Las elecciones que marcarán al mundo en 2020

El futuro de muchos rincones del mundo dependerá de los resultados de comicios clave en el año que recién comienza. Estos son algunos de los principales escenarios políticos de 2020.

Bolivia elegirá presidente el próximo 3 de mayo, un paso crucial para poner fin a la crisis política desencadenada tras los polémicos comicios de octubre que derivaron en la caída de Evo Morales y posterior asunción de la conservadora Jeanine ??ñez como mandataria interina.

Por Ricardo Avelar

2020-01-05 4:50:40

El 28 de septiembre de 2019, en una de sus usuales sesiones de Twitter temprano en la mañana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, adelantó su lema para la próxima elección en la que busca la reelección: Keep America Great! (¡Mantén grande a EE. UU.!).

Con este mensaje, que sirve como continuación de su lema de campaña en 2016 (Make America Great Again, es decir “Haz a EE. UU. grande otra vez”), el presidente dio el banderazo de salida para sus mensajes de cara a cuatro años más como el huésped de la Casa Blanca.

Desde ese momento, y en cada alocución pública y en casi todos sus tuits, el mandatario pretende mostrar sus primeros años en el cargo como años de recuperación tras un periodo con una economía deprimida, alto desempleo y un declive del poder internacional del país.

Independientemente de cómo decida cada quien ver a Estados Unidos bajo Trump, lo cierto es que la temporada electoral ya se encuentra a todo vapor y el presidente lo sabe muy bien: 2020 es un año clave.

Y también lo saben sus rivales del Partido Demócrata que sin haber definido del todo cómo le enfrentarán, ya están haciendo todo lo posible para presentar el legado del magnate inmobiliario como uno peligroso para la democracia, las libertades y el país en general.

El año que recién comienza verá una de las elecciones más significativas el próximo 3 de noviembre. Pero antes de eso, y en diversos rincones del mundo, habrá otros procesos electorales que también marcarán cambios importantes en políticas locales y en fenómenos globales.

Fin del “súper ciclo” electoral

De 2017 a 2019, la región latinoamericana vivió 15 procesos electorales que reconfiguraron el mapa político de la región. De estos, 9 países optaron por un cambio, solo tres por la continuidad (en uno de los casos, Ecuador, se mantuvo el partido mas no el estilo de gobierno), dos forzaron la permanencia y en uno, Bolivia, hubo una reelección fraudulenta y una renuncia presidencial.

A diferencia de momentos políticos anteriores (los noventas y su giro a las políticas de mercado y gobiernos de centro derecha, o los primeros años del nuevo siglo y el giro a gobiernos de izquierda de la “marea rosa”), la realidad política de la región es mucho más difusa.

Algunos países decidieron optar por gobiernos de derechas, como Colombia, Chile, Uruguay o Brasil. Sin embargo, entre estos hay abismales diferencias, por ejemplo entre el estilo radical y polémico de Jair Bolsonaro y el de la nueva coalición de gobierno de distintos tonos conservadores en Uruguay, la cual ya afirmó que no piensa dar marcha atrás a las políticas más progresistas de los años del Frente Amplio: el matrimonio igualitario, el aborto o las políticas de legalización de cannabis.

Otros optaron por la izquierda, como México, Argentina o Paraguay. Y en rincones como El Salvador, la definición ideológica ha sido sustituida por un modelo más personalista de gobierno, donde un ideario no es tan importante como una constante presencia mediática y una política que privilegia el anuncio y el espectáculo sobre un discurso estable y predecible.

De esta manera llega Latinoamérica a un 2020 donde también habrá menos comicios, pero lo que habrá podrá reconfigurar el paradigma democrático que se ha venido construyendo en las últimas tres décadas. Asimismo, como se dijo antes, las elecciones del gran vecino del norte, Estados Unidos, también repercutirán en esta región.

El expresidente de Bolivia, Evo Morales. Foto/AFP

Una Bolivia sin (o con) Evo

El pasado 20 de octubre de 2019, los bolivianos acudieron a las urnas para decidir si renovaban el mandato de Evo Morales y su Movimiento Al Socialismo (MÁS) o si optaban por romper con 15 años de este partido y una seguidilla de reelecciones que se hicieron doblando la ley y la voluntad de los bolivianos.

Si bien el entonces mandatario se agenció la mayoría de los votos, instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) determinaron que hubo graves indicios de fraude a su favor y tras semanas de duras protestas, el 10 de noviembre, Morales anunció nuevas elecciones; pero al final terminó renunciado y saliendo del país.

Este ha sido sucedido de manera interina por la exsenadora de derechas, Jeanine Áñez, quien prometió “llevar la Biblia de regreso al Palacio del Quemado (sede de gobierno en La Paz)”.

Algunos dicen que en Bolivia hubo una restauración del orden constitucional. Otros hablan de golpe propiciado por los sectores de derecha. Más allá de la interpretación que a estos eventos se dé, lo cierto es que los bolivianos volverán a elegir mandatario.

