Hábitos de la mente, hábitos del corazón: el siglo de las Ilustraciones

De las Ilustraciones del siglo XVIII, consideraremos cuatro. De ellas, la más prominente es la de Francia y su revolución. Pero sería irresponsable no considerar las que emanaron, en el mismo siglo, desde Inglaterra, Escocia, y las trece colonias inglesas en Norteamérica.

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En la imagen, la pintura A Club of Gentlemen del artista Joseph Highmore. El óleo pertenece a la colección del Centro de Arte Británico de Yale y hace referencia a los coffee houses, tertulias intelectuales. Foto EDH / Instituto Cultural de Google

Por Katherine Miller

2019-10-10 4:30:30

Hay que admitir que la Ilustración de Francia siempre ha usurpado el escenario (y, así, ha tomado la hegemonía, históricamente hablando) con su adoración a la razón: los hábitos de la mente, y ha dejado en la sombra las Ilustraciones de Escocia, Inglaterra y América, que agregaron a la razón, el optimismo y la filosofía moral: los hábitos del corazón. Hoy reconocemos que la razón y el optimismo que surgieron de la aplicación de la razón al análisis de la sociedad fueron el centro y la energía de lo que denominamos las Ilustraciones.

En París, las mujeres intelectuales inventaron los salones para apoyar a los philosophes y animar la conversación, el debate y las publicaciones basadas en la aplicación de la razón, para fomentar una revolución contra la aristocracia y los dogmas y doctrinas de la iglesia francesa.

En Londres, sus pensadores, ocupados con los inicios de la Revolución Industrial, inventaron la tertulia intelectual en sus coffee houses, en donde florecieron conversaciones para examinar las ideas de Europa y Norteamérica, la correspondencia internacional y el comienzo de la prensa, en los periódicos The Tatler y The Spectator.

En Edimburgo, los intelectuales y profesores promulgaron, desde las universidades, sus investigaciones racionales y morales sobre la fuente de la riqueza de las naciones y el desarrollo de una filosofía moral.

Las trece colonias, todavía amarradas a Inglaterra por el colonialismo y el mercantilismo, declararon al mundo porqué iban a tomar las armas para defender su derecho a la felicidad. Después convocaron a la convención constitucional de Filadelfia con el objetivo de debatir la posible constitución de una república aquí en la tierra, y no en el aire.

El francés Voltaire, la inglesa Mary Wollstonecraft y el escocés Adam Smith fueron personajes influyentes de la Ilustración.

En los salones de Francia los philosophes rechazaron la opresión y dominación de la aristocracia y la iglesia. Propusieron la destrucción absoluta de las políticas e ideas que obstaculizaran la construcción de “una república de virtud”, propuesta por Robbespierre: el terror de la guillotina que condujo hacia la libertad, la igualdad y la fraternidad, y dejó atrás los dogmas y las doctrinas que opacaban el funcionamiento, sin obstáculos, de la razón. Su proyecto era el de alcanzar el optimismo y el humanismo. Voltaire, mientras tanto, firmaba sus cartas incendiarias con “Ecrasez l’infame” (“ hay que destruir a la aristocracia y la iglesia”). La culminación de estos procesos fue la contribución a la construcción de los ideales occidentales de la libertad, la igualdad y la fraternidad que apreciamos tanto hoy.

Las metodologías no eran las mismas en Inglaterra, un país protestante, donde no tenían que aplastar a la aristocracia y a la iglesia porque la válvula de escape eran, precisamente, las tradiciones protestantes que animaron el espíritu y la práctica de proyectos de reforma. Así en los coffee houses se estimularon las conversaciones y discusiones sobre la razón como motor de los acontecimientos en Francia, además de la filosofía moral de la Ilustración escocesa.

A finales del siglo XVIII, en Inglaterra, había comenzado la Revolución Industrial, producto de la aplicación de la ciencia a los procesos de producción. Paralelamente, durante el auge del comercio marítimo inglés, que enriqueció a los empresarios de Londres a costa de sus colonias americanas por medio del mercantilismo como política y práctica, había empezado a surgir en las conversaciones de los empresarios la idea de la filosofía moral aplicada al comercio por el pensador Adam Smith de Edimburgo y el proyecto ilustre de la construcción de una sociedad ética en medio del ferrocarril y la fábrica.

