Rosa Valiente de Albergue Misericordia : “Tengo que vivir por mis nietos”

El albergue Misericordia se ha convertido en un segundo hogar para pacientes con cáncer.

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El refugio ofrece las comodidades de un hogar, además de tener una capilla, habitaciones compartidas y semiprivadas para los pacientes. Foto EDH / Yessica Hompanera

Por Violeta Rivas

2019-11-11 9:30:25

Rosa Valiente, de 51 años, llegó al Albergue Misericordia referida por el Centro Nacional de Radioterapia, ya que vive en Atiquizaya, Ahuachapán, y tiene que asistir a su tratamiento a diario.

“Yo me di cuenta que estaba enferma porque manchaba de repente y me dolía el vientre, entonces me hice la citología y ahí me dijeron que ya había cáncer”, cuenta.

La paciente fue atendida en el hospital Nacional General Francisco Menéndez, donde le dieron el diagnóstico.

“Cuando me dijo el doctor yo pensé ‘Dios mío, no puede ser que yo tenga cáncer, porque no he sentido dolores, no se siente nada, solo el sangrado de vez en cuando. Con mi hija fui al principio a hacerme la citología y me dijeron que había inflamación, que quizás había células malas y a mi hija fue que el médico le explicó lo que tenía”, cuenta Rosa.

Después de realizarle diferentes exámenes en el hospital, el médico le dijo que el cáncer estaba expandido y que no se podía operar, que sería referida al Hospital Nacional de la Mujer para que le indicaran el tratamiento.

La hija menor de la señora fue la que tomó la iniciativa de contarle a sus hermanos sobre la enfermedad de su madre.

“Cuando me dieron la noticia, hubo un momento en que me cerré y les dije a mis hijos que no quería ningún tratamiento , ellos me dijeron que no, que tenía que seguir adelante, que lo hiciera por ellos y por mis nietos y pedí que me hicieran una oración antes de salir para el hospital con la esperanza de que el diagnóstico fuera diferente”, expresó la paciente.

Al llegar al Hospital de la Mujer, dijo que el médico que la atendió le realizó varios exámenes, ultrasonografías y citologías y al final determinaron que el cáncer no estaba expandido como se lo habían asegurado en el hospital de Ahuachapán, que podía ser operada y que recibiría tratamientos de radioterapia, quimioterapia y braquiterapia en el Centro Nacional de Radiología, los cuales está por finalizar.

“Para mí fue una sorpresa, porque el médico que me vio primero prácticamente me había dado por desahuciada, porque él mismo me dijo ‘por usted ya no se puede hacer nada, ya está terminal’, por eso es que yo les dije a mis hijos que no quería tratamiento, que en mi casa quería que me llegara el final”, recordó doña Rosa.

A ella lo que le preocupaba eran los gastos económicos y de alimentación en San Salvador, ya que a diario tendría que viajar desde Atiquizaya hasta San Salvador y salir muy temprano de su casa; pero que su hija le comentó sobre el albergue Misericordia, donde podría quedarse mientras recibía su tratamiento.

“Yo no quería quedarme en el albergue porque pensaba que no me iba sentir cómoda, pero mi hija me explicó que se hospedan personas con mi misma enfermedad y que me iba a sentir en familia, y me convenció. Cuando entré al albergue me llevé una gran sorpresa porque yo esperaba ver camillas como en el hospital, pero no, aquí tengo una cama mejor que la que tengo en mi casa y el personal es muy atento”, dice muy agradecida.

Aparte de las comodidades del refugio, Rosa explica que el personal de enfermería y médico siempre los motivan para que se sientan bien y alegres cada día, así como estar atentos a sus síntomas para atenderlos y darles los medicamentos.

Las pacientes que se hospedan, por medio de un voluntariado, aprenden gorros y aretes, que están a la venta para recaudar fondos.

“Yo ahora me siento con esperanza, tengo que vivir por mis nietos, por mis hijos. Aquí en el albergue son muy amables, están pendientes de nosotros, si nos sentimos mal ellos nos dan medicinas”, asegura la señora, quien tiene ya cinco semanas de hospedarse en el Misericordia.