Arqueólogos desenterraron en la década de 1990 en la Ciudad de México un esqueleto que tenía 500 años de antigüedad. El cuerpo pertenecía a una persona que fue ofrecida como sacrificio humano y luego decapitado, pero a pesar que esto parecía bastante escalofriante, un objeto que tenía entre las manos era aún más espeluznante.
El objeto era un silbato en forma de calavera, cuando los investigadores soplaron el instrumento describieron el sonido como el “chillido de la mismísima muerte”.
Cuando sucedió el descubrimiento los objetos fueron almacenados, pero años más tarde investigadores los estudiaron y descubrieron que eran “silbatos de la muerte” que producían sonidos alarmantes similares a los gritos humanos. Según publicación de Mundo Misterio, los objetos podrían haber sido utilizados en “ceremonias aztecas, sacrificios y durante batallas para infundir miedo a sus enemigos”.
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Hace 20 años fueron encontrados dos silbatos huecos y en forma de calavera en el templo del dios del viento Ehécatl. Estaba entre las manos de esqueletos masculinos.
También se cree que los aztecas utilizaban diferentes tonos para causar en las personas trances, también habría sido utilizado para controlar enfermedades.
El sonido que produce se compara con el grito de agonía que podría emitir una persona que está siendo salvajemente torturada.
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“La estructura interna del silbato de la muerte genera diferentes corrientes de aire que luego chocan diametralmente entre sí. Mediante esa técnica, los aztecas lograron producir un sonido muy estridente y ruidoso”, dice Arnd Adje Both, arqueólogo.
Captura de pantalla
“Puedes imaginar el sonido que se generaría si tuvieras 200, 300 o 5.000 guerreros soplando estos instrumentos al unísono”, explica Jaime Arredondo, historiador de arte y profesor de estudios mesoamericanos y latinos en la Universidad de Nueva York. “Sería algo extremadamente intimidatorio”.