Un “Cementerio de héroes” para combatientes hondureños de la guerra de 1969

El sitio recordará a 78 soldados, clases y oficiales, 61 muertos en combate en Ticante y 17 en San Rafael de las Mataras, hasta donde llegaron las tropas salvadoreñas en su incursión por Ocotepeque.

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El ???Cementerio de héroes???, con pequeñas lápidas, se ha levantado por iniciativa de un excombatiente hondureño. Foto / EFE

Por EFE

2019-07-13 1:16:52

Al menos 78 combatientes de Honduras muertos en la guerra con El Salvador de 1969 tendrán, 50 años después, un “Cementerio de héroes” que será inaugurado el próximo domingo en Ticante, departamento de Ocotepeque, uno de los teatros de operaciones durante este enfrentamiento de 100 horas que distanció por 11 años a los dos países centroamericanos.

El “Cementerio de héroes”, con pequeñas lápidas, se ha levantado por iniciativa de un excombatiente hondureño, el sargento primero Maximiliano Arita, quien reside en la ciudad de “Nueva Ocotepeque”, cabecera departamental, y es fiscal de la Asociación de Veteranos de Guerra de Honduras, que integran más de 2,000 miembros.

El sitio recordará a 78 soldados, clases y oficiales, 61 muertos en combate en Ticante y 17 en San Rafael de las Mataras, hasta donde llegaron las tropas salvadoreñas en su incursión por Ocotepeque, región fronteriza con El Salvador, explicó Arita a Efe mientras mostraba el cementerio acompañado de varios cabos y sargentos que combatieron en esa guerra que se inició el 14 de julio.

Arita, enfundado al igual que sus compañeros en fatiga verde olivo del Ejército, recordó que en Vieja Ocotepeque el ataque de las tropas salvadoreñas comenzó con el disparo de un obús que tenían en su “centro direccional de tiro en el cerro Cayaguanca”.

“Ese obús nosotros nunca lo habíamos escuchado, su estruendo fue grande y empieza desde ahí la metralla, la fusilería y las baterías también de artillería”, recuerda Arita.

Añade que los militares salvadoreños “tenían un plan de defensa que se llamaba ‘Yunque y martillo’, una operación de ablandamiento, digamos que con el yunque golpeaban y con el martillo remataban”.

Los salvadoreños entraron con unas brigadas de infantería por los flancos, mientras que los hondureños estaban situados en otra línea al pie del cerro San José.

Pero estratégicamente los hondureños estaban “mal ubicados”, en desventaja, dejando libres las partes altas de los cerros, que fue por donde el enemigo entró “en un fuego envolvente”.

El contingente hondureño en Ticante era la “primera línea”, que desde junio se había concentrado en el sector ante las provocaciones salvadoreñas antes del 14 de julio.

“Fuimos retrocediendo a una segunda línea, hasta llegar a la tercera, que fue la final y se llamó línea de defensa general Francisco Morazán”, indicó Arita.

Dijo además que en equipo bélico y tropas los hondureños fueron “inferiores”, además, “nosotros teníamos armamento y munición de la Primera y Segunda Guerra Mundial, fusiles Mauser. El más moderno era un M1, morteros 60 y muy raramente morteros 81 milímetros”. En contraste, El Salvador estaba armado con fusiles G3, de origen belga, y obuses de 120 y 105 milímetros, entre otros pertrechos.

El cementerio era un sueño de Arita porque la mayor parte de sus 78 compañeros muertos “están enterrados en una fosa común en el Cementerio General de Nueva Ocotepeque, olvidados por autoridades pasadas y presentes”, dijo.