Los comicios ya tiene feche, serán el 3 de mayo para elegir presidente y vicepresidente y renovar a la Asamblea Legislativa, anunció un vocal electoral.

Las elecciones se celebrarán “el primer domingo del mes de mayo”, dijo escuetamente el vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Bolivia, Oscar Hassenteufel, a los medios en la ciudad de Sucre, la capital constitucional y sede del órgano judicial de Bolivia.

La convocatoria a los comicios y el calendario electoral serán publicados el próximo lunes, agregó Hassenteufel.

Recientemente el Tribunal Electoral de ese país confirmó que el movimiento de Evo Morales sí podrá participar, pese a recursos en su contra. Si este movimiento de izquierda sucumbe, cerraría uno de los últimos bastiones de la “marea rosa”, la ola de gobiernos progresistas que sirvió de satélite al modelo chavista que gobierna Venezuela desde 1998. Sin Evo o su partido en la fotografía del continente, solo queda el ilegítimo y represivo régimen de Nicolás Maduro, que precisa argucias de todo tipo para evitar una debacle total; y la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, donde el gobierno, sus cuerpos de seguridad y las turbas afines perdieron el miedo a reprimir, saquear, violentar y hasta matar.

¿El fin del “modelo”?

“Únete al baile de los que sobran” fue la frase entonada al unísono por cientos de miles de personas reunidas en torno a la céntrica Plaza Italia de Santiago, la capital chilena, durante una de las más grandes marchas que ahí se ha visto.

Esta línea, proveniente del icónico himno del rock compuesto por la banda Los Prisioneros en 1986, sirvió como resumen de las grandes protestas que se han dado en las principales ciudades chilenas desde octubre. Originalmente, debido a un alza a los precios del transporte público, el movimiento ha mutado a ser un cuestionamiento de fondo del “modelo”, como ahí se conoce a las reformas económicas de corte liberal que han llevado a un país de alto desarrollo humano, pero también donde los frutos del progreso no han llegado a todos los sectores.

En vista de las multitudinarias protestas y el generalizado descontento, el presidente Sebastián Piñera anunció algunas medidas. Estas, sin embargo, resultaron insuficientes y la popularidad del mandatario se desplomó hasta cerca del diez por ciento. Por ello, el presidente y su gobierno se vieron obligados a un paso mucho más fuerte: convocar a un plebiscito para decidir si se elabora una nueva constitución.

Si los chilenos eligen esto, podría darse incluso una “refundación” del sistema chileno que si bien es más sólido y estable que el resto de países de la región, enfrenta constantemente olas de protestas masivas, como la más reciente o la de 2011 que paralizó al país mientras estudiantes pedían la gratuidad en la educación.

Al igual que en 1986, cuando Los Prisioneros cantaban “El baile de los que sobran”, los chilenos pueden estar a las puertas de grandes transformaciones. En ese momento, se configuraba el inicio del fin de Augusto Pinochet Ugarte. El presente parece ser la antesala de grandes cambios. Por ello, 2020 será un año clave para este país y lo que ahí suceda puede repercutir en otros rincones del hemisferio.

¿El fin del fujimorismo?

Tras un periodo tenso entre el Congreso del Perú y el presidente Martín Vizcarra, este último ordenó la disolución del Legislativo, el cual le negó dos “cuestiones de confianza”, una figura que la constitución de ese país da para que el Ejecutivo pida el apoyo expedito parlamentario a alguna iniciativa particular.

En vista de la negativa de los legisladores de sumarse a lo pedido por Vizcarra, este optó por disolver el Congreso, que se negó a cumplir y procedió a un proceso irregular de destitución del mandatario y a ascender a la entonces vicepresidenta Mercedes Aráoz a su cargo. Por un momento, esta nación tuvo dos mandatarios. Sin embargo, Aráoz renunció al cargo poco después y si bien el problema no está resuelto, el Parlamento sigue disuelto y el 26 de enero se elegirá la nueva conformación legislativa.

Esto podría romper la mayoría fujimorista y de oposición, la cual ha buscado chantajear a los últimos gobiernos a fin de indultar de manera definitiva al caudillo Alberto Fujimori, quien gobernó el país de 1990 al 2000 y ahora guarda prisión por violaciones a derechos humanos y delitos de corrupción.

Si el fujimorismo queda reducido en el Parlamento, perdería su principal carta de negociación y esto daría aire a los gobiernos de ese país que ya no tendrían la presión de cumplir con este partido y sus exigencias. Si el fujimorismo se consolida, esto supone un nuevo dolor de cabeza para el presidente Vizcarra y los gobiernos sucesivos, quienes se verán obligados a reconocer algunas exigencias del popular bando político peruano a cambio de gobernabilidad.

Donald Trump. Foto AFP

¿Otros cuatro años a Trump?

Como se dijo al inicio de este artículo, uno de los grandes campos de batalla política en 2020 será Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump se juega la reelección tras una presidencia polémica y accidentada donde, a pesar de los constantes traspiés del mandatario, hay crecimiento económico y niveles altos de empleo.

