La ilusión del imperio murió en Suez

“Cada error es, en cierto sentido, el producto de todos los errores que han pasado antes”, George Kennan, diplomático estadounidense. Este artículo es una recensión del siguiente título: Zelikow, Philip and Ernest May, editors. Suez Deconstructed: An Interactive Study in Crisis, War and Peacemaking (Washington, D.C.: the Brookings Institute, 2018).

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El presidente Nasser saluda a las multitudes durante la celebración de la evacuación de las fuerzas británicas, el 22 de junio de 1956. FOTO EDH / AFP

Por Katherine Miller, Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2020-01-26 4:30:22

Como marco de las fotos históricas que nos incumbe presentar ahora, comenzamos a tomar nota que la semana pasada, la BBC de Londres reportó que Egipto, Sudán y Etiopía, los tres, estaban involucrados en una disputa diplomática sobre el agua que suministra la represa de Asuán en Egipto —represa que comienza en las fuentes del río Nilo— y, por lo tanto, una disputa diplomática sobre el agua potable, la electrificación, la agricultura y la industrialización de los tres países ubicados en la esquina noreste de África.

Además, hace una semana, el 19 de enero 2020, el periódico nacional de Francia, Le Monde de París, reportó, bajo el título Libye: Échec et mat a Europe (Libia: Jaque mate a Europa), sobre una serie de reuniones cumbres planificadas, ya pronto en Berlín, sobre la crisis bélica que se lleva acabo actualmente en Libia. Ahora, Libia es la ubicación de fuertes depósitos de petróleo, y hay un conflicto armado en curso. Invitados a negociar en las reuniones cumbres hay 12 países interesados y participantes en los asuntos internos de Libia. Se reunirán en Berlín con el propósito de desenredar y negociar el conflicto libio: Alemania, Francia, Turquía, Rusia, China, Estados Unidos, Italia, los Emiratos Árabes Unidos (UAE), Egipto, Argelia y la República Democrática del Congo.

Si acaso no se perciben las resonancias irónicas entre unas situaciones en el Medio Oriente hace toda una generación —hace 64 años—con las historias puestas en escena, acumuladas desde el pasado, que se vislumbran en estos dos eventos, que se consideran una sola dosis ilustrativa de la historia de los conflictos de esta región: la enorme crisis del canal de Suez de 1956 como trasfondo para las reuniones cumbres reportadas arriba.

Quien desee hacer un retrato de los años 50 del siglo pasado y la Guerra Fría, debe distinguir algunos personajes y diferenciar unos eventos de los otros. Aunque El Cairo no es Teherán, y el actual presidente de EE.UU. no es Sir Anthony Eden, el entonces primer ministro del Reino Unido, las ironías de la historia abundan. Como reza el adagio popular de la Edad Media en Europa, “un embajador es un buen hombre a quien se paga para decir mentiras de su país”. Hay varios proverbios más y dichos adicionales que se pueden citar. Por ejemplo, las palabras son baratas. También, las palabras son espadas difíciles de controlar una vez desenvainadas. Sin embargo, la realidad —aunque la memoria es un terreno peligroso— es un producto, en cierto sentido, de la existencia y de la realidad que impone la diplomacia política. Hoy, como en este entonces, se tiene que estudiar la diferencia entre la retórica y la realidad, que nos presenta, a veces, una brecha muy ancha.

Con estas observaciones planteadas, comenzamos la recensión anunciada del título editado por Phillip Zelikow and Ernest May, Suez Deconstructed: An Interactive Study in Crisist, War and Peacemaking, que consiste en una serie de análisis documentados sobre la crisis del canal de Suez que ocurrió en 1956, publicada por el Brookings Institute en Washington, D.C. en 2018. Los investigadores y analistas son un grupo de profesores asociados de la Universidad de Harvard.

Mapa del canal de Suez.

