La clave Malespín

Hace casi 175 años, un código para encriptar mensajes militares se volvió muy popular en El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Algunas de sus palabras aún son usadas en la región centroamericana.

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La clave Malespín se popularizó por la región centroame-ricana en medio de las batallas libradas durante buena parte del siglo XIX. Imagen tomada del monumento ecuestre al general Gerardo Barrios Espinoza, centro de San Salvador. / Foto Por cortesía

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-07-26 9:35:21

Nacido en Izalco, en la Alcaldía Mayor de Sonsonate, el 28 de septiembre de 1806, el general Francisco Malespín Herrera es uno de esos personajes de la historia salvadoreña perseguidos por un halo de ignominia y contradicciones en casi todo lo referente a su vida, obra y legado para la sociedad salvadoreña.

Hábil en el manejo de la lanza, Malespín hizo carrera militar con su hermano Calixto. Aunque la historia liberal lo ha retratado como un alcohólico, analfabeto y contrario a la religión católica, lo cierto es que varias acciones de su vida no coinciden con los detalles de ese retrato.

Para empezar, su físico no se parece en nada al militar de quepis que se refleja en el busto que se alza en uno de los patios del campus central de la Universidad de El Salvador, institución de la que fue uno de sus máximos impulsores, hasta lograr su creación el 16 de febrero de 1841. Por las descripciones de la época, su aspecto era más parecido al del libertador suramericano Simón Bolívar. A eso se suma el hecho de que sus varias hermanas fueron consideradas, durante gran parte del siglo XIX, algunas de las mujeres más agraciadas y hermosas de la sociedad.

Por el lado intelectual, fue ahijado del Dr. Jorge de Viteri y Ungo, primer Obispo de San Salvador, nombrado por el Vaticano en 1843 tras casi 20 años de distanciamientos con el gobierno salvadoreño, luego del nombramiento civil de José Matías Delgado y de León como primer obispo capitalino, lo que le valió una bula de excomunión. Además, el general Malespín fue tío del destacado humanista y también sacerdote Dr. Juan Bertis Malespín, uno de los máximos exponentes intelectuales de El Salvador de la segunda mitad del siglo XIX.

En su desempeño como Presidente de la República del 7 de febrero de 1844 al 15 de febrero de 1845, el general Malespín llevó a cabo una campaña militar contra la ciudad nicaragüense de León, en la que sus tropas realizaron múltiples pillajes. Fue en aquel escenario de barbarie extrema donde comenzó la expansión centroamericana de un código para ocultar mensajes militares: la clave Malespín.

Busto en bronce del general Francisco Malespín, existente desde 1941 en uno de los patios de la Universidad de El Salvador, de la que fue uno de sus fundadores. En la década de 1970, durante una protesta estudiantil, quisieron fundirlo en una pira de leña. Al no lograrlo, le hicieron un agujero con un soplete de acetileno en la parte posterior, daño que aún presenta.

El código salvadoreño es muy sencillo, pero práctico, pues casi simula la etapa prelingüística de los niños o aquellas jerigonzas casi ininteligibles con determinadas letras que aún se usan en los patios escolares. Así, la letra “a” se cambia por la “e”, la “i” por la “o”, la “b” por la “t”, la “m” por la “p” (y viceversa) y la “f” por la “g”. Las operaciones de cambio funcionan en ambos sentidos. De esa manera, con poco más de cuatro vocales y seis consonantes se conseguía deformar y cifrar cualquier mensaje oral o escrito entre oficiales, de tal manera que el enemigo no se pudiera enterar de su contenido.

¿En qué radicó su efectividad y popularidad? En los grandes niveles de analfabetismo existentes en esa época. Por eso, la clave Malespín permaneció durante años en uso, tanto dentro de los ejércitos de la región como entre conspiradores, ladrones, señoritas enamoradas y ateos. Con ese sistema básico, la palabra se ocultaba sobre sí misma para cifrar su contenido.

El general Malespín terminó sus días en San Fernando (Chalatenango), el 25 de noviembre de 1846, cuando invadió el país para volver al Poder Ejecutivo. Su cadáver fue decapitado y sepultado bajo una enorme piedra en la entrada del poblado. Su cabeza fue exhibida durante años en una jaula, en la zona de la actual Ciudad Delgado conocida como La cuesta de la calavera. Por intervención de varios diplomáticos, el siniestro despojo fue sacado de la jaula y enterrado, una noche, en la tumba familiar en el cementerio de Aculhuaca, ahora parte de esa localidad sansalvadoreña. Aun ahora, la leyenda negra persigue y sepulta a su biografía.

En el siglo XXI sobreviven varias palabras del Pelasmón (Malespín, dicho en su propia clave) en el castellano centroamericano. Por ejemplo, tuani o tuanis (bueno, buenos), peli o pelis (malo o malos), jincho (indio), detroi (anglicismo que substituye al malespiniano datrés, detrás), brete (apócope de breteje, trabajo), guajo (viejo, usado), etc.

En esta era digital, el encriptamiento de contenidos es algo bastante común para evitar hackeo e incursiones exteriores indeseadas en las computadoras y redes sociales. La clave Malespín permitió lo mismo durante más de un siglo, hasta casi caer en el olvido de la historia, del que fue rescatado por la cultura popular y por el argot contracultural de las pandillas y del hampa del narcotráfico.

LECTURA RECOMENDADA:

  • MATUS LAZO, Róger. Estudios sobre el español nicaragüense (Managua, Matus Lazo Ediciones, 2002).