El miedo inglés a que el fuego y la violencia de la revolución francesa brincaran el cuello angosto del canal e incendiaran a Inglaterra provocó la famosa denuncia de la situación por Edmund Burke, discípulo irlandés de Adam Smith, en sus obras maestras, Reflexiones sobre la Revolución en Francia (1790) y Carta sobre una paz regicida (1796). De manera simultánea, Mary Wollstonecraft fue a Francia como periodista para cubrir la revolución y La Declaración de los Derechos del Hombre. Wollstonecraft regresó a Inglaterra y escribió Vindicación de los derechos de la mujer (1792).

Escena de la firma de la Constitución de los Estados Unidos del pintor Howard Chandler Christy. En la actualidad, está expuesta en la Cámara de Representantes, en el edificio del Capitolio.

En la universidad de Edimburgo, encontramos a Adam Smith, quien estaba trabajando en su Teoría de los Sentimientos Morales (1759), y estudiando de dónde provenían la abundancia y las fortunas monetarias de las naciones, en su Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776). Smith argumentó, en contra del mercantilismo y a favor del libre comercio, declarando que “a rising tide lifts all boats” (“una marea alta levanta todos los barcos”). Smith agregó a la razón y la objetividad de los franceses, una filosofía moral de los sentimientos y un humanismo solidario que eran, dijo, hasta más importantes que la justicia. En contraste con las ideas revolucionarias francesas, Smith declaró que “El amor a la patria está basado en dos principios: el respeto a la constitución y la preocupación por el bien y felicidad de otros”.

Al otro lado del Atlántico, los próceres de la república norteamericana promovieron su Ilustración, memorializando las ideas del Viejo Continente en la Constitución de Filadelfia que fue creada por medio del debate político en secreto —en la convención de Filadelfia en 1783— y del público con las poblaciones, en la prensa, con los 85 Papeles Federalistas (1788), escritos bajo pseudónimo por James Madison, John Jay y Alexander Hamilton. Los ilustrados americanos, en su política de la libertad, tejieron los hábitos de la mente con los hábitos del corazón en su construcción de la primera república moderna en el mundo, prestando conceptos de la ideología de la razón de Francia y la filosofía moral de los escoseses e ingleses.

Aquí no se ha hablado solamente de ideas; o sea, las Ilustraciones del siglo XVIII no conformaron solamente un episodio en la historia de la filosofía. Fueron movimientos sociales y eventos políticos: una revolución voraz y sangrienta, una constitución para conformar una verdadera república moderna además de políticas económicas y morales para guiar al comercio ético. Había, también, movimientos de reforma como, por ejemplo, el movimiento inglés por la abolición de la esclavitud. Este último era, por supuesto, un proyecto basado en las ideas de las Ilustraciones inglesa y escocesa de la filosofía moral, de la solidaridad y el humanismo. La abolición de la esclavitud británica no era un producto de la razón desnuda. Así es que las Ilustraciones conllevan consecuencias sociales que estamos prestando y abrazando hoy.

El psicólogo, científico, lingüista y escritor canadiense Steven Pinker ha retomado los valores de la Ilustración. Foto EDH / Cortesía

Las ideas y los movimientos sociales de las Ilustraciones del siglo XVIII, argumentan algunos, han caído al arcén de la carretera ahora en el siglo XXI. Pero también hay visionarios como el canadiense Steven Pinker, ahora en nuestro siglo, que considera que las Ilustraciones de hace dos siglos son precisamente las herramientas que se necesitan en nuestros días.

Pinker, en su obra de 2018, En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso, utiliza las nuevas metodologías científicas del siglo XXI, el análisis de data, para defender los valores, ideas y propuestas de las Ilustraciones del siglo XVIII. Nos presenta una defensa de estas Ilustraciones para que podamos apreciarlas y utilizarlas para tratar las tendencias negativas, por ejemplo, del populismo y el fascismo, que están creciendo a nuestro alrededor.

Como remedio a los profetas del “lado oscuro de la historia” hoy, Pinker nos receta el optimismo, la razón, la ciencia y el humanismo de las Ilustraciones.