Más de 700 mujeres se forman cada año en cocina, costura o cosmetología

Fundación Siramá ofrece talleres para futuras emprendedoras. Ocho de cada 10 graduadas montan un negocio. Madres solteras, profesionales desempleadas, jubiladas, trabajadoras de maquila y vendedoras optan por estos talleres.

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La fundación Siramá graduó el jueves a unos 90 jóvenes en diferentes cursos. Foto EDH/Jessica Orellana.

Por Tania Urías

2019-10-11 9:40:56

Una mujer que por razones de seguridad prefiere llamarse María es uno de los ejemplos más emblemáticos con los que cuenta la Fundación Siramá. Ella y su pareja vivían en las aceras cercanas a la Fundación, ubicada sobre la 1a. avenida Norte en San Salvador, y pedían limosna para sobrevivir.

Las razones por las que se quedó en la calle es un tema que ni las encargadas del centro conocen. Pero tanto ellas como las alumnas que pasaban por la zona los veían casi a diario.

Un día, el esposo preguntó si María podría inscribirse en alguno de los cursos y aunque no tenían los $30 mensuales que cuesta, en la Fundación buscaron becarla por completo y comenzó a capacitarse en cosmetología y pese a las precarias necesidades de la pareja, logró graduarse.

Incluso mucho antes de concluir los 18 meses del curso, ya cortaba cabello en la calle y pedía un $1 de pago. Con lo que ganaba, compraba insumos y luego dulces, que su esposo vendía en los autobuses.

De eso han pasado casi dos años y hoy María posee un pequeño salón de belleza en un municipio del norte de San Salvador, que por estar rodeado de pandillas, no se menciona. Además, han logrado alquilar una casita y el tiempo de vivir en la calle y subsistir de las limosnas, quedó atrás.

María es una de cientos de mujeres -737 solo en 2018- que la Fundación Siramá ha capacitado en sus 49 años de fundada. Esta es una entidad creada por la iglesia católica, específicamente por la Fundación Opus Dei.

Si bien la Fundación busca que sus alumnas tengan a Dios como centro de sus vidas, no es un requisito para que accedan a los talleres.

“Con los años se ha ido ampliando el enfoque, ahora nuestra idea es apoyar a todas las mujeres que lo necesiten, capacitarlas para que puedan salir adelante y empoderarlas en lo social y económicamente”, explicó Katherine Arroyo, encargada de Proyectos.

Arroyo explicó que el centro ofrece cuatro cursos en dos modalidades. Tres veces por semana se imparte cosmetología, corte y confección, cocina y pastelería.

Los cursos están dirigidos a toda mujer que quiera tener ingresos extra, pero la mayoría de alumnas son madres solteras, mujeres desempleadas, jubiladas o jovencitas que por razones económicas, un embarazo precoz, vivir en una zona peligrosa y otros motivos, no han podido seguir estudiando.

De hecho siete de cada diez de las inscritas, según datos de Arroyo han completado apenas la educación básica.
A este grupo la fundación les financia el 70% de los cursos con becas que les permiten pagar solo $35 mensuales y les proveen los materiales. Estos seminarios duran 18 meses y gradúan con especialización a entre 100 y 300 mujeres en cada uno, al año.

Además, los fines de semana, la Fundación también desarrolla otra modalidad de capacitación en la que oferta al menos diez cursos más, que son abiertos a todos público y que van desde piñatería, pastelería, panadería, porcelana fría, flores de papel y más, para todas aquellas mujeres que quieran aprender un oficio y tener dinero extra.

“En los cursos de fin de semana nos llega de todo, tenemos doctoras, abogadas, universitarias, jubiladas. Gente que quiere aprender como pasatiempo o que, aun con un empleo formal, están buscando generar ingresos extra”, cuenta Kryssia Escobar, encargada de Marketing de Siramá.

Los cursos de fin de semana tienen un costo promedio de entre $10 y $25 y los ingresos ayudan a becar a las alumnas en día de semana.

Además, para lograr becar a unas 700 mujeres por año, Siramá tiene convenios con fundaciones privadas, alcaldías y la cooperación internacional que financia los diferentes proyectos que ahí se desarrollan.

La Cooperación Italiana, la austríaca, la española y USAID, son algunos de los principales aliados.

Siramá tiene dos locales, uno, ubicado en el centro de San Salvador y otro, en Soyapango . Cada uno atiende un promedio de 90 alumnas en los cursos semanales y hasta unas 50 en los de fin de semana.

Listas para emprender
Ocho de cada diez de las mujeres que se gradúan con Siramá comienzan un negocio, asegura Katherine Arroyo. Sin embargo, uno de los obstáculos a los que la mayoría se enfrentan es lograr sostener en el tiempo sus emprendimientos.

“Hay varios factores que les impiden seguir: el poco acceso a créditos o la misma inseguridad de las zonas donde viven”, explicó Arroyo.
Otro factor que influye, dice la encargada de Proyectos, es la poca autoestima de muchas de estas mujeres, que dificulta que crean que pueden manejar y sostener un negocio por ellas mismas.

“Esa es otra área en la que trabajamos, la formación humana. Les damos talleres empresariales pero también autoestima. Vienen de entornos difíciles y en ocasiones tienen situación de violencia. Creer que pueden, también es parte de lo que enseñamos en los talleres”, contó Arroyo.

Esto lo confirmó Rocío Pérez, de 23 años y mamá de una bebé de dos años. Ella estudió bachillerato y comenzó un empleo como secretaria pero salió embarazada y no podía obtener ingresos, por eso se decidió por los cursos. Comenzó por uno de cocina navideña, pero luego fue avanzando hacia otros más especializados, cuando entendió que podía ir más allá.

Para ella fue su empeño y el anhelo por contar con ingresos para cuidar a su hija, los que le ayudaron a luchar. Todos los días salía de madrugada desde San Miguel Tepezontes en La Paz, hasta San Salvador, para estudiar.
El jueves pasado se graduó y ahora sueña con poner su propio negocio, junto a su pareja actual. Ya comenzó a vender en casa y anhela contar con un local.

Ese es también el proyecto de Jenny Henríquez de 23 años, que también se graduó de panadería y ya comenzó un emprendimiento en redes sociales, “Dulces travesuras”, con ayuda de sus padres compró un horno y ha comenzado a vender postres por encargo.

Jenny, está a punto de graduarse de ingeniera y aunque culminará su carrera, asegura que emprender en cocina le parece la apuesta más rentable.