La caída de Hernández Martínez y la prensa extranjera
Durante toda su dictadura, el régimen martinista mantuvo una fuerte censura de los medios impresos y radiofónicos, decretó una severa Ley de imprenta y controló las comunicaciones hacia el exterior.
A partir del levantamiento etnocampesino de filiación comunista, desarrollado en el occidente salvadoreño en enero de 1932, el régimen de facto presidido por el brigadier Maximiliano Hernández Martínez desplegó una fuerte censura de las comunicaciones en los medios impresos y radiofónicos, al igual que en el tipo de noticias que se enviaban hacia el exterior por los canales oficiales y, además, por las agencias internacionales de noticias.
Para lograr ese control casi absoluto de las producciones informativa, intelectiva y de opinión, el gobierno -después validado en su labor mediante diversas elecciones sucesivas, directas o indirectas- contó con el apoyo directo de diversos intelectuales, que prestaron sus servicios para servir de mediadores eficaces de la imagen gubernamental tanto dentro como fuera de las fronteras.
Para el caso, el poeta, ensayista y periodista Gilberto González y Contreras sirvió durante algún tiempo como censor de prensa. En su labor, desplegada desde el cuartel mismo de la Policía Nacional, hubo más de alguna oportunidad en que dejó a más de algún diario o revista sin material para publicar. Ese fue el caso del Diario del Salvador (1895-1934), que tuvo que sacar una edición con sus ocho columnas en blanco sobre su papel estándar inglés, con tan solo unos cuantos anuncios comerciales en blanco y negro, para así cumplir con sus obligaciones contractuales con esos anunciantes.