La metodología consiste en dividir la información sobre esta crisis en tres partes y presentar cada etapa de su desarrollo desde el punto de vista de las ciudades capitales de los países involucrados con documentación desde fuentes gubernamentales, archivos de documentos, mémoires de los protagonistas y fuentes periodísticas. Las ciudades en cuestión son El Cairo, París, Londres, Washington, Jerusalén y Moscú.

Tomando un pequeño paso atrás, la década de años 50 del siglo pasado abarca el trozo inicial de la Guerra Fría y, en África, Zimbabwe, la colonia inglesa, era todavía Rhodesia; Angola, Mozambique y Guinea-Bissau todavía formaban parte del imperio colonial de Portugal; lo que es ahora Namibia era todavía el territorio colonial de Alemania bajo el nombre de África del Suroeste; la República Democrática del Congo era, en este entonces, el Congo Belga; y Francia había transformado a Argelia, anteriormente una colonia, en un estamento de Francia en la forma de tres departamentos de Francia. En Washington, D.C., en el mes de noviembre, 1956 (cuando se rompió plenamente la crisis del canal de Suez), el famoso dramaturgo americano, Arthur Miller (después, esposo de Marilyn Monroe) estaba declarando, bajo subpoena, en una de las investigaciones de la Guerra Fría, HUAC (el House Un-American Activities Committe/el Comité de la Casa de Representantes del Congreso de EE.UU. sobre Actividades Anti-americanas), negándose, bajo juramento, a nombrar amigos que se identificaban con el Partido Comunista de Estados Unidos.

A nivel internacional, se formó y comenzó a funcionar, la Organización de las Naciones Unidas, la OTAN (para el occidente) y la alianza del Pacto de Varsovia (para el bloque soviético en el oriente de Europa). Francia había perdido su colonia en Indonesia en la batalla infame de Dien Bien Phu en 1954 y los nacionalistas argelinos habían aprovechado la derrota francesa en Vietnam para declarar hostilidades abiertas contra Francia, comenzando así la guerra en Argelia. El conflicto en Corea terminó en 1953. En 1956, el mismo año que ocurrió la crisis del canal de Suez en Egipto, irrumpió también la insurrección en Budapest, Hungría, aplastada por las tanquetas del Pacto de Varsovia. Estados Unidos había comenzado los vuelos espías de los jets U-2. En el mes de febrero de 1956, Nikita Kruschev denunció los crímenes y culto de personalidad de Joseph Stalin, después de su muerte, en el vigésimo congreso del Partido Comunista de la URSS.

Con todo eso como cortina detrás del escenario, se puede ver aparecer en la pantalla histórica del año 1956, la preeminente figura de Gamel Abdel Nasser en El Cairo. Como presidente de Egipto, lo vemos intentar buscar fondos internacionales para la construcción de una represa enorme en Asuán para acumular y utilizar las aguas del río Nilo para la irrigación agrícola, electrificación e industrialización de Egipto, con vistazos para negociar la inclusión de Sudán y Etiopía. Estados Unidos, en la persona de John Foster Dulles, secretario del Estado para el presidente Dwight D. Eisenhower, había prometido a Nasser el financiamiento del proyecto.}

Nasser también declaró que necesitaba armamento para protegerse contra lo que él percibió como un ataque eventual proveniente desde el nuevo Estado de Israel, a quien unas fuerzas guerrilleras egipcias (fedayeen) estaban hostigando desde la península de Sinaí, territorio yuxtapuesto al territorio nacional de Egipto.

Nasser pidió armamento de EE.UU., Reino Unido y Francia. Pero no tuvo suerte en estas peticiones. Eventualmente, el único país que prometió ayudarlo fue la URSS, que, además, prometió unos aviones de combate MIG e Ilyushin, junto con armas para proteger a la nación naciente. El armamento fue ofrecido como disponible para compra comercial desde Checoslovaquia.

