Wendy pasó de sentirse “ciega inútil” a una mujer que sabe superar retos

Wendy Hernández, de 32 años, ha atravesado momentos difíciles desde pequeña cuando fue diagnosticada con diabetes hereditaria, situación que se complicó a los 25 años cuando perdió la vista. Fueron años con depresión pero el apoyo de su familia y su fe en Dios la ayudaron a aceptarse y ser feliz con ella misma.

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Foto EDH / Jorge Reyes

Por Alejandra García

2019-12-15 10:50:06

Wendy Hernández fue diagnosticada con diabetes hereditaria a los 12 años, haciendo necesario el uso de insulina para mantenerse estable, a los 18 años se graduó de bachiller e inició sus estudios en enfermería, consiguiendo el título en el 2010.

A los 23 años su diabetes se agudizó y le encontraron problemas renales, pero fue hasta los 25 años cuando todo cambió para Wendy. Ella perdió completamente la vista debido al desprendimiento de retina causada por los altos niveles de azúcar.

Cuando los problemas de visión empezaron, buscó a diferentes médicos especialistas, pero todos daban el mismo diagnóstico, “no hay nada que se pueda hacer, siempre perderá la vista”.

Pasó dos años y medio deprimida y sin aceptar su ceguera, se sentía derrotada e histérica, no se quería como era.

“Decía para qué estudié si ahora soy una inútil, una ciega inútil decía siempre, y me enojaba con todo el mundo, especialmente con mi mamá, a ella le echaba la culpa, como mi diabetes es hereditaria, pero era en el mismo proceso de negación en el que estaba”, expresó Wendy.

Para ella fue un fracaso y derrota estar en esa situación, incluso varias veces pasó por su mente quitarse la vida, decía “¿qué voy a hacer así?, si no puedo hacer nada, que desgracia ¿y mi carrera?”.

En esos momentos de desesperación encendía el televisor, buscando palabras de aliento, sintonizaba canales que dieran mensajes de predicación, “lloraba mucho pero Dios me decía ‘no te detengas, seguí adelante que yo voy contigo’ y es cuando uno más lucha y se hace fuerte”, narró.

Lo que más le dolió fue no poder ejercer su carrera. Recordaba que para poder obtener su título le tocó aguantar hambre, mojarse, madrugar, pedir “ray” para regresar a su casa, desvelarse estudiando, todo para mantener notas altas. “Eso fue lo que más me dolió pero ahora me siento orgullosa porque saqué mi carrera”, explicó.

En el aspecto laboral se le cerraron todas las puertas, las oportunidades que le salieron ya no podía tomarlas. “Cuando ya estaba ciega me salieron trabajos de enfermera, yo lloraba y lloraba, me quejaba y me daba cólera conmigo misma lo que yo era”, manifestó Wendy.

Durante siete años se mantuvo sin ganas de salir de su casa, ni de su habitación, ahí era su único lugar seguro, en donde la música era su mejor compañía. A pesar de que su familia siempre la apoyaba, se sentía sola.

Sus amigos y familiares la alentaban a salir de Ataco, su ciudad natal en el departamento de Ahuachapán, la invitaban a rehabilitarse y superarse, pero ella no se encontraba en valor de tomar esa decisión, dejar su casa, su familia, su lugar de toda la vida.

Sin embargo, aseguró que su ayuda para superar la situación fue la música y Dios, le pedía a Él que le sanará su vista, “pero cuando Dios accionó en mi vida, no comenzó por sanarme la vista sino el corazón, y ahí aprendí a aceptarme como yo soy”, expresó.

Las situaciones difíciles no paraban. El año pasado sufrió un infarto, que la hizo debatirse entre la vida y la muerte, pero comentó que en ese momento le pidió a Dios que le diera fuerza y otra oportunidad de vivir, esa etapa la motivó a seguir adelante y ser un ejemplo de superación para las demás personas.

En mayo Wendy tomó la decisión de mudarse a Santa Ana, con su hermano, porque ahí habían mejores oportunidades para rehabilitarse, superarse y afrontar nuevos retos.

“Allá en la casa ya se estaba consumiendo mucho, ella decidió venirse para acá a probar, ya estando aquí creo que fue su cambio total. Siento que fue el mejor cambio que pudo tener en su vida, porque desde que ella se vino para acá ha cambiado totalmente su perspectiva de vida”, comentó su hermano, Sergio Hernández.

Cada sábado asiste a la Escuela de No Videntes de la Primera Iglesia Bautista de Santa Ana, en donde ha aprendido a leer y escribir en el método Braille.

Wendy explicó que al principio le costó leer ese sistema de escritura debido a que no tenía su tacto muy desarrollado, destreza que se necesita para poder identificar cada letra y no confundirlas.

En la escuelita, como ella la llama, ha encontrado muchos amigos, con los que disfruta compartir su tiempo, y conoció a Fran Román , su novio con el que tiene tres meses de relación.

