Sergio Ramírez: “Ya nadie llora por mí”, reflejo de la realidad centroamericana

En el marco del Festival Centroamérica Cuenta y de la participación del escritor nicaragüense, Sergio Ramírez en el evento, compartimos una entrevista que El Diario de Hoy realizó al ganador del Premio Cervantes 2017.

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elsalvador.com

Por Maricris De la o

2018-03-20 8:01:05

El inspector Dolores Morales regresa en la nueva novela negra “Ya nadie llora por mí”, del nicaragüense Sergio Ramírez.
Esta es la segunda entrega de la saga “El cielo llora por mí”, por ello el autor está en gira de lanzamiento en la región latinoamericana, y esta noche lo presenta en El Salvador.

Ante tal panorama, el Premio Cervantes 2017 brindó una entrevista a El Diario de Hoy.

¿En qué situación se encuentra el inspector en esta nueva entrega?

El personaje del inspector Dolores Morales se ha retirado de la Policía Nacional en esta segunda novela, abre una oficina de investigaciones privadas en Managua, de casos muy humildes de gente que quiere saber de traiciones amorosas, infidelidades conyugales… De repente le llega un caso de un millonario sobre la desaparición de su hijastra, a partir de allí es que la novela comienza a moverse, a descender más bien hacia los subterráneos del poder, en donde se juntan el poder político,el dinero, etc.

¿El mismo inspector ha evolucionado y ha tenido que adaptarse a una nueva sociedad?

Sí. Es un exguerrillero sandinista, que luchó en el Frente Sandinista de Liberación Nacional(FSLN) contra la dictadura de Somoza. Ha perdido una pierna, le pusieron una prótesis y esa es su señal más visible del pasado. Pero él entra en otras aguas hoy en día, y lo único que sobrevive de toda la lucha es su prótesis y su ética.

Él creyó en la justicia, en una revolución que cambiaría todo a favor de los más pobres, de los desposeídos, y en la realidad actual él defiende esa ética como puede. Y la lleva consigo, maltrecha pero está. Entonces en esta contradicción está basado mi personaje, no hay revolución, la revolución desapareció. Las situaciones reales son totalmente diferentes y tiene que enfrentarse a la corrupción y a las anormalidades y debilidades institucionales, sin embargo, lo hace armado con esta ética vieja en la que ya nadie cree. Y es su manera de seguir adelante.

¿Podría decirse que existen algunas diferencias entre el género negro centroamericano y de otra región?

Creo que hay coordenadas muy fundamentales que las diferencian, el género Negro nace con Edgar Allan Poe con la segunda mitad del siglo XIX, y por lo tanto asumimos que las incidencias de un detective investigando un caso solo pueden ocurrir en una gran urbe, al contrario de las ciudades centroamericanas, que están creciendo como urbes pero más bien tienen mucho sentido provinciano, pero es posible, y ya se demuestra que existe la novela negra.

Por otro lado, en la novela europea y anglosajona el detective actúa con algo que el lector da por sabido, es que el aparato de justicia y que el aparato institucional (jueces, fiscales, etc.) son transparentes y que las instituciones judiciales son muy firmes. Y los detectives cuentan para su investigación con este respaldo.

Por lo tanto, lo que toca es entregar su inteligencia para averiguar un caso sin temer que los jueces se los vayan a estropear. Aquí nosotros partimos de la premisa contraria, no se puede confiar en el aparato judicial, las instituciones están contaminadas y el mismo investigador corre el riesgo de contaminarse por la corrupción imperante. Esta es una provincia diferente y crea un tipo de personaje diferente: un personaje más cínico, lleno de humor negro, que sabe que si tiene ética tiene que defenderla en un medio hostil o termina sucumbiendo a los cantos de sirena del medio ambiente contaminado.

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En ese sentido, ¿podríamos decir que este tipo de novelas es una especie de denuncia de los problemas de corrupción y abuso de poder que se viven en nuestras sociedades?

Es inevitable que el lector a través de una literatura de novela que se basa en esta superficie resbalosa de la realidad centroamericana saque sus propias conclusiones, sin que para mí implique que la novela se plantee hacer denuncias.
La novela se plantea describir una realidad, imponer puntos de vistas diferentes y si el lector saca sus propias conclusiones, quiere decir que la descripción que el novelista ha interpretado es efectiva, ha sido eficaz frente a los ojos del lector, porque está reconociéndose en esta realidad.

¿Y cómo logra unir la ficción con realidad?