Cuando EE.UU. entendió, en el contexto de la Guerra Fría, que Nasser había conseguido el armamento, se retractó de su oferta de financiamiento para la represa de Asuán, por el temor a la influencia del bloque soviético. Nasser respondió, a esta retractación, con nacionalizar el canal de Suez (ver mapa) que fue, en realidad, controlado militar, política y comercialmente por los británicos porque su primer ministro, Benjamín Disraeli, en 1875, había comprado las acciones de control del canal de Egipto durante el reinado de la reina Victoria, con fondos prestados por la casa de Rothschild. Disraeli había puesto el Estado de Inglaterra como fianza colateral para el préstamo.

Según Zelikow, EE.UU., después de 1945, era la estrella subiendo en los cielos políticos, opacando la estrella del Reino Unido (UK). Sir Anthony Eden, primer ministro del UK, junto con el primer ministro de Francia, Christian Pineau, quedaron un poco en la sombra. Enojados por el decaimiento de sus imperios coloniales (que incluía la influencia determinante sobre Egipto y su canal de Suez) se enojaron hasta con rabia por el miedo a un recorte del petróleo transbordado desde el Medio Oriente que la nacionalización potencialmente representaba. Sin el control británico y francés del canal, los barcos petroleros para el suministro del petróleo tendrían que hacer el viaje por todo el continente de África, pasando el cabo de Buena Esperanza antes de llegar a Europa occidental. El Reino Unido y Francia imaginaban que, con la nacionalización por Egipto del canal de Suez, se cortaría el viaje de los petroleros desde el golfo Pérsico, pasando por el canal de Suez, y así directamente al mar Mediterráneo a Europa. Casi en igual importancia, la nacionalización implicaba, también, que el Reino Unido y Francia perderían su ascendencia política y militar en la cuenca del Mediterráneo, específicamente en el Medio Oriente. Los dos países convocaron una reunión con Israel en la ciudad de Sèvres, cerca de París en Francia, para planificar como castigar a Egipto con una invasión militar.

Con la nacionalización, Sir Anthony Eden denunció a Nasser en los medios de comunicación como “fascista” y “un segundo Mussolini” por haber tomado control del canal, agitando así los sentimientos de los ingleses, ya solamente 11 años después del fin del Blitz y de la Segunda Guerra Mundial, una guerra contra el fascismo. Estos insultos encontraron resonancia con el primer ministro de Francia, Christian Pineau, antiguo luchador de la resistencia francesa contra la ocupación de Francia por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Pineau era, también, sobreviviente del campo de Buchenwald. A la misma vez, Francia culpaba a Nasser, sin pruebas, pero por sospechas, de armar y asesorar a los insurgentes de Argelia.

El día 24 de octubre de 1956, el Reino Unido, Francia e Israel negociaron, pusieron por escrito y firmaron el Protocolo de Sèvres, las provisiones para una invasión de los israelitas, equipados con aviones de combate Mystère y otros armamentos provistos por Francia, que habían almacenado en la isla de Chipre en el oriente del mar Mediterráneo, con el permiso del Reino Unido.

Francia y el Reino Unido, según el Protocolo de Sèvres, iban a invadir en apoyo a Israel para rescatar y retomar el control del canal de Suez, que todo el mundo dudaba que los egipcios pudieran mantener funcionando. (Para presentar un sabor de los tiempos, el periódico de la Fuerza Armada de Estados Unidos, Stars and Stripes, publicó en su primera plana, una caricatura de un egipcio parecido a Nasser volando en un MIG, pero al revés, con la gabina para abajo, como insulto a los egipcios).

Fotografía del 16 de septiembre de 1956 del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser (al centro) durante un desfile militar en El Cairo. FOTO EDH / AFP

El Reino Unido quería mantener el control del canal de Suez, comprado para la Reina Victoria por su primer ministro Benjamin Disraeli en 1875. Sir Anthony Eden consideró que formaba parte del imperio británico y que Nasser debería ser castigado por nacionalizarlo para que formara parte de Egipto, donde está ubicado. Con este fin en mente, el Reino Unido con sus servicios de inteligencia, M16, inventó a un doble agente denominado “Lucky Break” que fue utilizado, según Zelikow, como vocero (ahora, clarificado por un memorando de M16 mismo) para proporcionar información nebulosa e inventada que tachaba a Nasser como muy cercano a Kruschev y la URSS. También, Zelikow documenta que los británicos montaron una radiodifusora en la misma longitud de onda de radio que las radiodifusoras egipcias para difundir desinformación a la población egipcia y confundir a la defensa y resistencia a la invasión en Egipto.

