España, Islas Vírgenes, Alemania, Costa Rica, Estados Unidos y hasta Japón han sido destinos de las coloridas carteras de Raquel Arana, una diseñadora salvadoreña que pasó de elaborar siete bolsos a unos 800 por año, en tan solo cinco años y a vender en una decena de países.
Ella diseña y pinta a mano cada uno de sus productos y el valor de cada uno es la historia que cuentan, enfocada en aquello que hace valiosa a una mujer.
Desde niña a Raquel le encantaba ilustrar y aunque estudió diseño estratégico y no de producto o gráfico, siempre tuvo a la mano papel y lápices de colores y una imaginación desmedida que la hizo crecer rodeada de personajes que alimentan hoy día su extraordinario talento.
Su historia como emprendedora comenzó hace cinco años, cuando trabajaba como directora creativa de una agencia de publicidad y se aburría de ilustrar sin contar historias, como ella misma explica.
Entonces, todas esas historias que invadían su cabeza comenzaron a materializarse primero en papel, luego en tela y finalmente en carteras.
Las primeras siete que elaboró las vendió en una semana, luego hizo el doble y también se las llevaron y después 30 más y en poco tiempo, se agotaron. Ahí descubrió no solo un nicho de mercado sino la oportunidad de emprender con un producto único y con un elemento de valor: la historia que se contaba a través de él.
“Al decidir que cada cartera contara una historia me inspiraba a diario. Elegí historias que empoderaran a la mujer, carteras que hicieran una conexión emocional con las mujeres, así comencé a desarrollar cada colección”, contó Raquel, de 36 años.
La marca comenzó en 2014, en una Pop Store que estuvo tres meses y que le dio espacio para vender sus primeras carteras.
De la mano de Mirna Ruíz, su madre, ambas registraron la marca y comenzaron un proyecto que en cinco años creció de manera exponencial.
El negocio pasó de emplear a un artesano a contar con 18 entre artesanos, personal de contabilidad y otros.
Aunque Raquel comenzó vendiendo sus productos en kioscos, la necesidad de tener un espacio propio también la hizo crear, junto a un socio, el proyecto “Hecho en Casa”, una tienda física que ya posee dos sucursales y da espacio a 53 marcas todas de emprendedores como ella.
“Hecho en Casa es un proyecto de amor, porque los diseñadores tienen un espacio, se volvió un motor que impulsa el diseño y sigue creciendo”, contó la joven.
El clan de las virtudes
Raquel está convencida que el apoyo entre emprendedoras es clave para crecer y por eso, la última de sus colecciones “El Clan de las Virtudes” está amarrada a un proyecto personal que la tiene entusiasmada.
Ella busca apoyar a Programa Velasco, una fundación que ayuda a capacitar mujeres de escasos recursos que tienen pequeños emprendimientos-negocios de venta de frutas, confecciones de trapeadores, dulces, etc.
Raquel fue dar una charla y descubrió que estas mujeres necesitaban que alguien las guiara para seguir su negocio.
Seleccionó a varias cuyas historias cuenta en su última colección que lanzará la otra semana y además eligió una de ellas a quien le ayudó con su emprendimiento. Gracias a su asesoría el precio del producto de su discípula subió más de 80%.
Raquel entendió que no podía ayudarlas a todas y se le ocurrió El Clan, un programa de acompañamiento personalizado con la que ya hizo una convocatoria en redes sociales para buscar a más mentoras.
Su objetivo es conseguir a 10 mentoras más para igual número de emprendedoras, convencida de que con una asesoría, ellas lograrán más éxito en sus proyectos.
“Son mujeres madres solteras, con problemas, muchos problemas pero con un talento enorme. Solo les falta la parte del branding y que otra diseñadora con más experiencia les ayude. La convocatoria sigue abierta y se cierra el 23 de noviembre, estamos muy entusiasmadas” , contó.
Seis de las catorce mujeres ya tienen su historia plasmada en la próxima colección y Raquel se prepara también para lanzar una nueva línea de Hogar, que como sus carteras, estará llena de colores y de vida.