En San Salvador, la fe se impuso al temor del contagio. Los fieles católicos abrieron sus corazones afligidos ante el Señor crucificado, en medio del estricto cumplimiento de los protocolos de bioseguridad, para evitar un rebrote de casos de COVID-19.
Las actividades religiosas en las distintas iglesias y parroquias de la capital, como El Calvario, se realizaron este Viernes Santo con mucha devoción. A diferencia de un año atrás, cuando la pandemia obligó a cerrar el acceso a los templos, ahora los fieles sí pudieron ingresar, aunque de forma limitada para postrarse frente a la imagen de Cristo.
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Por la mañana del viernes, las personas entraron a escuchar la misa con sus respectivas mascarillas puestas, esto luego de que dos servidores que estaban en la puerta les tomaban la temperatura y verificaban el uso de alcohol gel; adentro solo podían sentarse tres personas por banca y no se permitió personas de pie, por lo que cuando estas se llenaron hubo a quienes ya no se les permitió entrar al templo.
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Los penitentes que habían salido temprano desde la iglesia San Esteban, que dista unas cuadras de la de El Calvario, también ingresaron en la medida que iban llegando, pero siempre cumpliendo con las medidas para evitar contagios.
“Lo hago para darle gracias a Dios por mis hijos” dijo Claudia Martínez, una penitente que reside en los Planes de Renderos, en la parte sur de la capital.
Con orden
En esta oportunidad, la imagen de Jesús cargando la Cruz fue mantenida dentro del templo; siempre por seguridad estuvo flanqueada por unas bancas que impidieron que la gente la tocara o besara sus ropas, como se acostumbraba antes.
“Sentí un sentimiento muy fuerte en mi pecho en todo el camino”, agregó Claudia sobre la experiencia de fe vivida en esta Semana Santa especial, todavía en medio de una pandemia que ha causado al menos 2,017 muertes por el Sars-CoV-2, de acuerdo con datos del Gobierno hasta el 1 de abril pasado.
Más allá de las medida de protocolo e higiene, la gente vivió su fe, tuvo su encuentro espiritual, agradeció favores, pidió perdón por sus pecados e hizo nuevos compromisos de cambio.
Otros grupos de fieles tuvieron su oportunidad de ingresar por la tarde a El Calvario, a eso de las 3:00 p.m., para vivir el momento de reflexión y arrepentimiento durante Los Santos Oficios, así como el momento en que después de la homilía el Jesús Nazareno es bajado de la cruz.
La imagen fue llevada en procesión al interior del templo y luego puesto en la urna.
Entre los presentes, una humilde mujer de 65 años estaba entre las feligresía. Sentada, junto a su hija, oraba con todo su corazón, imploraba al Señor por su hijo desaparecido, con la esperanza de encontrarlo con vida. Un drama que viven muchas familias en el país.
Los oficios religiosos en la Iglesia El Calvario finalizaron a eso de las 5:00 p.m. y las puertas del templo fueron cerradas, para retomar actividades hasta hoy, a partir de las 4:00 p.m.
Otra ciudad que vive esta época de entrega religiosa con intensidad es Sonsonate, una población que tuvo que adaptar sus actos de fe, ante la situación pandémica que todavía afecta a El Salvador y a todo el mundo.
En la ciudad sonsonateca, la urna del Santo Entierro fue colocada en los atrios de la Iglesia Dolores de Izalco, para contemplación del público, en lugar de mantener un recorrido de 12 horas hasta la madrugada del sábado, como se ha acostumbrado en años anteriores.
Tal recorrido fue mucho más corto. Los cargadores de las distintas hermandades realizaron su labor con mascarillas puestas, a pesar del esfuerzo físico, y con frecuentes tomas de temperatura.