Inmigración, sexo y tecnología en la novela gótica

“Mi novela hablaría de los miedos misteriosos de nuestra naturaleza y despertaría emocionantemente a los horrores, para que el lector tenga miedo dar vuelta para ver atrás, para que cuaje la sangre y acelere los látigos del corazón”, Prefacio a Frankenstein o el Nuevo Prometeo de Mary Wollstonecraft Shelley, 1823.

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???El ómnibus de Bayswater???, 1895, cuadro de George William Joy que muestra a los pasajeros al interior de un bus jalado por caballos en Bayswater, zona residencial en el centro de Londres. Museo de Londres, Gran Bretaña. / Foto Por Wikipedia Commons

Por Katherine Miller, Doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2019-11-24 5:30:36

¿Qué significarían los monstruos para los lectores de la época de la Revolución Industrial comenzando en el siglo XIX de la época victoriana? Examinemos, como ejemplos, tres de las más famosas novelas góticas de ese entonces: Frankenstein o el Nuevo Prometeo, Drácula y El Sabueso de los Baskerville.

Los autores de estas tres obras son una inglesa, un irlandés y un escocés del Reino Unido; Mary Wollstonecraft Shelley, Bram Stoker y sir Arthur Conan Doyle. Shelley (1797-1851) nació en Londres y escribió durante los primeros movimientos de la Revolución Industrial en su país natal. Bram Stoker (1847-1912) nació en Dublín, Irlanda, y estudió en Trinity College Dublin para convertirse en abogado; escribió sus novelas durante el período cuando la reina Victoria estaba en el trono. Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) nació en Edimburgo, estudió con la órden de los Jesuitas en el Reino Unido y en Austria y en la Universidad de Edimburgo para ser médico, fue ennoblecido por su trabajo en un hospital de Sudáfrica durante la Segunda Guerra con los Boers.

Las novelas góticas que estos tres escribieron son tal vez los ejemplares más famosos que perduran en el cine hoy. Forman parte de un género conocido como “novelas góticas” que utiliza un estilo literario que es exageradamente de más importancia que el contenido del texto. El estilo cubre el contenido del texto con descripciones que captan el olor de la maldad, de neblina, de vampiros, de muertos vivientes. Inspiran miedo por lo desconocido, se lleva a cabo en épocas lejanas y lejos de nosotros, pero propician, irónicamente, una perspectiva que resalta y critica los problemas sociales de su sociedad.

Pero si uno se limita a la examinación solamente de las versiones cinematográficas de estas tres novelas producidas en Hollywood, tendría una visión distorsionada y vulgar del arte con que Shelley, Stoker y Conan Doyle escribieron. Al leerlas, el lenguaje figurativo, las metáforas, las alusiones que utilizaron, además del escenario internacional en el que están colocados sus protagonistas, se resalta el estilo gótico en estas obras maestras. Y es plenamente posible argumentar que son críticas sociales de fenómenos como la inmigración, el sexo y la tecnología de sus sociedades, tan resonantes en nuestra propia época. Consideramos cada una de las tres bajo esta lupa.

1. Retrato de Mary Shelley de 1840, por Richard Rothwell. National Portrait Gallery, Londres. 2. El escritor Arthur Conan Doyle. Fotógrafo no identificado. Foto Leemage 3. Bram Stoker (1847-1912). Fotógrafo no identificado. Foto Wikipedia Commons

Mary Shelley, autora de Frankenstein o el nuevo Prometeo, publicado en 1823, era hija de la periodista y filósofa Mary Wollstonecraft. Shelley tenía muy presente que su madre murió a causa de complicaciones en el parto de ella misma. Shelley, de adolescente, comenzó una relación con el poeta Percy Bysshe Shelley, quedó embarazada, y, encontrándose en una situación intensamente difícil, sufrió un aborto espontáneo y dio a luz prematuramente a un infante que nació muerto.

Un poco después, a la edad de 18 años, escribió su novela gótica Frankenstein, en la que presenta un monstruo que un científico, fascinado con la creación de la vida humana, confeccionó en su laboratorio por métodos científicos, utilizando la nueva tecnología de la electricidad. Shelley describe el monstruo como “the miserable, abandoned… abortion” (el aborto espontáneo miserable y abandonado). Continúa, en el primer capítulo: “Vi al aterrador fantasma del hombre colocado en el laboratorio, y, entonces, por medio de una máquina poderosa, mostró señales de vida… Espantoso, para cualquier esfuerzo humano, tener el poder de burlar el estupendo mecanismo del Creador del Mundo”.

La problemática de la ciencia por engendrar la vida es presentada como la experiencia de un embarazo que no salió bien del vientre de la madre y tampoco del laboratorio científico. Es una metáfora para el vientre mismo. El monstruo “científico” sobrepasó los límites de la ética y la moral de la sociedad y comete un asesinato porque no tenía la posibilidad de tener la felicidad de una pareja, y se considera traicionado por su creador.

