Lácteos La Familia, el negocio que surgió tras el desempleo

La experiencia y trayectoria de los padres se complementó con el espíritu emprendedor del hijo. Según el patriarca de los López, el negocio funciona por la unidad de sus miembros.

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Ricardo López Mendoza (izquierda) con su padre, Arquímedes Ricardo López, posan en la primera tienda que abrieron en Antiguo Cuscatlán, donde venden una amplia variedad de lácteos. Fotos EDH / Yessica Hompanera

Por Vanessa Linares

2019-09-27 9:40:11

Ricardo López es un mecánico certificado que durante más de dos décadas se especializó en ventas y que mientras hacía rutas en Santa Rosa de Lima, La Unión, y veía los quesos, nunca imaginó que a sus 71 años tendría un negocio familiar de lácteos en el que pondría en práctica toda su experiencia y creatividad.

Salió de su pueblo en San Sebastián, San Vicente, cuando era un adolescente. Apenas sacó su bachillerato comenzó a trabajar; y con su diploma de mecánico calificado, profesión que aún indica su documento de identidad, entró al mercado laboral a través de una reconocida empresa embotelladora de bebidas.

Sin embargo, su carisma, profesionalismo y espíritu de servicio y rápido aprendizaje le valió para que uno de los ejecutivos de la compañía le sugiriera que dejara de llenarse de grasa de carros y que en su lugar se especializara en el funcionamiento de máquinas Post Mix (dispensadoras de bebidas populares en restaurantes, bares y comedores industriales). Luego, cuando este licenciado se cambió de empresa, también se llevó consigo al entusiasta trabajador.

“Tanta suerte tenía, y también que veían que yo trababa bien, que me llevaron y me contrataron. Un día me mandaron a sacar pasaporte y todos los papeles porque a la siguiente semana ya me mandaban para Costa Rica a especializarme en esa área. Así pasé viajando y capacitándome”, recordó López.

A cada seminario disponible, dijo, era el primero en apuntarse, sobre todo cuando se trataba de temas de atención al cliente, mercadeo y ventas, pues en ese entonces solía ser vendedor / impulsador de jugos en el centro de San Salvador.

En su vida de empleado, fue jefe de mini bodegas, capacitador, vendedor rutero y encargado de logística; trabajó en Chalatenango, Santa Ana, y particularmente en todo el oriente del país, hasta que ya excediendo sus años de servicio, se quedó sin trabajo y decidió jubilarse.

El septuagenario reconoce que sus más de dos décadas trabajando en ventas le han servido para hacerse cargo de la logística del negocio. Foto EDH/ Yessica Hompanera

“Cuando estaba en la empresa les decía que pusiéramos un negocio. Yo quería un comedor, uno bueno; pero nunca se daba porque los principales cabecillas de la familia, o sea mi esposa y yo, estábamos trabajando. No teníamos tiempo para hacerlo”, explicó López.

Así, hace unos años, cuando su hijo Ricardo (López Mendoza), que había ganado experiencia en una empresa de lácteos, les insistió en que por qué no vendían quesos, la idea cayó a la familia López cual semilla en terreno fértil y fue el inicio de Lácteos La Familia.

“A veces uno dice mucho tiempo pasé empleado. Mi esposa dice que si hubiéramos empezado antes tal vez estuviéramos mejor, pero siempre al estar en empresa se saca mucha experiencia”, dijo López.

Comenzaron vendiendo en el parque central de Antiguo Cuscatlán, con apenas una mesita. Ahora, continúan participando en los mercados itinerantes pero tienen dos tiendas, proveen lácteos a comercios locales y hasta preparan pedidos etiquetados para cuando los clientes quieren llevar quesos fuera del país.

Lácteos La Familia es un negocio que hace alusión a su nombre y a la unidad de sus miembros.

Ricardo padre asegura que aunque él es la cabeza del hogar, no trata a sus hijos ni esposa como un jefe autoritario. “Si la idea nació como familia, como familia se tiene que desarrollar. No se ha acostumbrado que porque soy el cabeza de serie o de familia soy el jefe. Es que todos somos familia y el trabajo se hace con la opinión de cada quién”, comentó López.

Ricardo hijo explicó que en el negocio “cada quien hace lo suyo” y todos tienen responsabilidades.

Su bagaje en logística, mercadeo, ruteo y ventas califican al padre para encargarse de los clientes y la distribución. López dijo que no tiene problemas con levantarse a las 4:00 a.m. o salir aún a las 9:00 p.m. para ir a repartir mercadería. Como también gusta de la carpintería, con ingenio ideó el primer mueble mostrador, la mesa en la que ahora cortan y pesan el queso y hasta unos moldes para que las piezas sean uniformes.

La madre, que durante sus años de empleada se desempeñó en ventas de mostrador, es la del gusto catador y quien garantiza la calidad de los productos, su peso y todos los empaquetados.

“Antes de abrir la tienda ya participábamos en eventos. Mi mamá me ayudaba a vender. Decía que qué asco, que ella nunca iba a tocar una bolsa de crema. Hoy no lo puede hacer más que ella porque es bien estricta”, recordó entre risas el joven emprendedor.

El patriarca de la familia López asegura que aún tiene energía y vitalidad; no obstante, también reconoce que la prosperidad y el crecimiento del negocio en el futuro será responsabilidad de su hijo.

“Yo soy de los que avalo que él se meta de lleno en este negocio, porque le va a ir bien, media vez que sea responsable y ordenado. Está en una edad en que lo puede lograr, en cambio uno va de salida. A veces mi esposa dice que Ricardo mejor hubiera trabajado en una empresa, pero se dedicó a esto y para mí es lo mejor”, puntualizó.