El 28 de septiembre de 2019, en una de sus usuales sesiones de Twitter temprano en la mañana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, adelantó su lema para la próxima elección en la que busca la reelección: Keep America Great! (¡Mantén grande a EE. UU.!).
Con este mensaje, que sirve como continuación de su lema de campaña en 2016 (Make America Great Again, es decir “Haz a EE. UU. grande otra vez”), el presidente dio el banderazo de salida para sus mensajes de cara a cuatro años más como el huésped de la Casa Blanca.
Desde ese momento, y en cada alocución pública y en casi todos sus tuits, el mandatario pretende mostrar sus primeros años en el cargo como años de recuperación tras un periodo con una economía deprimida, alto desempleo y un declive del poder internacional del país.
Independientemente de cómo decida cada quien ver a Estados Unidos bajo Trump, lo cierto es que la temporada electoral ya se encuentra a todo vapor y el presidente lo sabe muy bien: 2020 es un año clave.
Y también lo saben sus rivales del Partido Demócrata que sin haber definido del todo cómo le enfrentarán, ya están haciendo todo lo posible para presentar el legado del magnate inmobiliario como uno peligroso para la democracia, las libertades y el país en general.
El año que recién comienza verá una de las elecciones más significativas el próximo 3 de noviembre. Pero antes de eso, y en diversos rincones del mundo, habrá otros procesos electorales que también marcarán cambios importantes en políticas locales y en fenómenos globales.
Fin del “súper ciclo” electoral
De 2017 a 2019, la región latinoamericana vivió 15 procesos electorales que reconfiguraron el mapa político de la región. De estos, 9 países optaron por un cambio, solo tres por la continuidad (en uno de los casos, Ecuador, se mantuvo el partido mas no el estilo de gobierno), dos forzaron la permanencia y en uno, Bolivia, hubo una reelección fraudulenta y una renuncia presidencial.
A diferencia de momentos políticos anteriores (los noventas y su giro a las políticas de mercado y gobiernos de centro derecha, o los primeros años del nuevo siglo y el giro a gobiernos de izquierda de la “marea rosa”), la realidad política de la región es mucho más difusa.
Algunos países decidieron optar por gobiernos de derechas, como Colombia, Chile, Uruguay o Brasil. Sin embargo, entre estos hay abismales diferencias, por ejemplo entre el estilo radical y polémico de Jair Bolsonaro y el de la nueva coalición de gobierno de distintos tonos conservadores en Uruguay, la cual ya afirmó que no piensa dar marcha atrás a las políticas más progresistas de los años del Frente Amplio: el matrimonio igualitario, el aborto o las políticas de legalización de cannabis.
Otros optaron por la izquierda, como México, Argentina o Paraguay. Y en rincones como El Salvador, la definición ideológica ha sido sustituida por un modelo más personalista de gobierno, donde un ideario no es tan importante como una constante presencia mediática y una política que privilegia el anuncio y el espectáculo sobre un discurso estable y predecible.
De esta manera llega Latinoamérica a un 2020 donde también habrá menos comicios, pero lo que habrá podrá reconfigurar el paradigma democrático que se ha venido construyendo en las últimas tres décadas. Asimismo, como se dijo antes, las elecciones del gran vecino del norte, Estados Unidos, también repercutirán en esta región.