Wendy comentó que al principio ni pensaba en el amor porque consideraba que nadie la iba a querer como era.

Pero las cosas cambiaron cuando llegó el primer día de clases, escuchó la voz de su profesor, y pensó “que bonita la voz de ese muchacho”. Él le enseñó la movilidad, acciones que hicieron que no le agradara porque parecía sargento al dar las indicaciones, narró.

Después empezaron a platicar pero ella siempre le decía “me quedaré sola”, y él le respondía que ahí habían varios interesados. Poco a poco se fueron conociendo y gustando, hasta que lo llevó a visitar Ataco, en donde se hicieron novios.

“Él ha sido mi apoyo, porque nosotros los diabéticos cambiamos de carácter todos los días, me ha cambiado la vida, él canta y todo, incluso me dedica canciones, me las canta y eso me ganó también”, dijo Wendy.

Además, en la escuela ha recibido un curso de masoterapia, y el 7 de diciembre recibirá su diploma de acreditación. El interés y experiencia en los masajes se lo ha dado su carrera en enfermería, por lo que no se le dificultó aprender.

Ya tiene varias clientas para hacer masajes a domicilio, y una de sus metas es continuar desarrollándose en dicha actividad.

Otro de sus retos es sacar la licenciatura en Psicología, carrera que siempre llamó su atención y pensó en estudiar, antes de decidirse por enfermería.

Wendy comentó que con esta carrera puede ayudar a muchas personas, y su discapacidad visual no es un impedimento para ejercer la profesión, como lo es en enfermería.

Pero para poder estudiar la licenciatura necesita rehabilitarse completamente y ser independiente, para buscar un trabajo.

Durante este tiempo sus sentidos se han desarrollado más, en especial el oído, con el que se guía, y el tacto que es fundamental para leer en método braille.

Wendy puede cocinar, sabe dónde están ubicados todos los implementos y reconoce las verduras por sus formas y texturas.

Cuando se viste pregunta los colores de las prendas, sin embargo, con el tiempo ya sabe cómo combinarlas porque las identifica por su textura.

“Yo me inyecto la insulina sola, solo pido que me la preparen porque aún no alcanzó a saber cómo se hace”, destacó Hernández.

Wendy mantiene sus pasiones por la música, el baile y el deporte, especialmente los aeróbicos y ejercicios de cardio, además de las salidas a tomar café con sus nuevos amigos de la escuelita de Santa Ana.

Ella considera que es una persona “bien relaja”, si le dan confianza empieza a bromear y divertirse con los que la rodean, siendo esa la principal razón por la que alcanzó una amistad tan rápida y fuerte con sus compañeros.

Hernández contó que en Santa Ana es bastante independiente, pero aún tiene un desafío por superar, como el uso del transporte colectivo para poder desplazarse y ser más independiente.

Foto EDH / Jorge Reyes

Ella aseguró que para las personas con discapacidad visual es bastante difícil dominar todos los aspectos de los buses, sin embargo, con el tiempo y la práctica es una habilidad que se logra adquirir.

“Conforme uno va viajando se va aprendiendo cómo identificar las paradas, yo me puedo la de Unicaes, y poco a poco voy aprendiendo más, pero sí es bastante difícil para nosotros”, expresó.

En este aspecto uno de sus mejores profesores es su novio, quien ya tiene cinco años de viajar solo. “No sé cómo hace para conocer todo porque cuando salimos se puede las paradas de todo y camina bien rápido”, comentó Wendy.

Aunque ella aún está desarrollando el oído para identificar los motores de los buses, en otras áreas se defiende muy bien, como identificar el sonido que cada miembro de su familia hace con los zapatos al caminar.

También tiene habilidad para sentir cuando una persona está a la par suya y saber si es hombre o mujer por el olor que posee. “A varios de mi familia les conozco el olor de la loción y desde lejos sé quién es el que viene”, comentó.

Hernández explicó que cuando platica con sus hermanos mayores se los imagina con base a sus recuerda pero cuando son personas que vio de pequeños, y ahora están grandes, mantiene la imagen de la infancia.

Por otra parte, la evolución de la tecnología ha creado aplicaciones que les facilita utilizar los aparatos electrónicos a personas con discapacidad visual, siendo Wendy una de las beneficiadas, ahora pasa mucho tiempo en su celular, enviando y recibiendo mensajes, sin ningún problema.

Wendy contó que el proceso no ha sido fácil, siendo una de las mayores dificultades aprender a usar su bastón, el cual durante dos años fue un palo de escoba, pero al saber manejarlo se ha convertido en una herramienta importante.

“Nunca me imaginé que iba a superarme tan rápido en muchas cosas, y de lo que más orgullosa me siento es cómo soy ahora a pesar de todo, me siento orgullosa de que puedo hacer muchas cosas sin poder ver”, expresó Hernández.

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