La caída de Hernández Martínez y la prensa extranjera

Durante toda su dictadura, el régimen martinista mantuvo una fuerte censura de los medios impresos y radiofónicos, decretó una severa Ley de imprenta y controló las comunicaciones hacia el exterior.

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Edificio de la Legación Americana, que desde 1942 fue la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica en la capital salvadoreña. En la actualidad es una de las sedes de la Universidad Tecnológica de El Salvador (UTEC, calle Arce). / Foto Por cortesía

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-05-11 4:30:45

A partir del levantamiento etnocampesino de filiación comunista, desarrollado en el occidente salvadoreño en enero de 1932, el régimen de facto presidido por el brigadier Maximiliano Hernández Martínez desplegó una fuerte censura de las comunicaciones en los medios impresos y radiofónicos, al igual que en el tipo de noticias que se enviaban hacia el exterior por los canales oficiales y, además, por las agencias internacionales de noticias.

Para lograr ese control casi absoluto de las producciones informativa, intelectiva y de opinión, el gobierno -después validado en su labor mediante diversas elecciones sucesivas, directas o indirectas- contó con el apoyo directo de diversos intelectuales, que prestaron sus servicios para servir de mediadores eficaces de la imagen gubernamental tanto dentro como fuera de las fronteras.

Para el caso, el poeta, ensayista y periodista Gilberto González y Contreras sirvió durante algún tiempo como censor de prensa. En su labor, desplegada desde el cuartel mismo de la Policía Nacional, hubo más de alguna oportunidad en que dejó a más de algún diario o revista sin material para publicar. Ese fue el caso del Diario del Salvador (1895-1934), que tuvo que sacar una edición con sus ocho columnas en blanco sobre su papel estándar inglés, con tan solo unos cuantos anuncios comerciales en blanco y negro, para así cumplir con sus obligaciones contractuales con esos anunciantes.

Portada y página interior de una de las ediciones censuradas del Diario del Salvador, en la que solo se aprecian los anuncios comerciales publicados. Imagen proporcionada por la Biblioteca Nacional “Francisco Gavidia”, San Salvador.

La misma Policía Nacional mantuvo en su interior a la primera radioemisora privada del país, la YSP, siglas que el pueblo caricaturizó como Yo Soy Policía. Además, el cuerpo policial también estableció una red popular de “orejas” y “murmuradores”, que se encargaban de buscar y traer información, así como de esparcir datos que hicieran ver al régimen como sólido, centrado en el combate al crimen y muchas supuestas virtudes más.

Los medios que no se dejaban sujetar con facilidad a la censura eran vigilados por elementos policiales, quienes incluso llegaron a encarcelar o expulsar del país a más de alguno de esos directores. Fue el caso de los poetas y ensayistas Alberto Guerra Trigueros -director, junto con Salarrué, del diario Patria, fundado y dirigido por José Bernal y Alberto Masferrer- y Napoleón Viera Altamirano, fundador de El Diario de Hoy, quien se vio forzado a vivir en Costa Rica. Mientras residía allá, su medio fue obligado a cambiarse el nombre por el de Centro-América, aparte de que tuvo una serie de directores del más alto nivel intelectual, entre quienes estuvieron el propio Bernal y el escritor y químico migueleño Dr. Julio Enrique Ávila.

Vista de la Casa Presidencial del barrio de San Jacinto, en la década de 1940. Allí funcionaban las principales oficinas del régimen martinista.

Para ejercer control con la prensa extranjera, el gobierno martinista contó con el decidido apoyo del educador, periodista y escritor Francisco Espinosa (1898-1967), fundador de los Liceos Cuzcatlán y Cultura, así como del medio oficialista Diario Nuevo. Desde su despacho en Casa Presidencial se emitían los cables informativos para las agencias internacionales United Press y Associated Press. Gracias a eso, los datos oficiales salvadoreños que aparecieron en la prensa extranjera fueron sesgados y manipulados hasta casi el momento de la caída del régimen, el 9 de mayo de 1944. En Estados Unidos, la información aparecida desde el levantamiento frustrado del 2 de abril fue muy poca, pero en España fue nula, porque la censura de prensa establecida por el general Francisco Franco Bahamonde no divulgó nada relacionado con las jornadas cívico-militares salvadoreñas de abril y mayo de 1944, ni de sus eventos históricos posteriores.

Las únicas vías para obtener datos no censurados o filtrados las lograron las agencias UP y AP desde sus sedes en las ciudades de México y Panamá, cuando lograron entrevistar a militares fugados o civiles exiliados. Gracias a esas entrevistas, poco a poco el mundo conoció la realidad de la huelga de brazos caídos, el asesinato del joven José Wright Alcaine y el papel jugado por el embajador estadounidense para que Hernández Martínez anunciara que renunciaba tras poco más de 12 años en el Poder Ejecutivo.

LECTURA RECOMENDADA:

-FIGEAC, José F. La libertad de imprenta en El Salvador (San Salvador, Universidad Autónoma de El Salvador, 1947).
-LÓPEZ VALLECILLOS, Ítalo. El periodismo en El Salvador (San Salvador, Editorial Universitaria-Universidad de El Salvador, 1964).
-MORÁN, Francisco. Las jornadas cívicas de abril y mayo de 1944 (San Salvador, Editorial Universitaria, 1979).