El hospital San Rafael, coloso de Santa Tecla

En esta guerra mortal nos ha demostrado su valor. Todo el tiempo pasado ha servido para forjar su carácter y para entender la razón de su existencia. No por su tamaño, sino por su temple y robustez de carácter, pues aún contando con menos recursos, sus enfermeras, médicos y personal de apoyo, han demostrado que el coraje del color blanco no se encuentra dentro de las paredes de los grandes edificios, sino en la convicción y valores humanos de los que le habitan.

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Foto EDH/ Archivo

Por Dr. Víctor Segura, médico Intesivista

2020-04-23 4:30:58

Habían transcurrido 40 años en el desierto y ahora, una nueva generación, se dirigía a la batalla más importante que jamás habían librado. Los hebreos marcharon 6 días continuos alrededor de Jericó, una ciudad rodeada de un muro, que se erguía cual titán, frente a cualquier enemigo. El séptimo día, Josué contemplo aquella muralla y obedeciendo la palabra de Dios ordenó: “Marchad siete veces rodeando la ciudad y luego que suenen las trompetas”.

Le conocí en 1984, cuando estrené mi primera gabacha blanca. Aun recuerdo su olor a pintura fresca y sus pasillos luminosos. La parte antigua del hospital le rodeaba como una muralla, conteniendo una historia grabada desde 1890. Joven, fuerte y erguido, lleno de energía. Un regalo de un gran altruista: Don Walter Soundy. El tiempo le vio llenarse de camas, especialistas y enfermeras; sin embargo, palidecía ante los grandes monstruos clínicos de la ciudad. Siempre a la saga y catalogado como un hospital de segundo nivel. Creo que nunca se sintió conforme con aquel epíteto, que tuvo que tolerar con estoicismo por muchos años.

En plena madurez, el terremoto del 2001 tumbó sus cimientos hasta convertir el patrimonio histórico en puros escombros. Sin embargo, se sostuvo. Mal herido y olvidado tuvo que subsistir aquel duro golpe.

Alrededor surgieron los servicios de duralita y asbesto, que le dieron un respiro por largos siete años. Un Calor insoportable y el olor nauseabundo de la enfermedad, a veces le llenaban. Pero aquellos que le amaban, resistieron con extrema paciencia aquel calvario. Hombres y mujeres de blanco, que siempre le amaron y respetaron, a pesar de su cuna humilde.

En el 2008 resurgieron sus cimientos. Habiéndose negado a la muerte y la demolición, resucitó para su histórico puesto de segundo nivel. Más ahora, surgieron las especialidades y, contra todo pronóstico, surgió su unidad de cuidados intensivos a finales del 2013. En algún momento surgieron las interrogantes: ¿Cuidados Intensivos en un segundo nivel? Sin embargo, no le importó. A pesar de las sonrisas burlonas, persistió en su batalla por mejorar cada día.

Ahora, durante esta pandemia, se ha convertido en el bastión de los salvadoreños. Una afrenta contra el Coronavirus y los oscuros pronóstico para un país con tantas carencias.

En esta guerra mortal nos ha demostrado su valor. Todo el tiempo pasado ha servido para forjar su carácter y para entender la razón de su existencia. No por su tamaño, sino por su temple y robustez de carácter, pues aún contando con menos recursos, sus enfermeras, médicos y personal de apoyo, han demostrado que el coraje del color blanco no se encuentra dentro de las paredes de los grandes edificios, sino en la convicción y valores humanos de los que le habitan.

¡Grande Hospital San Rafael! Tu lucha por la vida es ahora la lucha de todos nosotros. A través de tus puertas cruzó la esperanza, con la primera paciente crítica que ha sobrevivido a esta cruel pandemia. Atrás queda la Unidad de Cuidados Intensivos y toda su gente, que continúa en la lucha entregándolo todo y que ahora merece los vítores y un aplauso, que nace desde lo profundo de nuestros corazones agradecidos.

Luego de la séptima ronda alrededor de la muralla, sonaron las trompetas y ante el grito estremecedor “el Señor les ha entregado esta ciudad”, los muros se resquebrajaron y Jericó fue tomada. Aquel día, la orgullosa Ciudad, vio derrumbar todo su ego frente al rugir del pueblo de Dios. La victoria se encuentra siempre en el paso firme de los valientes, pero no son los hombres los que derrumban los muros, sino los símbolos que construyen con sus acciones.

¡Grande eres, Coloso de Santa Tecla! Que, ante el poder de tus pasos se resquebrajen los muros que aprisionan la esperanza.