Cuando uno construye un edificio imaginario tiene que hacerlo sobre unos cimientos reales. Si la imaginación no sale de la nada, es decir, los personajes son ficticios, las si tuaciones son imaginarias pero la realidad que está debajo es la que sostiene ese edificio. Lo que no se puede inventar es la realidad, si yo hablo de la Centroamérica de hoy o de la Managua contemporánea, es como es, y es esto lo que permite que sobre esta superficie solida se levanten estos escenarios para hablar de estos personajes inventados.

Esta es la relación entre ficción y realidad, no se puede evadir la realidad o se puede falsificar la realidad. Si uno habla de la atmósfera contemporánea, hoy en día nosotros vivimos en una Centroamérica en donde el dinero fácil está a la orden del día, la fortunas ilegales y esa corrupción afectan no solo a las entidades gubernamentales sino a la sociedad misma, las cárceles están a rebalsar, hay presidentes electos que están presos o están prófugos en distintos países centroamericanos.

Luego vemos la contaminación de la corrupción en las grandes fortunas ilegales, todo esto la novela no lo puede evadir porque sino estaría falsificando la realidad, la imaginación tiene que tomar en cuenta todos estos sustratos, sobre todo cuando hablamos de un detective que tiene que seguir un caso en medio de estas circunstancias.

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Y hablando de ese detective, ¿hay planes de continuar la saga?

A mí no me gusta casarme con un género, porque yo no soy escritor de novela negra, pero para mí la novela negra me permite exponer la realidad centroamericana contemporánea, ver cómo son estos países hoy en día. Y para mí es fascinante como novelista, no como ciudadano, como ciudadano me deja mal sabor en la boca, mucha amargura de verlo que sucede en Centroamérica hoy; pero como novelista es totalmente al revés, el novelista es allí donde encuentra su tema. Por lo tanto un personaje como el inspector Dolores Morales merece una tercera incursión en una novela.

Aún no hay nada concreto, son desafíos que uno mismo se impone, porque al final de esta segunda novela yo dejo al inspector bajo una situación muy comprometida, casi sin posibilidades. Y es complejo sacarlo de allí y volver a meterlo en un escenario de un nuevo caso.

Al ganar el Cervantes, usted dijo que su pasión es escribir y espera seguir escribiendo, pero los compromisos de la novela y del premio son muchos. ¿Cómo le hará?

Esta novela la presenté en España en octubre, antes de que me anunciaran el Premio Cervantes, y estaba planteado ya el lanzamiento en distintos lugares y las ocupaciones del premio se han venido a sumar, y tengo que ir en este doble carril, visitar Quito, Guayaquil, Bogotá, San José, San Salvador, Argentina, etc.

El Cervantes me tiene ocupado hasta finales de abril, el tercer carril, que es el de la escritura, no lo tengo entredicho, pero estoy desesperado porque llegue el momento en que puede volver a resurgir el escritor, porque lo peor que le puede ocurrir a alguien es que un premio le quite de escribir, sería completamente contradictorio. Estoy muy ansioso de que llegue ese momento de tomar mi rutina, de sentarme frente a mi computadora y hacer lo que hago todos los días: escribir.

¿Y cuál es su rutina?

Me levanto temprano y a las 8:00 a.m. estoy sentado frente a mi computadora, escribo hasta la hora de almuerzo (1:00-2:00 p.m.). Todos los días tenga o no, vamos a llamarlo nspiración. Y si no tengo ue inventar nada ese día, ues entonces ese día corrijo. Pero lo importante es no abandonar el trabajo.

¿Qué tanta disciplina debe tener un escritor?

Hay que tener disciplina porque sino no hay escritura. Yo siempre he pensado que la escritura no se puede improvisar. Yo soy incapaz de escribir en los aviones, aeropuertos, hoteles. No sé, es parte de mí costumbre, otros escritores tienen otros métodos y pueden hacerlo, yo no puedo tengo que estar encerrado en un espacio, sin interrupciones y estar dedicado solamente a la escritura, y conseguirlo no es sencillo.

¿Y cómo ve usted la disciplina en las nuevas generaciones de escritores de C.A.?

En primer lugar el número de eritores se ha multiplicado para bien, porque no es una cosa solo de número sino también de calidad. Yo creo que hay mucha calidad, disciplina, menos improvisación.

Estamos frente a una generación que se está haciendo cargo del nuevo milenio, escritores nacidos en los 80 y 90. Cuando veo el trabajo de estos jóvenes me alegro mucho de ver que hay profesionalismo, con dominio de los elementos del lenguaje, de la escritura. Se ve que son jóvenes que leen mucho, y no hay otra manera de aprender a escribir que leyendo mucho.