Pero, declara Mary Shelley en su correspondencia: “No estaba confinada a mi propia identidad”. Y así el escenario internacional de su novela comienza en Rusia, en Archangel, dentro del Círculo Ártico; continúa con viajes al Océano Pacífico, al Mar del Norte, a Groenlandia y a las “placas flotando de hielo” del Polo Norte. Además, el narrador que comienza la novela ha nacido en Génova; ha visitado Nápoles, Milano, Suiza, Francia y Alemania. No es una novela provincial de Inglaterra porque nos presenta el escenario internacional del enorme hemisferio del norte y, también, traza los inventos de la ciencia y el miedo de no poner límites éticos a los mismos.

Frankenstein fue escrita en los tiempos del comienzo de la Revolución Industrial en Inglaterra y, como nos cuentan otras novelas del período, cuando los inventos científicos y tecnológicos estaban causando miedo y desconfianza. Eso porque los nuevos inventos y descubrimientos —como electricidad, ferrocarriles, máquinas a vapor para la minería, inventos médicos—, en las mentes de partes de la población del siglo XIX, eran una blasfemia contra Dios, quien deberá ser el único Creador de vida.

En Frankenstein, Shelley, a la edad de 18 años, escribe de las vinculaciones del sexo (que produce en el vientre de la madre niños que pueden nacer muertos) con la tecnología del laboratorio-cum-vientre de la ciencia que, por medio del nuevo descubrimiento de la electricidad, produce monstruos que ella denomina “abortions” (abortos espontáneos) que no actúan en una manera moral, sino que pueden causar profunda tristeza a una madre, o, en el caso de su novela, hasta quitar la vida a otros. La tecnología es, entonces, vinculada con el sexo y el embarazo.

Grabado de la obra “Staffordshire y Warwickshire, pasado y presente” de John Alfred Langford publicada en 1872. Muestra una escena nocturna con hornos resplandecientes y chimeneas emanando humo en Bilston, Inglaterra. Foto Leemage

Llegando al fin de siecle, en el año 1897, el escritor irlandés Bram Stoker comienza su novela en el mismo período que Jack el Destripador está mutilando a las prostitutas, las trabajadoras del sexo, en el distrito de Whitechapel en Londres, mismo sector en el que se lleva a cabo el accionar interno de esta novela. Inicia con una carta de un tal Jonathan Harker, un abogado inglés, quien escribe desde Budapest, Hungría. Ha cruzado el río Danubio, dejando atrás el occidente y llegando al oriente de Europa con sus miedos, neblinas, montañas, lobos y la oscuridad moral del Castillo del conde Drácula.

Debemos tomar nota de la fascinación, durante este período, por el fenómeno de los vampiros, su cercanía con los gitanos y eslavos en Europa Oriental. Han pasado solamente unos 20 años desde que Georges Bizet presentó, en el escenario de París, en 1875, su ópera Carmen, una dramatización de la promiscuidad, amor ilícito y la violencia con navajas de los gitanos, un grupo que, hasta hoy, es discriminado por las sociedades europeas y británicas. Y unos siete años después de la publicación de Drácula, el Parlamento pasó la Ley de Extranjería (The Aliens Act) de 1905 en Inglaterra, precisamente en respuesta a la entrada al Reino Unido de poblaciones numerosas de Europa Oriental: eslavos, gitanos, búlgaros, serbios, etc. La intención de esta legislación histórica —oculta pero presente en la novela—, declara un historiador, era de mantener a raya la supuesta decadencia sexual y promiscuidad de los del oriente y salvaguardar la virtud fémina de Inglaterra, “amenazada por los predadores” extranjeros. Siempre a la profundidad del racismo se encuentran los miedos sexuales.

A la misma vez, no se puede eliminar la posibilidad de que los ingleses tenían miedo de que los trabajadores de Europa Oriental vendrían a “chupar la sangre” de su sociedad industrial, a quitar trabajos y mezclarse con las inglesas. Y eso se refleja en la metáfora de la nuevamente descubierta transfusión de la sangre de un ser humano a otro, apoyada por el cloroformo, nueva tecnología médica del fin del siglo. Mina, la novia de Harker en Drácula, sufre las depredaciones cuasi-sexuales de Drácula cuando él chupa su sangre y Harker, en cambio, se ofrece a reemplazar la sangre de Mina por medio de la transfusión de la sangre, para que la buena chica inglesa tenga buena sangre inglesa.

Ambos hechos son actos de penetración que se asemejan a actos sexuales. Otras tecnologías que aparecen en la novela son una cámara Kodak, luces eléctricas, telegramas y el arte de documentar por escrito.
La tecnología y la legislación indican los miedos a la inmigración y el sexo implícito en la metáfora de la transfusión de sangre. Las mujeres vampiros del Castillo de Drácula en Rumania —que son imágenes de las trabajadoras del sexo de Whitechapel— forman un molde subconsciente de las imaginaciones sexuales que impulsan a la vida ordinaria, según Sigmund Freud, quien publicó sus teorías durante el mismo período de fin de siecle.

