Ana Grisel, la viroleña que sobrevive de las dulces empiñadas

Esta artesana de Zacatecoluca es de las pocas que produce ese sabroso antojo tradicional.

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Por Susana Joma

2019-09-28 1:30:22

Ana Grisel Renderos es la encargada de que cada Semana Santa, agosto o diciembre, los residentes de Zacatecoluca, en departamento de La Paz, disfruten el dulce sabor de las empiñadas, esos delicados y coloridos discos elaborados con harina suave que están unidos por una capa de miel.

Renderos, de 52 años, es una mujer menuda, pero fuerte; que lleva 25 años dedicada a la producción y venta de este delicado producto y, según expresó, ha sido gracias a esta actividad que sacó adelante a sus hijos.

“Mi negocio me gusta”, aseguró esta viroleña que habita una humilde casa en el barrio La Cruz, cerca de la antigua estación del tren.

Su testimonio apuntó a que fue su difunto esposo quien le enseñó a prepararlas, cuando se acompañaron para formar un hogar.

En los últimos tiempos, debido a un accidente que le afectó una de las manos, ella solo se ha dedicado a venderlas y un allegado se encarga de prepararlas. Sin embargo, no olvida ningún detalle del proceso.

“Lo primero es deshacer la harina. Le echamos azúcar, colorante (ya sea amarillo o rosado) y luego cuando está preparada uno se pone a trabajar”, dice. La preparación también lleva almidón.

Una vez que la mezcla tiene una consistencia líquida, Ana toma un poquito con un cucharón, lo deposita sobre una pesada plancha de hierro que tienen forma circular y la cual está dispuesta sobre un fogón de leña ardiendo.

La viroleña presiona con fuerza una hoja de la plancha para que se tueste la harina y tome la forma circular. Hecho esto, lo extrae y le da vuelta para repetir el proceso.

Ella sostiene que al día siguiente prepara miel con piña molida, azúcar, limón, y refresco en polvo; una vez que esta lista se la aplica a las hojas de harina y las une.

Comentó que a veces hace empiñadas sin colorante, por encargo.

“Es un trabajo pesado”, subraya. Según cuenta, cuando ella hacía sola todo el proceso se tenía que levantar a las dos de la mañana y, como eran tiempos de buenas ventas, preparaba hasta tres libras de harina de pan. Cuando los tiempos ya fueron difíciles empezaba el proceso a las siete de la mañana y terminaba a las seis de la tarde.

“Las empiñadas se producen todo el año. Con esto me sostengo yo. Solo aquí se hacen”, afirmó. Ella las vende a tres por un dólar y, de acuerdo con lo que expuso, no solo las comercializa en Zacatecoluca, sino que viaja hasta Cojutepeque, San Salvador y también se desplaza a las playas.