corolarias cuando los ciudadanos están construyendo o ajustando las instituciones dentro de su estado. ¿Qué tal un “estado” donde falta una estructura —una estructura judicial— o que no tiene control sobre todo el territorio dentro de sus fronteras porque está controlado por otras fuerzas? Roma salta a la mente —cuando las tribus germánicas se estaban filtrando y controlando el territorio del imperio romano.

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La premisa básica es que la realidad es terca y no se le puede cambiar con palabras. Aunque se cambie la palabra de una definición, la realidad queda como es. Era Tucídides, en su obra, La Historia de la Guerra del Peloponeso, quien examinaba esta idea por primera vez en el Occidente.

La obra de Tucídides fue escrita en griego y después traducida al latín; en el siglo XVII Hobbes la tradujo al inglés florido de la época. Bueno, era Tucídides quien tomaba nota, con ironía, que, bajo presiones políticas extremas y debates sofísticos en que personajes políticos elegidos a la Asamblea de Atenas argumentaron con elocuencia y por ambos lados de la situación, las palabras tienden a cambiar sus significados, mientras la realidad política queda tercamente fija y sin cambiarse, ¡no obstante está el intento de manipularla con meras palabras!

Así, las instituciones del estado sufren una manipulación que conlleva la ilusión de que un estado pueda funcionar sin una de las estructuras del estado—sin estructuras judiciales, por ejemplo. Consideremos el análisis que nos ofrece Tucídides, hace 2500 años, como nota precautoria, y admonitoria a la vez:
“Para insertarse bien en los cambios de los eventos, las palabras, también tenían que cambiar sus significados usuales. Lo que fue valorado como un acto insensato de agresión fue ahora considerado el valor y hombría que se deben encontrar en un miembro de un partido; pensar en el futuro y esperar fue considerado como otra manera de decir que uno era cobarde; cualquier idea de moderación fue ahora considerado un mero esfuerzo de disfrazar el carácter sin valor; la habilidad de examinar y entender un asunto por todas las ópticas posibles cambió para que indicara que uno fue totalmente no apto para la acción. El entusiasmo fanático llegó a ser el signo de un verdadero hombre y de intrigar contra un contrincante atrás de su espalda llegó a ser considerado una autodefensa perfectamente legítima…”.

Thucydides. The Peloponnesian War Libro III.82 (Traducción al del griego al inglés por Rex Warner. Traducción del inglés al español es propia).

En conclusión a esta fascinante y muy moderna explicación ofrecida por Tucídides, no estaremos aquí y ahora examinando el concepto del estado en proceso de cambios y ajustes en sus estructuras gubernamentales, en la cual el concepto del estado es alterado por los cambios en las circunstancias, en una manera oportunista— el tema que plantea Tucídides, hace más de dos siglos, pero muy apto para aplicarlo a algunas situaciones hoy, con esta selección de su texto. No, es a los cambios históricos en formación y metamorfosis de los estados con respecto a la posibilidad de permitir la entrada de inmigrantes y refugiados buscando a otro estado distinto para pedir asilo político. Estos están reflejados en los análisis televisados e impresos.

Al final de cuentas, hemos examinado las formas filológicas e históricas del fenómeno de estado, sus construcciones y los cambios de estructuras que algunos buscan efectuar — ya sea que funcionen o no funcionen. Y así las poblaciones se muevan ahora con y sin estado cambiando la faz de la tierra, las culturas, los estados de seguridad y las posibilidades de protección judicial. ¿Una persona de la Magreb ahogada en medio del mar Mediterráneo en camino a las orillas europeas es una persona sin estado cuando la rechazan —o cuando la dejan ahogarse?

Tenemos que repudiar, entonces, la concepción del estado como agente independiente del pueblo e independiente de quienes los gobiernan, para establecer responsabilidades para la protección y recibimiento de estos gigantescos movimientos de la humanidad, porque, dentro de nuestras consciencias, sabemos que “no hay salvación en esta tierra fuera del marco de un estado organizado”.