Su madre, Margoth Miranda, aún no comprende cómo pudo perder a su hija en tan poco tiempo, sobre todo cuando la mayor parte de esas 48 horas estuvo en manos de distintos médicos. El dolor y la indignación que le ha provocado ver a su hija sufrir sin recibir la atención médica adecuada le han dado el valor para presentar una denuncia formal por el caso.
Esa noche, la doctora Ana Patricia tenía planeado ir con su hermana a la Basílica de Guadalupe, para asistir a la celebración de la virgen de Guadalupe, pero el malestar la llevó a vomitar continuamente, incluso las pastillas que había intentado tomar para el dolor.
En el Hospital General le realizaron unos exámenes de sangre y orina, le dejaron tabletas de ciprofloxacina y también le indicaron que llegara al día siguiente porque le realizarían una Tomografía Axial Computarizada (TAC). Salieron por la madrugada del hospital y regresaron horas desm+epués. Ese mismo día, después de que le realizaran el TAC, le dejaron una cita con un urólogo a la 1:00 de la tarde.
Para ese entonces, ya había un diagnóstico, según se constata en una boleta del ISSS identificada como “solicitud de interconsulta, evaluación preoperatoria, referencia a odontología general y procedimientos”. En esta, la doctora que la atendió informó que Ana Patricia padecía de litiasis ureteral e hidronefrosis leve. La hidronefrosis es definida como la dilatación del sistema colector renal debido a problemas para eliminar la orina, provocado por un obstáculo en algún punto del sistema urinario.
Pese a esta información, la consulta con el urólogo no fue lo que Margoth esperaba. Ella acompañó a su hija y se sorprendió cómo a los pocos minutos el médico solo le dio más pastillas, le indicó que comprara otras porque esas no las daban en el Seguro y le dijo que la vería en tres semanas. “Pero yo aproveché y le dije, mire doctor, ella todo lo que toma vomita, pero se hizo el que no oyó. Para ese entonces, ella ya andaba bien débil, ni podía caminar bien”, lamenta Margoth.
Ya en la casa, Margoth pasó intentando ayudar a su hija a controlar el dolor con un gel, pero este ya era insoportable. Ana Patricia lloraba en su cama. Los hijos de Ana Patricia, un niño de cinco años y una niña de dos, le preguntaban por qué lloraba y Margoth les decía que tenía “un dolor de pancita”.