La reapertura todavía no les ha traído alivio

Los comerciantes en el centro de la capital no creen que su economía mejore a corto plazo, es más, presagian que tiempos peores están aún por llegar.

descripción de la imagen
Foto EDH/ Jonatan Funes

Por Jonatan Funes

2020-09-26 8:30:41

Marcos y Molduras es un negocio que data de 1996 y está ubicado en la 8a avenida Norte, en el centro de San Salvador. Su propietario es José Gálvez, quien ha visto convertirse a sus hijos en profesionales gracias a su tienda especializada en producir marcos para fotografías, diplomas, títulos, pinturas, etcétera. Jamás pensó en que una pandemia lo obligaría a cerrar por tanto tiempo. Tuvo que cerrar su local cuando el Gobierno decretó, en marzo, la cuarentena obligatoria. Una parte de sus ingresos depende indirectamente de los turistas y los hermanos lejanos que compran artesanías. “Cuando cerraron los aeropuertos se vino todo abajo. Si los pintores artesanales no venden en el mercado, yo tampoco vendo”, expresó.

Luego de cinco meses sin ganancias, Gálvez contabiliza una pérdida de unos $8,000 mil dólares. A raíz de esto, tuvo que despedir a dos empleados, cerrar otro local que tenía porque los ingresos no daban para seguir pagando alquiler. Cuenta que, con resignación, tuvo que vender una máquina para hacer molduras para poder pagar deudas acumuladas por meses. “Nosotros aquí vamos vendiendo para ir pagando el alquiler”, menciona.

Afectación por la pandemia en El Salvador

A pesar de la reapertura económica, en estos momentos las ventas no están a su favor y solo está percibiendo ingresos alrededor de un tercio de sus ventas normales, por lo que solo están produciendo a un 50% de lo habitual. “Esto va a costar un poco. Se me cruzó por la mente cerrar el negocio, pero no tenía otra opción y decidí hacer un poco más de ajuste a lo económico”.

Jorge Luis Gálvez, de 25 años de edad, está al fondo del local, clavando tachuelas con un martillo. Es el único empleado que sobrevivió a los despidos por la crisis. Él joven es sobrino de José y comenta que a diario elabora al menos 12 cuadros. Los precios de estos varían, algunos rondan los $12 dólares.

Siempre en el centro de San Salvador, sobre la primer calle oriente, se encuentra la ferretería Milly, fundada en 1998. Su fachada, de un amarillo chillante, llama la atención desde lejos, aunque últimamente el color no le ha traído ningún beneficio, así lo asegura Elizabeth González, la propietaria del negocio, quien ha visto los sube y baja de la economía del lugar.

Foto EDH/ Jonatan Funes

Menciona que antes de la cuarentena se vendían entre cinco y diez dólares al día y que la pandemia vino empeorar más la situación, por lo que ahora en el local no solo se venden herramientas, pinturas o suministros eléctricos; también ofrece recargas de saldos telefónicos, productos de primera necesidad, abarrotes y hasta hace costuras, oficio que aprendió viendo tutoriales en internet por la necesidad de ofrecer algo más y lograr ingresos extra. Para ella, todo aporte cuenta. “Vamos a llegar a diciembre y la situación estará peor, lo veo muy duro. Mi mamá ha pensado cerrar la ferretería, pero uno tiene que querer salir adelante”, recalcó.

Elizabeth se considera una mujer perseverante, optimista ante la vida y sobre todo luchadora por su familia, por sus dos hijas. Debido a que los negocios que atienden no le dejan mayores ganancias ha decidido emplearse en una pupusería de la zona. Trabaja de lunes a domingo en diferentes horarios para poder seguir atendiendo la ferretería. “La tienda ya no sostenía con la pandemia, la ferretería deja poca ganancia así que decidí buscar trabajo en una pupusería, con las ganancias ayudo a mi mamá con los recibos. Uno tiene que hacer de todo”, concluye.

Entre el bullicio del transporte, y la atmósfera desalentadora, se alcanza a escuchar el pregón de Manuel Antonio Guillén, quien va deambulando, ofreciendo espejos a los transeúntes y a los comerciantes que mantienen sus negocios abiertos. Recorre el Centro Histórico y el barrio San Miguelito vendiendo espejos a un precio de $4.50, cada uno. De una unidad vendida obtiene una ganancia de $1.50. Con esto sobrevive él, ayuda a su hermano con quien vive en la comunidad Los Ángeles, por el mercado La Tiendona. También ayuda a su madre, que se encuentra enferma, viviendo en Estados Unidos.

Foto EDH/ Jonatan Funes

En el país dice no contar con la ayuda de nadie. Recuerda que la mujer que iba a ser su esposa fue asesinada en el tiempo del conflicto armado. Cuando no vende espejos comercializa ganchos de pelo para mujer, colitas y otros accesorios que le puedan ayudar a tener algún ingreso.

En rubro de la comida, en la cuarta avenida sur y calle Delgado, en el local 104 edificio Santa Teresa, se encuentra un restaurante de comida a la vista cuya encargada pidió se omitiera el nombre del mismo. Ella menciona que ahorita están funcionando en un 70% y que espera que la reapertura de los parques aumente la clientela. Ella hace una comparación con los platillos que vende a la hora del almuerzo en un día. Antes tenía a unos 70 clientes y ha pasado a tener de 35 a 40 clientes. Por tal motivo han parado la elaboración de algunos productos como los postres porque los clientes ya no los compran. Ella cree que es porque toda la gente anda afectado el bolsillo por la pandemia y por eso ahora no pueden permitirse un postre en al almuerzo.

Foto EDH/ Jonatan Funes