Galeano y Grass los colosos de la literatura contemporánea

Los escritores Günter Grass y Eduardo Galeano heredaron al mundo un legado extraordinario. Sus obras literarias son un golpe al intelecto que perdurarán por siempre

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elsalvador.com

Por Kevin Eduardo Salazar Twitter: @KevinESalazar

2015-04-13 8:00:00

El mundo de las letras está de luto. Dos grandes escritores fallecieron ayer, con diferencia de horas, en diferentes continentes.

Al otro lado del charco, en un hospital de la ciudad de Lübeck, Alemania, dejó de respirar el Premio Nobel y Premio Príncipe de Asturias de Literatura, ambos de 1999, Günter Grass, víctima de una infección. Tenía 87 años.

En América, el continente latino lloraba el deceso del escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, intelectual de 74 años que fue derrotado por un cáncer de pulmón, en un hospital de Montevideo.

Si bien han partido, ambos artistas encontraron la inmortalidad en sus producciones literarias, las que seguirán cautivando a muchos generación tras generación.

Grass, tal vez el autor alemán más internacional, alcanzó la fama en la segunda mitad del Siglo XX, con su novela “El tambor de hojalata”, publicada en 1959.

Pero fue la película homónima de Volker Schlöndorff, la que lo puso en el mapa comercial. El film ganó el premio Óscar a la mejor película extranjera y compartió la Palma de Oro del Festival de Cannes con Apocalypse Now, en 1979.

Cuatro décadas más tarde, se le hizo justicia otorgándole el premio Nobel y El Príncipe de Asturias.

La vida de Grass está ligada al holocausto. El autor desató una enorme polémica en el 2006 al revelar en su autobiografía, “Pelando la cebolla”, su pasado como miembro de las SS, el Ejército élite de la Alemania Nazi.

La vergüenza de haber sido parte de este cuerpo policial en su adolescencia lo torturó hasta sus últimos días. “Me sentí como un payaso cuando los mediocres intentaban ridiculizarme”, aseguró el fallecido intelectual a los medios cuando publicó su poemario “Payaso de Agosto”.

Según su biógrafo Michael Jürgs, Grass nació en el seno de una familia católica en la que creció entre “El espíritu Santo y el antisemitismo de Hitler”.

Su obra emblemática “El tambor de hojalata” recibió tanto elogios como críticas de aquellos que veían un espejo del surgimiento de la ideología nazi. La popularidad de esta Ópera Prima lo hizo llegar a los tribunales en varias ocasiones.

En su producción también destacan: “El gato y el ratón” y “Años de perro”, que junto a su libro estrella constituyen la denominada trilogía de Danzig (el nombre alemán de la ciudad polaca de Gdansk).

Grass se dedicó a la política como militante del partido socialdemócrata. Pero sus caminos lo distanciarían de éste, debido a sus duras críticas sobre temas polémicos.

El más sonado fue el de 1990, cuando se mostró contrario a la unificación de Alemania. “La espeluznante experiencia de Auschwitz, que no se puede comparar con nada, excluye la posibilidad de un solo Estado alemán”, decía en febrero, tan solo a ocho meses antes de que la República Democrática Alemana se disolviera. Él abogaba por una confederación de Estados alemanes.

Además, criticó con dureza el suministro alemán de armamento a Turquía y la denegación de asilo al pueblo kurdo en 1997. A la vez, mantuvo una larga y fructífera enemistad con Marcel Reich-Ranicki, el crítico literario de la Alemania de posguerra.

El novelista volvió al centro de la polémica en 2012 al considerar a Israel “un peligro para la paz mundial” en un poema titulado “Lo que hay que decir”.

Hace dos meses, se preguntaba si, de una forma u otra, el mundo ya vive una III Guerra Mundial.

Crítico de hierro

Por su parte, Galeano fue ampliamente reconocido en Latinoamérica por su pluma literaria y periodística.

Él puso negro sobre blanco los problemas de desarrollo del continente americano. Su trabajo trasciende en géneros ortodoxos y combinan perfectamente lo documental, la ficción, el periodismo, el análisis político y la historia.

Desde ayer, el cuerpo del intelectual está siendo velado en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, la inmensa sala de mármol en la que se celebran los actos más solemnes.

El uruguayo trabajó como obrero de fábrica, dibujante, pintor, mensajero, mecanógrafo y cajero de banco, entre otros oficios. Pero su cruzada quijotesca por el periodismo empezó en 1960, cuando fue nombrado editor del semanario “La Mancha”.

Ahí contó con las grandes colaboraciones de los escritores Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Manuel Maldonado y los hermanos Denis y Roberto Fernández Retamar.

También editó por dos años el diario “Épocas”. Fue allí que encontró a uno de los amores de su vida: el fútbol.

El 27 de junio de 1973, hubo golpe de estado en Uruguay, lo que le valió el exilio.

Su libro “Las venas abiertas de América Latina”, ensayo periodístico que contiene pruebas del saqueo del recurso natural que sufrió el continente latinoamericano, fue censurado por las dictaduras militares de Sudamérica(especialmente Argentina y Chile).

Otra joya de su repertorio literario es “El Fútbol a Sol y Sombra”, cuya edición fue ampliada para el Mundial de Sudáfrica 2010. El libro le rinde un homenaje al fútbol y reúne sus constantes denuncias a las estructuras de poder de uno de los negocios más lucrativos del mundo.

Y “Patas arriba”, cuyo contenido tiene la lucidez y el humor de Jonathan Swift, un deleite con moralejas.

Él criticó la impunidad, el poder, el consumismo, la injusticia y el racismo.