“Yo le hablé toda la mañana, llegó el mediodía y él no me contestaba llamadas. A las 3:30 tomé la decisión de ir al hotel a buscarlo cuando llegué me recibieron cuatro policías…”, explicó Dina Méndez. Foto EDH/ Húber Rosales
No obstante, de acuerdo con Déborah el martes que habló por teléfono con él, le manifestó que tenía dificultades para respirar y que tenía un poco de tos, pero a pesar de eso, ella recuerda que hicieron algunas bromas. Él le dijo que no se sentía preocupado, que se sentía bien y que ella tampoco debía preocuparse.
A raíz de la infección en las vías urinarias, Óscar pasó aproximadamente siete días con fiebre, tiempo en el que los encargados del albergue no permitieron que Dina, la esposa, le hiciera llegar medicamentos.
Déborah aseguró que su padre, como visitador médico, tenía acceso a mejores medicamentos de los que le daban en el albergue pero nunca permitieron que se los hiciera llegar, con el argumento de que estaban en cuarentena.
“Mi padre tenía que haber estado en un hospital, no solo en su cuarto. Sé que no lo puedo traer de regreso a la vida pero es necesario que no muera más gente por negligencia”, dijo la hija entre llanto.
Los reclamos de Déborah y Dina surgieron porque hasta el mediodía de ayer no les habían informado la causa de la muerte. El ministerio de Salud lo hizo público hasta minutos después de las 2:00 de la tarde.
Además, la familia criticó que Óscar haya fallecido sin haber recibido atención médica. Según Dina, en el albergue se percataron de que estaba muerto hasta que ella se presentó al hotel a preguntar si su esposo estaba bien, pues le había hecho varias llamadas y no respondía.
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Fue hasta entonces que un médico le informó que había encontrado el cadáver de Óscar en el piso de la habitación.
Dina afirmó que en el teléfono de su esposo, que le fue entregado la misma noche del deceso, encontró un audio en el que su marido pedía auxilio al encargado de ese centro de cuarentena.
Dos casos más con mismo descenlace
En los casos de Julio y Marta, ambos ingresaron a El Salvador un día después de que lo hiciera Óscar. Ambos murieron en el hospital Saldaña, por complicaciones de enfermedades que ellos padecían y que, estando en el hospital Saldaña, no recibieron la atención médica que requerían.
Edwin, hijo de Marta aseguró a El Diario de Hoy que días antes de que su madre falleciera, él y su padre (también bajo cuarentena) habían solicitado a las funcionarios del hospital Saldaña, que les permitieran trasladarla a un hospital privado para que recibiera los cuidados necesarios, pues ella les había manifestado que nadie la atendía y que tampoco le daban medicinas. Padecía de diabetes y alergias.
Sin embargo, Edwin asegura que la respuesta que recibieron de los médicos del Saldaña fue un rotundo no, y que aunque pusieran el mejor abogado del mundo, no podrían sacarla de ahí. Eso a pesar de que Marta no estaba contagiada de COVID-19. Según el documento del Instituto de Medicina Legal, ella murió por infarto.
Similares circunstancias rodearon la muerte de Julio Contreras, un empresario originario de Ahuachapán quien fue puesto en cuarentena tras regresar de un viaje de negocios de Brasil, el 14 de marzo.
El sábado 20 fue llevado al hospital Saldaña tras presentar fiebre y resfriado. En comunicaciones que tuvo con los familiares también les manifestaba que no tenía atención médica. Ante eso, los familiares solicitaron que fuera trasladado a un hospital privado, pues tenía un seguro médico que le garantizaba una buena atención y de paso descargaban al sistema de salud pública de los gastos que hiciera en él.
No obstante la petición de los parientes, las autoridades del hospital también negaron que fuera evacuado hacia un centro privado, habiendo fallecido el viernes 27 de marzo y, como en el caso de Marta y Óscar, ningún funcionario se molestó en avisar a las familias.