Fabián Bruno, director del departamento de Proyectos Educativos de la Universidad Don Bosco junto a Jaime Roberto Zablah Siri, director Ejecutivo de La Factoría, firma carta de entendimiento. Foto EDH / D. Martínez
Zablah Siri, un especialista en negocios internacionales y cooperación, que dejó a un lado la vida empresarial para dedicarse a desarrollar proyectos de carácter social, explicó que a las personas que llegan al centro les brindan atención psicológica y psiquiátrica, servicio médico, acceso a un pequeño gimnasio, atención para sus niños, les dan un café, desayuno o almuerzo, según lo necesiten.
“Hemos contratado siete iglesias cristianas, a las cuales les mandamos los muchachos para que me los guarden de noche y me los traen durante el día, para poder nosotros dar la atención asegurándonos que no estén en las calles”, explicó.
Aseguró que el verdadero trabajo del centro es “cambiarles ese chip” a sus usuarios que han estado inmersos en la violencia a tal punto “que ellos me digan por más que yo esté muriéndome de hambre no voy a regresar a la violencia”.
El especialista consideró que los esfuerzos por lograr que estas personas tengan una vida digna, lo que pasa por generarles una nueva visión así como espacios para que tengan otras opciones y salgan adelante, es una lucha diaria, nada fácil, pero que es importante para ellos y para el país.
Dentro de La Factoría Ciudadana los usuarios pasan por un proceso hasta que demuestran estar listos, muy autoconvencidos de querer vivir definitivamente lejos del círculo de violencia.
Es así como en el centro conviven, e incluso trabajan sin ningún temor, hombres y mujeres que estuvieron en las distintas pandillas, retornados y otras personas que llegan en busca de ayuda para superar problemas de drogadicción. La organización además apoya a sus usuarios en la búsqueda de trabajo por tres vías: una, es gestionándoles espacio en empresas; otra, dándoles capacitación en diferentes áreas para que abran sus propias fuentes de empleo y en algunos casos hasta les dan capital semilla, y finalmente, abriendo fuentes de negocios internas para contratarlos.
Brindar a estas personas la oportunidad de tener acceso al servicio educativo es otra de las preocupación dentro de La Factoría Ciudadana, dado que muchos de ellos no tienen ni los estudios básicos. Por ello, la organización ha propiciado una alianza con el Ministerio de Educación que les permitirá a sus usuarios recibir clases dentro del centro.
Zablah Siri reiteró que con el premio internacional se siente “sobrecargado de emociones”, porque ha estado luchando por este proyecto, “y vamos a seguir luchando”. Eso incluye sus planes para expandir este esfuerzo hacia los vecinos países Guatemala y Honduras.
Según explicó, mantener La Factoría Ciudadana es un gran reto porque en la sociedad salvadoreña hay mucho resentimiento hacia las personas que han estado en esta situación, sobre a todo a los exmiembros de pandillas, a tal punto que nadie concibe ayudarlos, y quienes lo llegan a hacer no es abiertamente debido al temor a ser cuestionados públicamente. “La reacción que tengo usualmente de las personas es hay que matarlos a todos, pero lo que no entienden ellos es que hay 65,000 personas en las pandillas, hay 39,000 personas en cárceles, que calculamos que en los siguientes dos años va a salir 5,000 de ellos. El año antepasado fueron más de 60,000 deportados, de los cuales calculamos que un 10 % viene con tema violencia, y un 5 % viene con tema pandilla”, citó, al ilustrar el enorme reto que tiene el país para unirse y superar esta situación social de una forma que no signifique más violencia.
“Cuando uno conoce a estos hombres y mujeres uno aprende a ver más allá del tatuaje, ve que el alma no la tienen tatuada, que el corazón no lo tienen tatuado, que son salvadoreños que han cometido un error y nosotros tenemos que ver qué hacemos para bajar esa muralla que hemos hecho, los dividimos, los separamos”, reflexionó.
Según expuso, las estadísticas de los Estados Unidos indican que 95 % de los que entran a pandilla salen de ella, “porque llega una edad en la que dicen voy a salir, ya sea porque no quieren vivir el resto de su vida así, porque son papás y dicen ‘yo no quiero que mis hijos estén en eso’, o porque están muriéndose de hambre”. Si bien Zablah Siri reconoció que hay un porcentaje de personas que no pueden rescatar, estima que “hay un 50 % de los que están activos ahorita que no quieren seguir, pero no saben cómo salir, y hay un porcentaje que ya no quiere regresar, muestra de ello es que muchas iglesias están llenas de estos hombres y mujeres…”, sostiene.
El fundador de La Factoría Ciudadana manifestó que el premio que le ha otorgado la Fundación McNulty, por ser un agente catalizador de cambios, tiene una gran importancia porque hay mayores posibilidades de que el proyecto salvadoreño sea reconocido por otras organizaciones a nivel internacional, porque “esto es como un sello de garantía”.