Onofre y Rosa, más de tres décadas juntos

Ambos llegan a la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, en Ahuachapán, desde hace seis años para apelar a la caridad de las personas que llegan a misa.

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Foto EDH / Cristian Díaz

Por Cristian Díaz

2020-01-27 4:30:14

AHUACHAPÁN. A sus 94 años, Onofre Cortez Torres ya habla pausado y se le dificulta caminar debido a su edad y por una lesión de bala que sufrió en la pierna izquierda durante su tiempo de servicio en el Ejército en 1962.

Pocas veces usa el bastón, generalmente lo agarra cuando le toca caminar solo. A él se le ve, por las calles de Ahuachapán, acompañado de su esposa, Rosa Marina Chávez, a quien lleva en una silla de ruedas debido a que no camina tras sufrir una parálisis desde hace 31 años.

Desde entonces, Onofre se ha convertido en el guía de su esposa, de 80 años, quien habla con dificultad.

Todos los días, a las 6:30 de la mañana, llegan puntuales a las puertas de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción, desde donde escuchan la misa de las 7:00 de la mañana. Se quedan en ese lugar para apelar a la voluntad de las personas y que les brinden una limosna para su sostenimiento.

Foto EDH / Cristian Díaz

Onofre no ve como una carga a su esposa, quien sufrió la enfermedad cuando apenas tenían cuatro años de vivir juntos. Por más de tres décadas, él le ha ayudado a movilizarse, generalmente en sillas de ruedas que les han donado.

Recordó que en su juventud, ella era una mujer trabajadora, que le gustaba ir al mercado para vender pepinos, ayotes, pipianes y ejotes y otros productos que él cultivaba.

“Yo la quiero porque en realidad no es culpa de ella de cómo está; ella cayó ‘engarabatada’. No me he cansado con ella; siento mi cuerpo recio. En la casa me dicen ‘acuéstese papá, vaya a dormir ya, no se levante tan temprano’. Nos levantamos a las 4:00 de la mañana y llegamos (a la iglesia) a las 6:30”, narró el anciano.

Luego de misa se dirigen a la Avenida Francisco Menéndez, donde esperan la caridad de las personas.

A la 1:00 de la tarde emprenden el camino a su vivienda de adobe, en el cantón Chancuyo.

Onofre contó que fue muy activo de joven y que trabajó en múltiples oficios para ganarse la vida. Es el cuarto de ocho hermanos originarios de Tacuba, aunque desde pequeño ha vivido en Ahuachapán.

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Cuando tenía ocho años fue bautizado por el padre Barrera, de quien no recuerda el nombre, pero fue el que le enseñó la doctrina cristiana, lo que le sirvió años después para revestir (cargar en las procesiones).

En ese entonces, la alcaldía y la iglesia no tenían la construcción de ahora; incluso, contó que participó como ayudante de albañilería en la edificación de la nueva municipalidad. Le pagaban un colón al día, más la comida.

En el Ejército logró ser cabo. También laboró como carretero, pantero (rajando leña), corralero, amansador de animales (como caballos y mulas), miquero (los que se suben a las palmeras), en ladrilleras y su último trabajo fue como jardinero, hace 12 años.

“Los ojos los tenemos para ver lo bueno y lo malo; el pensamiento no hay que dedicarlo en locuras sino que para pensar en Dios”, recomendó el nonagenario a los jóvenes.

Foto EDH / Cristian Díaz