Del lado de quienes pretenden desplazar al presidente, es aún incierta la estrategia para vencerlo. Hay quienes optan por una apuesta moderada, como la del exvicepresidente Joe Biden, quien busca explotar su experiencia al ser la mano derecha de Barack Obama por ocho años, pero que en algunos círculos representa la política de siempre, algo que Donald Trump se encargó de desacreditar en su campaña antipolítica y de “outsider”. Este podría conquistar el voto de derecha que no quiere a Trump, pero no motiva al ala izquierdista del partido, que puede mostrarse apática.

Por otro lado, hay candidatos como el senador de Nueva Jersey, Cory Booker, o el alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg, quienes proponen políticas más progresistas, sin llegar a ser radicales. Estos generan entusiasmo en votantes jóvenes, logran cautivar al ala de izquierda demócrata, pero puede que no convenzan al republicano desencantado con Trump y que tiende a la derecha.

Finalmente, están los populares senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, quienes le hablan al votante más de izquierda, pero generan miedo en los moderados y para quienes es virtualmente imposible conquistar a independientes o desencantados del bando de Trump.

Estos tres bandos pretenden desbancar al polémico mandatario, quien además enfrenta una dura prueba en el Congreso: en diciembre, la Cámara Baja aprobó dos artículos que hablan de presuntos delitos cometidos por Trump (abuso de poder al presuntamente presionar a Ucrania para investigar a su rival Joe Biden y obstrucción del Congreso). Por ello, el Senado deberá decidir si destituye al mandatario.

Si bien no lo hará, pues los números le favorecen a Trump, será difícil quitarse la mancha de ser el tercer presidente en enfrentar un juicio político. Por otro lado, sin embargo, hay una oportunidad de presentar a los demócratas como obsesionados con derribarlo y por tanto, vengativos.

En estas elecciones, no solo Estados Unidos se juega mucho. El mundo está pendiente, pues el mandatario actual ha favorecido su iniciativa “America First” (Estados Unidos primero), la cual implica menos compromisos con el multilateralismo (disminuye compromiso con la OTAN, sale del Acuerdo de París, se retira del Acuerdo Transpacífico); una política exterior más agresiva con rivales como Corea del Norte, China o Irán; una elevada retórica antiinmigrantes y el afán por construir su popular muro fronterizo, desfinanciando otras áreas de la gestión pública para poder lograrlo.

Indudablemente, los ojos del mundo estarán puestos en Estados Unidos durante todo el proceso de primarias y luego en noviembre, cuando se decidirá el destino político de Donald Trump.

Otras elecciones

En otros rincones, más alejados de la región pero no menos importantes para la salud democrática y estabilidad global, 2020 también traerá elecciones.

Por un lado, el 2 de marzo los votantes israelíes tendrán una tercera oportunidad de acudir a las urnas y dar a algún partido suficientes escaños o alianzas para armar gobierno. Esto, pues en los comicios de abril y en la repetición en septiembre de 2019 ningún partido logró afianzar una mayoría.

Estas elecciones ponen en juego la estabilidad del siempre convulso Medio Oriente. Por un lado, se encuentra el lado del primer ministro actual, Benjamin “Bibi” Netanyahu, quien cada vez más busca apelar al votante radical y ofrece una salida más agresiva al conflicto con Palestina, además de otros conflictos en la región. Hay quienes temen que con Bibi en el poder, el prospecto de paz en la región se desvanecerá.

Por otro lado, está la coalición Azul y Blanco del general Benny Gantz, la cual propone una plataforma de derechas pero con un enfoque más moderado en cuanto al conflicto con Palestina. De lograr una mayoría, podría ofrecer un tono más conciliador, pero también ofrece firmeza hacia países como Irán o Siria, que están empecinados por eliminar al estado de Israel.

En otro rincón del mundo, una elección que parece inconsecuente puede resultar interesante: Polonia. El presidente actual, Andrzej Duda, no buscará la reelección, dando fin a un mandato de derechas que ha coqueteado con el nacionalismo y se ha acercado a líderes populistas como el presidente húngaro, Víctor Orbán, o a líderes cuestionables de la ultraderecha como la francesa Marine LePen, el británico Nigel Farage, o los partidos Amanecer Dorado (Grecia) o Alianza por Alemania.

Una victoria contundente de un bando más moderado podría traer consigo un cuestionamiento a los crecientes movimientos de derecha radical en un continente que hace cerca de 75 años apostó por el multilateralismo y la cooperación, no por el aislacionismo, como la salida a sus principales problemas.

Estas elecciones son las más importantes que el mundo presenciará en 2020. De estas dependerá en gran parte el paradigma político de Latinoamérica, pero también cómo se comportará la principal potencia mundial, la paz y estabilidad de Medio Oriente.

Además de estos comicios, habrá sucesos clave como el Brexit, pero eso será materia de otro análisis.