Francia, por su parte, inmersa en la sangrienta guerra de Argelia, culpaba a Nasser, acusándolo de apoyar al Front National de Liberation (FLN) de Argelia. Por lo tanto, Francia hizo causa común con los británicos en el Protocolo de Sèvres. En 1956, los franceses capturaron, en las costas del norte de África, un yate, el Athos, cargado fuertemente con armas, supuestamente, pero sin pruebas, para el FLN. A la misma vez, los franceses capturaron al líder del FLN, Ahmed Ben Bella, a quien lo mantenían encarcelado hasta el fin de la guerra en Argelia. Aunque circunstanciales estos acontecimientos con respecto a Argelia, los franceses lo presentaron como contundentes.

Al otro lado del Atlántico, los EE.UU. no estaba incluido ni informado sobre el pacto de Sèvres y el Reino Unido y Francia mintieron por omisión al no informar a Eisenhower ni del protocolo ni de la acumulación de material bélico. Eisenhower, desconfiado, desplegó los nuevos jets de espionaje U-2 y descubrió que la reserva armamentista de Francia y el Reino Unido en Chipre era mucho más amplia de lo que Eden y Pineau habían alegado. Eisenhower confrontó a Eden y Pineau con la información recabada de los sobrevuelos de los jets U-2.

La invasión de Israel, Reino Unido y Francia se llevó acabo y los planes de Sèvres eventualmente salieron a la luz descubriendo lo que estuvo en secreto. Eisenhower, quien se enojó tremendamente por las mentiras del Reino Unido y Francia, según Zelikow, denegó las peticiones de Eden para ayudar al Reino Unido, que estaba sufriendo económicamente, por el desplome del libra esterlina en el mercado internacional. Eisenhower se negó a ayudar a los británicos hasta que Francia y el Reino Unido anunciaron el retiro de sus tropas de Egipto.

Zelikow nos documenta que también había manifestaciones y disturbios de parte de la población londinense en las calles de Londres pidiendo la renuncia de Eden y debates amargos en la Casa de los Comunes del parlamento inglés, disminuyendo el prestigio de Eden, quien había mentido al parlamento y a la población también, negando públicamente la participación del Reino Unido en Sèvres y en la invasión de Egipto. Eso documentado y presentado con fuentes oficiales por Zelikow. Eden y Pineau anunciaron la retirada de las fuerzas invasoras. Israel se quedó unos meses más.

Mientras tanto, los egipcios—de quienes todo el mundo desconfió en sus habilidades para mantener funcionando el canal de Suez—sí lo mantuvieron funcionando y el flujo de petroleros durante las actividades bélicas no se detuvo, aunque, por el conflicto, pasaban con demoras. El mundo árabe se puso a las órdenes de Egipto. Simultáneamente, Damasco, capital de la Siria, sufrió un atentado de golpe de estado que, nos dice Zelikow en su documentación, fue confeccionado por los servicios de inteligencia británica, M16. Damasco puso sus fuerzas armadas bajo el mando de Nasser. Creció la influencia de Egipto y de Nasser simultáneamente con la renuncia de Sir Anthony Eden como primer ministro del Reino Unido, quien, según las fuentes presentadas por Zelikow, fue “quebrado” (“broken”) políticamente y en su salud.

En sus conclusiones al libro bajo consideración, Zelikow, en su análisis final, comenta que el drama de la crisis del canal de Suez se puede tomar como una enseñanza para Europa. El imperio británico ya no reinaba sobre el mar Mediterráneo ni el Medio Oriente, ni sobre el canal de Suez. Fue una crisis que enseñó una lección de humildad.
FIN