Aglomeraciones y hacinamiento propagan el nuevo virus en Perú

El analista Ian Vásquez, del Cato Institute, explica que la misma cuarentena ha propagado la pandemia al forzar a la gente pobre a confinarse en lugares de alto hacinamiento, al alentar la movilización de cientos de miles de personas que ahora no tienen ingresos a zonas rurales y otros

descripción de la imagen

Por Agencias

2020-05-24 6:06:20

Perú se ha convertido en el segundo país más afectado por la pandemia en América Latina, solo por detrás de Brasil, pese a que fue uno de los primeros países del continente en declarar cuarentena obligatoria, cerró fronteras y decretó toques de queda.

El presidente Martín Viscarra ha prorrogado la cuarentena cinco veces, la última de ellas hasta el próximo 30 de junio, la más larga de todas, pero que prevé una reapertura gradual de actividades económicas.
Sin embargo, Perú registraba casi 112,000 casos de COVID-19 y 3,244 muertos, mil de ellas sólo en la semana que recién finalizó.

El incumplimiento de la cuarentena, la falta de distanciamiento personal por las aglomeraciones en las calles, el desabastecimiento y el hacinamiento en los hogares se perfilan como algunas de las causas del auge de la pandemia entre los peruanos, pero algunos analistas como Ian Vásquez, del Cato Institute, consideran que ya está quedando claro que la política de la cuarentena ha fallado tras haber impuesto enormes costos a la sociedad, causando un mayor nivel de pobreza, condición que también mata.

La necesidad a lugares para trabajar en la economía informal o para proveerse de la misma, tales como mercados y estaciones del transporte, así como en supermercados y bancos, es una de las causas.

El presidente Viscarra intervino los mercados, tanto de la capital, Lima, como de los municipios. “Identificamos que los problemas se estaban dando en las zonas de contagio más concentradas, que eran los mercados”, declaró el mandatario.

El gobierno dio un bono de 760 soles (unos US$222, en una o dos partes) para unos 6.8 millones de hogares vulnerables, lo cual propició aglomeraciones en los bancos.

Para Ian Vásquez, la política de la cuarentena en el Perú ha fallado tras haber impuesto costos enormes a la sociedad y traído consigo pocos beneficios.
“Se ha destruido la economía, pero no se ha detenido la enfermedad”, dice el analista, quien es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y coautor del Human Freedom Index y columnista semanal de El Comercio (Perú).

Según Vásquez, la mayoría de los países ricos también han seguido esta política, pero lo hicieron con la estrategia de aplanar la curva de infectados para no abrumar a la infraestructura hospitalaria. Aun en esos casos, el confinamiento forzoso y generalizado es insostenible por sus enormes costos. Por eso, se está debatiendo si tales medidas extremas fueron efectivas en comparación con las alternativas.

“La realidad de los países pobres, sin embargo, hace que la cuarentena obligatoria del pueblo no tenga sentido. La cuarentena, si funciona, solo pospone el momento en que la enfermedad contagia a una mayor parte de la población. Compra tiempo…”, advierte el analista.

Pero como observa el premio Nobel de Economía Angus Deaton, para los países más pobres, tal política “es probable que remueva el sustento sin mejorar la salud”. Si la infraestructura hospitalaria es muy deficiente, como suele ser el caso en los países pobres, tiene poco sentido destruir la economía y aplanar la curva, pues esa infraestructura se abrumará de todas maneras.

Vásquez sostiene que el confinamiento en sí y la paralización de la economía están poniendo en peligro las vidas de las personas. La pandemia ya iba a pegar fuerte a la economía, pero obligar a la gente a quedarse en casa y no trabajar empobrece más. Y la pobreza mata. Buena parte de la población que trabaja en el sector informal todavía tiene que salir a ganarse la vida para comer. Habrá menos dinero para atender necesidades médicas y demás, y habrá más muertes.

La cuarentena obligatoria parece estar causando un exceso de fallecimientos alrededor del mundo, dice y cita que el Financial Times hizo un análisis de las muertes en marzo y abril en 14 países comparando con el promedio de decesos en los cinco años previos. Encontraron un exceso de muertes de un 50% comparado con la tendencia histórica. Aproximadamente, la mitad de esa cifra corresponde a la totalidad de los casos reales de coronavirus no cuantificados. El resto se debe a efectos secundarios.

Por ejemplo, explica Vásquez, la gente ha dejado de fijar citas médicas para otros problemas ya sea por miedo a exponerse al virus en los hospitales o por la falta de recursos para atenderse. Eso incrementa los fallecimientos debido a ataques cardíacos, influenza, cáncer, etc.

En la provincia de Guayas, Ecuador, el exceso de muertes se encuentra 350% por encima del promedio histórico y muy por encima de lo que reportan las cifras oficiales de COVID-19. El exceso de decesos es de 51% en Holanda, 60% en Bélgica, pero solo del 12% en Suecia, donde el confinamiento no es obligatorio.

Para Vásquez, no debe haber duda de que también en el Perú las cifras reales son muy superiores a las oficiales. La cuarentena ha propagado la pandemia al forzar a la gente pobre a confinarse en lugares de alto hacinamiento, al alentar la movilización de cientos de miles de personas que ahora no tienen ingresos a zonas rurales y al imponer toques de queda que promueven la conglomeración en las pocas horas que no aplican.

En un reporte reciente, Alfonso de la Torre y sus coautores muestran que las muertes en el Perú, a diferencia de otros países, siguen en aumento tras 50 días de confinamiento.