Marta lleva más de 20 años lavando y planchando ajeno, oficio que la obligó a abandonar a sus ocho hijos. No tenía otra forma de ganar dinero. Foto EDH/ Lissette Lemus
El Salvador tiene 16,000 esclavos
En El Salvador, según Walk Free hay unas 16,000 personas viven en condiciones de esclavitud moderna.
En 2016 y durante una visita al país, Urmila Bhoola, experta en derechos humanos de la ONU, instó al gobierno salvadoreño a desarrollar e implementar iniciativas para proteger a las víctimas de las formas contemporáneas de esclavitud.
Entre estas, la especialista pidió poner más atención al combate al trabajo forzoso, la servidumbre doméstica, el trabajo infantil en condiciones peligrosas y otras actividades en las calles.
En junio de 2011, la OIT adoptó el Convenio Nº 189 sobre el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos, en el que también se tratan tales cuestiones.
En el Convenio se disponen medidas de protección contra la servidumbre doméstica y se establecen derechos para las trabajadores domésticos, como unas condiciones de empleo equitativas, condiciones de trabajo y de vida decentes, respeto a la privacidad y protección contra toda forma de abuso, acoso y violencia. Sin embargo, El Salvador no ha ratificado el convenio.
Esto, sumado a que “el trabajo doméstico es invisible y poco reconocido”, dice Alma Siliézar, del sindicato, facilita las violaciones a los derechos de estas mujeres.
Marta, por ejemplo contó que en la primera casa donde sirvió, dormía en una bodega que compartía con el perro de la casa.
Sus jornadas eran de hasta 14 horas por día y su primer patrona, Maritza, una empleada de gobierno, salía hacia al gimnasio a las cinco de la mañana y volvía hasta pasadas las diez de la noche. Marta debió cuidar a los cinco hijos de Maritza, una pareja de ancianos y hasta al perro.
“Eran niños parecidos a las edades de mis hijos. Eso fue lo más duro para mí. Lloraba todas las noches por ellos”, recuerda.
Además, también tenía dificultades para recibir el salario, pese a la abundancia de tareas cuando llegaba el día de pago, la “patrona”, le decía que no tenía para pagarle.
Pasaba hasta dos meses sin pagarle, así que Marta se escapaba a casas vecinas a planchar o lavar ajeno para juntar aunque sea para el pasaje del bus e ir a ver a sus pequeños.
Sacrificio
"Me tocó perder demasiado como muchacha. Abandoné a mis hijos y no pude estar con ellos cuando más me necesitaban, por eso estar criando niños ajenos".
Marta P., doméstica desde hace 20 años
Quince, veinte, treinta años en el oficio
Para este reportaje El Diario de Hoy tuvo contacto con al menos una decena de trabajadores domésticas, mujeres entre los 34 y los 59 años, que han dedicado, diez, quince, veinte y hasta treinta años a este trabajo.
Aunque no en todos los casos, para la mayoría convertirse en empleada de servicio fue una de las decisiones más duras que tuvieron que tomar, por que debieron abandonar sus hogares para atender casas ajenas.
Aunque no hay suficiente información, se calcula que en el país hay alrededor de 136,529 domésticas, esto según el único censo del Instituto Salvadoreño del Seguro Social ha realizado a propósito del Régimen Especial de Salud y Maternidad para las Trabajadoras Domésticas aprobado en 2010, para facilitar el acceso al sistema.
La Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, UCA, también elaboró en octubre de 2015, una investigación “Reconociendo el trabajo doméstico remunerado en El Salvador” en la que encuestó a 794 trabajadoras del hogar de todo el país e hizo una aproximación a este tipo de empleo.
El informe, realizado con el apoyo de la Organización Internacional del Trabajo y la entidad sueca Brücke Le Pon, que ha venido trabajando con los dos sindicatos de trabajadoras del hogar que hay en el país, retrata de alguna forma los aspectos más destacados de cientos de mujeres que de dedican a este oficio.
Ahí se detalla que provienen del área rural, del total de las participantes en el estudio, el 35% inició como doméstica antes de los 14 años, el 49% tiene la primaria incompleta o no estudió y solo el 13% llegó hasta el sexto grado y el 11%, al noveno.
Otro dato relevante es que más de la mitad de las encuestadas, 54.2% son solteras e independiente de su estado familiar, ocho de cada diez tienen hijos.
Aunque el informe se hizo hace cuatro años, se hayan similitudes respecto a las investigaciones propias que han elaborado los dos sindicatos y el denominador común es la “invisibilidad del oficio, y maltratos”.
Siliézar de SIMUTHRES explicó que como organización, acompañan a varias de sus compañeras en casos que van desde un despido injustificado hasta otros abusos.
Según Yancy Hernández, del mismo sindicato, hay dos modalidades de este tipo de empleo, las de “dormir adentro” que cada vez pierde más terreno por las continuas violaciones a los derechos de estas mujeres, entre abuso físico y sexual, advierte Siliézar.
A Marta, su patrona un día la lastimó golpeándole la cara, porque no le planchó bien una prenda. Siliézar ha conocido casos de mujeres que han sido violadas por sus patronos, pero que no denuncian por miedo.
La otra modalidad de servicio son las llamadas “ambulantes”, que pueden laborar hasta en seis casas distintas, una cada día de la semana, por lo general lavando y planchando y haciendo oficio varios.
Siliézar y su grupo acuden cada semana a diversas calles capitalinas para esperar a las mujeres que salen de sus empleos o a hacer mandados, para entregarles hojas volantes o folletos donde les explican todos aquellos derechos y beneficios por los que deben de luchar.
Les hablan del convenio 189 de la OIT y les explican lo que ya contempla la ley y que muchas de ellas desconocen, como un salario digno, vacaciones, el horario de trabajo y más.
No todas son receptivas a los mensajes, sobre todo por temor a perder la única fuente de sustento.
Siliézar coincide con los datos que muestra el estudio de la UCA, de que la mayoría no tienen mayor escolaridad y buena parte ni siquiera sabe leer y escribir.
Limitadas en estos aspectos, también vienen de familias numerosas y casi todas están criando solas a sus hijos, por eso servir en casas es la única opción que ven viable para ellas.
Marta Zaldaña de la Unión Sindical de Trabajadoras de los Servicios del Hogar Remunerados, UNSITRASER, explica que la intención no es sacarlas de este empleo, pero sí lograr las condiciones adecuadas para que lo desempeñen.
Además se busca visibilizar a estas mujeres cuyo oficio va más allá de limpiar una casa o planchar ropa ajena. Ella asumen el rol de “madres” postizas de niños que no son suyos y que cuidan como propios.
Verlas, desde otra perspectiva y valorar su trabajo, logrará, dicen los entrevistados, no solo frenar los abusos sino entender que merecen condiciones dignas de trabajo.