Mariposas contribuyen a la economía familiar

Hace dos años una familia recibió la visita de una persona que les propuso trabajar con mariposas, desde entonces se dedican a la producción de capullos para después ser entregados y exportados.

descripción de la imagen
Foto EDH/ Iliana Ávila

Por Iliana Ávila

2020-03-16 4:30:38

MORAZÁN. En el caserío Cururo, municipio de Jocoaitique, tres familias se dedican a la producción de capullos de mariposas, que luego son entregadas a una segunda persona para su exportación.

Desde hace dos años Felipe Orellana, de 63 años, se dedica a la producción de capullos de mariposas de la especie Heliconia, que son exportados a países como Estados Unidos.

Por 15 años la familia se ha dedicado a la producción de hortalizas como tomate, chile, ejote y pepino, mediante la utilización de abonos orgánicos; sin embargo, hace dos años recibieron la visita de un hombre que les propuso trabajar con mariposas, esta persona sería la encargada de comprar los capullos para luego exportarlos.

Foto EDH/ Iliana Ávila

“Él me ofreció la tela para el mariposario, por pagos, y así fui entrando al proyecto mariposa. Me acerque a la Fundación Segundo Montes y me dijeron que me iban a ayudar con unos tubos, bloques, arena y cemento para levantar el mariposario y así fue”, cuenta Orellana.

Felipe Orellana y su familia, residen en caserío Cururo, del cantón Rodeo en el municipio de Jocoaitique, Morazán. La vida en ese lugar es “tranquila, apartada, feliz” asegura, y en donde el clima fresco es beneficioso con las flores conocidas en el lugar como cola de ratón, penta y cinco negritos, de donde se alimentan las mariposas, así como el granadillo cuya hoja es utilizada para alimentar las larvas de la mariposa Heliconia.

“En el caserío Cururo somos tres los que trabajamos con las mariposas, entre ellos mi yerno, que ha sido mi maestro en esto de las mariposas. La idea es hacer otro mariposario, el alcalde me ha ofrecido su apoyo porque él ve esto como un destino turístico”, comenta el señor Orellana.

La familia ha construido dos mariposarios, uno de ellos es conocido como el comedero, exclusivo para alimentar a las orugas que luego se transforman en capullo; y el segundo es para las mariposas adultas de donde se obtiene los huevos de mariposa. La tarea requiere mucha paciencia para identificar los pequeños huevecillos de color amarillo entre las plantas.

Foto EDH/ Iliana Ávila

A un costado de la casa de habitación, construida con madera y bloques de cemento, Felipe instaló un cuarto de tela malla de la que dice: “esta es mi oficina y laboratorio, recojo la postura (huevos), nace la larvita y luego la ponemos en esta planta; cuando están creciendo me llevo la planta para el comedero donde se crece el gusano y luego el capullo, lo traemos nuevamente a este lugar donde se prepara para ser enviado a San Salvador”, explicó.

En la producción de capullos y hortalizas se involucra toda la familia, en especial cuando demanda paciencia y tiempo.

María Ceferina Pérez, de 60 años, esposa de Felipe; y su hija Nohemi, dicen sentirse privilegiadas con su trabajo.

“A mi me encanta porque si uno se siente triste, aburrido, me vengo para acá (mariposario) y se me quita el estrés, se divierte uno viendo las mariposas, meditando en la creación de Dios, con las flores. Me divierten a mi y me le dan trabajo a las niña, todos trabajan pero más ella”, aseguró.

Foto EDH/ Iliana Ávila