Llegando a Conan Doyle, tomamos nota que una de las primeras publicaciones de Freud se trataba de los efectos paliativos de la cocaína, la droga de preferencia de Sherlock Holmes, quien es siempre atendido por el médico Dr. Watson, veterano de las guerras inglesas en Afganistán que acaban de pasar.

Ahora, sir Arthur Conan Doyle era un médico. Además de las novelas seriadas sobre Sherlock Holmes, Conan Doyle escribió muchos cuentos cortos y novelas, y también historias como The Great Boer War (1900) y El Crimen del Congo (1909), la primera sobre la guerra en Sudáfrica. La segunda historia es sobre el Congo y se trata de una colonia de Bélgica, un régimen colonial que practicó una fuerte crueldad contra los negros congoleses. Conan Doyle era también un crítico social.

Más al caso es una de sus más famosas novelas, El Sabueso de los Baskerville (serializado en 1901-2), seguramente un comentario social presentado en un escenario internacional. Por ejemplo, un ancestro prominente de la familia Baskerville en el norte de Inglaterra muere por la fiebre amarilla en América Central, mientras que el padre del protagonista tiene inversiones en las minas de oro de Sudáfrica, que importa para construir portones de oro en su manorial. Sir Henry Baskerville aparece en las páginas de Conan Doyle como un hombre aventurero que vive en Canadá y habla un inglés “americano”. Desea instalar fuertes luces eléctricas entre árboles tejos tallados para iluminar con la luz de la tecnología, para esclarecer que las leyendas plasmadas en el manuscrito de 1743, pronosticando la maldición de un sabueso gigante, no tienen validez a la luz de la electricidad, o sea, de la tecnología nueva.

“El remanente de un ejército” (1879), cuadro de Elizabeth Butler que muestra a William Brydon llegando a las puertas de Jalalabad como el único sobreviviente de 16,500 británicos e indios expulsados de Kabul en enero de 1842, durante una ofensiva afgana para vencer a las tropas de ocupación. Tate Gallery, Londres

Consideramos el contexto político y social del año en que murió la reina Victoria (1901), cuando fue publicado El Sabueso. Veamos que la primera amenaza a Sir Henry es una carta con letras cortadas de un artículo del Times of London que advierte que barreras arancelarias tienen el efecto en el comercio de aislar a la economía de Inglaterra del resto del mundo: “… Tal legislación aleja la riqueza del país, disminuye el valor de las importaciones y bajaría el nivel de la vida en esta isla”. He aquí un comentario social sobre Inglaterra antes del Brexit.

Al final, en esta novela, el progreso representado por la introducción de la tecnología nueva a Inglaterra, simboliza la manera de esclarecer las oscuridades del provincialismo por medio de la luz de la ciencia y tecnología que, obviamente, necesita Inglaterra, según Conan Doyle. Los gitanos ya son trabajadores y no seres efímeros de la maldad. No hay sexo gótico, sino esfuerzos frustrados de un amor genuino. Y el entomólogo, Stapleton, es el científico falso responsable de la creación de un sabueso gigante con fósforo en su boca, como Holmes descubre por medio de la investigación tecnológica en los pantanos. La tecnología revela que el sabueso no era una leyenda mística y folclórica, sino un asesino científico que intentó parar el progreso.

Se ve el avance de un punto de vista positivo en estas tres novelas donde la tecnología es el hilo común vestido en el estilo gótico. Irónicamente la luz de la tecnología aquí esclarece, y no es temida; quita la dependencia oscura sobre los falsos prejuicios contra la tecnología, al igual que en la inmigración y sus miedos sexuales concomitantes.
El progreso, en estos escenarios, se ve entre un período que abarca 1823 (publicación de Frankenstein) y 1901 (publicación de El Sabueso de los Baskerville).

Son temas que tienen resonancia en las globalidades de la tecnología de las redes sociales hoy, y que a su vez, tienen sus raíces en la sorprendente examinación de las oscuridades vestidas de estilo gótico en Frankenstein (1823), Drácula (1897) y El Sabueso de los Baskerville (1901-2), porque las mismas redes sociales ahora demuestran y permiten la exageración, la vulgaridad y la distorsión de la realidad característica de la novela gótica.

De otro modo, es una ironía histórica la que estas novelas góticas revelan, sin ambigüedad, el valor de la tecnología en una visión internacional y, también, el esclarecimiento de visiones retrógradas de la inmigración. Aquí, la tecnología es el medio mismo del esclarecimiento: es el uso moral de la tecnología.

Lectura recomendada:

John Dickson Carr. The Life of Sir Arthur Conan Doyle

Sir Arthur Conan Doyle. El Crímen del Congo

Matthew Gibson. Bram Stoker and the Late Victorian World

Charlotte Gordon. Romantic Outlaws: The extraordinary lives of Mary Wollstonecraft and Mary Shelley

H.L. Malchow. Gothic images of race in nineteenth century Britain