Tartamudez, un estigma que debe desaparecer

Este trastorno del habla, también conocido como la disfemia, se manifiesta principalmente en la infancia. Es superable si se interviene de forma temprana, aunque en algunos casos persiste hasta la adultez haciendo que la comunicación sea estresante.

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Foto EDH/archivo

Por Mireya Amaya/ EFE

2019-10-21 9:10:04

Hablar en público es la peor pesadilla de muchas personas, pero ¿has pensado lo que significa para un tartamudo? Sin duda, dicha situación puede representar un verdadero infierno.

Para hacer conciencia sobre este trastorno, cada 22 de octubre se celebra el día Día Mundial de la Tartamudez. Por lo mismo, aquí te brindamos más información sobre el tema junto con la invitación a eliminar de una vez los estigmas relacionados con ese trastorno.

La disfemia es definida por la psicóloga Elena Borges como “la dificultad de articular el lenguaje, y se presenta con la repetición en la primera o la segunda sílaba de cualquier palabra”. Pero, además de esto, las personas pueden repetir sonidos o palabras e incluso prolongar los sonidos.

Por su parte, la Fundación Española de la Tartamudez la describe como un trastorno de la comunicación (no de lenguaje) que se caracteriza por interrupciones involuntarias del habla acompañadas de tensión muscular en cara y cuello, miedo y estrés.

Vale aclarar que este desorden del habla, cuya causa específica se desconoce, no distingue clase social ni raza; además es de tres a cuatro veces más común en hombres que en mujeres.

Los primeros síntomas aparecen desde los tres o cuatro años de edad, cuando el niño comienza a desarrollar el habla. Es justo entonces cuando los padres deben estar pendientes de la manera en que su hijo trata de expresarse.

“No se debe confundir con lo que llamamos ‘disfluencias normales evolutivas de la edad’. Al principio, los niños no van a terminar nunca una idea y son los padres los que deben ayudarle a hacerlo, eso es normal. Si esta situación se prolonga, entonces hay que ver a un especialista”, puntualiza la logopeda española Elisabeth Dulcet.

Consultar a un experto a tiempo hace la diferencia, pues, mientras que en niños el problema desaparece en un 99%, en adultos solo se controla, trayendo consigo baja autoestima y miedo a hablar con los demás.

“Lo que rodea a un disfémico son los complejos que se contraen. Si salen de casa, tratan de comunicarse lo menos posible, no quieren hablar por teléfono nunca y su autoestima se ve afectada por el trastorno”, señala la psicóloga Borges.

Tratamientos
La disfemia representa en la adultez un doble esfuerzo, pues además de trabajar en disminuir el tartamudeo, se debe reforzar la seguridad de la persona, ya que el sentimiento de inferioridad empeora el habla.

“Hay una predisposición negativa para hablar en público, buscar pareja o hasta realizar una entrevista de empleo. Todas esas situaciones representan estrés y el estrés empeora la fluidez de las palabras”, detalla Dulcet.

Para superarlo, el paciente debe acudir a un psicólogo y al logopeda, quienes trabajan en equipo por medio de terapias que refuerzan la seguridad y mejoran el problema.

“Se les enseña a respirar, así como métodos de relajación. Se les da un enunciado y ellos van respirándolo e imitándolo. También hay otro ejercicio en el que se les pone un libro al frente para que vayan repitiendo las palabras hasta que logren lanzarlas en un solo golpe de voz”, detalla Borges.

Otra técnica es la de enseñarle a recitar las frases y hasta cantarlas, así se guiarán más por el ritmo y no pensarán tanto en la manera en la que salen las palabras.

En caso de tratarse de un problema neurológico, el médico también se apoya en estas dos especialidades, al tiempo que trata el padecimiento.

La paciencia es la clave para comenzar a ver resultados en un tratamiento contra la disfemia. Lo importante es no rendirse, seguir los ejercicios y confiar en que no importa la forma, sino el fondo.

“Muchas veces ayuda el enfocarse en algún movimiento de dedos o en otra actividad en lugar sólo de pensar en que se tiene que hablar”, comenta el neurólogo Carlos Tejero.

Curiosamente, los tres expertos encontraron el mejor ejemplo de esto en la cinta El Discurso del Rey, película en la que se retrata la tartamudez del rey Jorge VI y la manera en que la superó gracias a que buscó ayuda, justo como debe hacer todo aquel que sufra este problema.

No a los estigmas
Como bien señala el portal fundacionttm.org, es importante dejar en claro que las personas que tartamudean son tan inteligentes como las que hablan fluidamente. De hecho, este trastorno “no lleva aparejada ninguna otra clase de deficiencia ni anormalidad, solamente la necesidad de emplear un poco más de tiempo en la exposición de nuestro mensaje”, sostiene el citado sitio.

Sin embargo, esta discapacidad ha sido estigmatizada desde siempre, al cuestionar la inteligencia y la habilidad emocional de la persona que tartamudea, pues se cree que solo con “calmarse” o “concentrarse más en lo que se dice” conseguirá hablar de forma fluida.

Contrario a ese pensamiento erróneo, la historia da cuenta de personajes que tartamudeaban y al mismo tiempo destacaban por ser sumamente inteligentes, talentosos y exitosos. Entre estos figuraban el primer ministro de Inglaterra Winston Churchill, Albert Einstein, ganador del Premio Nobel de física y el científico Charles Darwin.

Finalmente, el portal tartamudez.org aclara que esta condición no se contagia ni es provocada por ser ansioso. Nadie escoge tartamudear y no se le deben adjudicar culpas a nadie.