Iglesias antiguas de El Salvador, entre el deterioro y la fe

Algunos templos neogóticos de El Salvador, considerados de gran valor patrimonial, se enfrentan a la titánica tarea de preservar sus edificaciones y tener siempre planes de emergencia. Con presupuestos escasos deben imponerse a un contexto inclemente.

Algunos templos neogóticos del país de gran valor patrimonial, se enfrentan a la difícil tarea de preservar sus edificaciones y tener siempre planes de riesgo, lo cual se vuelve cuesta arriba con los escasos presupuestos.

Por Sara Castro

2019-05-25 9:05:42

Es un día nublado de mayo y la Catedral de Nuestra Señora de Santa Ana, en el departamento de Santa Ana, tiene el mismo aire imponente que cualquier día de resplandeciente sol. Cubierta por una mezcla blanca natural, la fachada del templo oculta los daños por más de un siglo expuesta a la inclemencia del tiempo, al vandalismo y los apretados presupuestos para su restauración.

Han sido alrededor de 50 años los que ha tomado la completa edificación de esta catedral, iniciada en 1906. Y a través de ellos la fusión de corrientes arquitectónicas es evidente para los expertos. Neogótico, detalles renacentistas y un estilo colonial son las características que describen esta iglesia de 2,500 m², según el arquitecto Julio Nájera, quien ha estado al frente del comité técnico de la Asociación Pro Restauración de la Catedral de Santa Ana.

“Existen vestigios aquí en catedral de que el estilo no sería así, y fue cambiando. De gótico tiene poco, exceptuando por los arcos ojivales y el interior es una sorpresa, porque el gótico es piedra, pero acá uno ve repellos simulando granito verdoso, rosadoso y gris. Es una reinterpretación gotizante”, expresó Nájera ante la insistencia de si esta construcción está marcada por el neogótico, estilo que inició en la segunda mitad del siglo XVIII.

Detalle de la edificación de la Catedral Nuestra Señora de Santa Ana, en Santa Ana. Foto EDH/ Menly Cortez

Y aunque no todos los elementos de este majestuoso templo sean góticos, el techo de ella es completamente de madera, al igual que la catedral parisina de Notre Dame, esa misma que fue noticia mundial el pasado 15 de abril, cuando gran parte de su estructura se consumió por un voraz incendio. Dos tercios de la techumbre, la aguja central y los rosetones fueron destruidos.

Notre Dame se calcinó a raíz de dos fallos en los protocolos de seguridad durante la restauración: la prohibición de fumar y los “cables eléctricos que corrían por todo el envigado”, y que electrificaban las campanas ubicadas en la cubierta y bajo la aguja.

En los proyectos de restauración se realizan todas las obras necesarias que aseguren la conservación del edificio y “dentro de eso se incluye la renovación del sistema eléctrico”, explicó la directora nacional de Patrimonio Cultural y Natural del Ministerio de Cultura (Micultura), la arquitecta Irma Flores.

El sistema eléctrico de la iglesia santaneca se renovó al cien por ciento en 2003. Pero entre sus naves principales no hay ningún extintor para sofocar algún siniestro que pueda destruir este Monumento Nacional.

A 62 kilómetros de Santa Ana, en la Calle Arce de San Salvador emerge la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, un santuario construido en 1901 y considerado por los arquitectos como neogótico. Con una edificación de madera y lámina troquelada, traída de Bélgica, su mantenimiento es “todo un reto”.

Fue en 2014 que se instaló un nuevo sistema eléctrico, según el presbítero Héctor Roca Mata Sol. En este extenso templo, formado por una cruz latina, sí se han distribuido por sus altares neogóticos seis extintores de espuma, apropiados para la extinción de incendios de tipo A (sólidos) o tipo B (líquidos inflamables derivados del petróleo).

La estructura original de la Basílica Sagrado Corazón de Jesús tuvo madera de Indonesia y lámina de Bélgica. Fue declarada Patrimonio Cultural. Foto EDH/ Menly Cortez

“Esta parroquia ha tenido bastante protección a partir del trabajo hecho por otros párrocos. Pero el cuidado de estos templos es delicado y son elevados los presupuestos”, dijo Roca Mata Sol sobre el dinero que se asigna para pintar, limpiar, restaurar imágenes, vía crusis, los vitrales italianos y un largo etcétera. Fondos que son obtenidos por colaboraciones de fieles y donaciones voluntarias.

Mientras que la Catedral Nuestra Señora de Santa Ana, considerada Monumento Nacional, ha recibido de parte de Micultura un estimado de $161,815.00, desde 2010. Cifra para saldar una interminable etapa de restauración, que cada vez es más engorrosa de ponerle punto y final.

Pero la insignia que le otorgó la Asamblea Legislativa en 1995 no ha sido un desahogo para los que cuidan este templo amparado por la Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural, que “regula el patrimonio histórico arquitectónico o artístico mueble o inmueble, ya sea público o privado”.

Y es que, a pesar de que las iglesias son propiedad privada, el Estado ha hecho una excepción de transferir recursos a estos edificios de uso religioso, con valor patrimonial, “precisamente porque tienen un uso colectivo, tienen un fin religioso-social y tienen un valor histórico”, de acuerdo con Flores.

Pero el Programa de Transferencia de Recursos (PTR) no siempre ha logrado destinar los bienes por falta de ellos. En 2018, Micultura asignó solo $10,000 para esta unidad, de un presupuesto total de $18,901,540. Obligación que no se alcanzó a cubrir.

Este año la entidad cultural cuenta con un total de $20,999,155, de ellos $439,000 distribuidos al PTR. Sin embargo, será hasta el final de 2019 que se sabrá el manejo de ellos.

Para el arquitecto Nájera, la conservación y restauración de estos santuarios se logra con mantenimiento constante y preventivo: un electricista permanente, sistemas de aguas lluvias, un sistema para erradicar palomas sin perjudicarlas… “Debemos, pero no nos alcanza”, subrayó reflexivo.

La Parroquia Nuestra Señora del Carmen, en Santa Tecla, la Iglesia El Calvario, en San Salvador, y la Capilla de la Medalla Milagrosa, en San Miguel, se suman a estos inmuebles religiosos con detalles neogóticos, referentes identitarios, no solo de una comunidad católica, si no de todo un país.

Los vitrales son un referente de la corriente gótica. La Basílica del Sagrado Corazón de Jesús posee coloridas vidrieras traídas de Italia. Foto EDH/ Menly Cortez

“Cuando desaparece una iglesia o una edificación con valor patrimonial se perderá la memoria histórica y se transfigurarán los contextos históricos urbanos. Son parte de nuestro legado”, afirmó Flores.

Así se desvaneció la identidad socioterritorial cuando la Iglesia San Esteban, al suroriente de la capital, se incendió en 2013. Francia también experimentó una turbación parecida. Pero El Salvador aún tiene mucho patrimonio histórico, cultural y arquitectónico que cuidar, proteger y restaurar.