Cynthia Arnson: “Hay gente en Washington que está mirando con mucha preocupación lo que está pasando en El Salvador”

La directora del Programa Latinoamericano del Woodrow Wilson Center cree que la cooperación de Estados Unidos con El Salvador podría tener un impacto si la administración Bukele no corrige rumbo. Movimiento bipartidista en el Congreso es una señal de alerta.

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Foto EDH / Archivo

Por Tomás Guevara

2020-05-19 8:30:27

El plan de la administración de Donald Trump al supeditar la estrategia con Centroamérica al tema migratorio con el apoyo logrado de los propios gobiernos de la región como El Salvador, Guatemala y Honduras para restringir la migración de sus ciudadanos de manera irregular hacia Estados Unidos y aceptar las deportaciones que decida la potencia del norte, podría sufrir un vuelco con una revisión más exhaustiva desde el Congreso y el Senado para el próximo año.

Para la directora del Programa Latinoamericano del Centro Woodrow Wilson en Washington DC, Cynthia Arnson, las señales de autoritarismo en el gobierno de Nayib Bukele, que estos días llegan a raudales a través de denuncias ciudadanas y medios de comunicación a Estados Unidos podrían trastocar la cooperación.

Como señal de advertencia ve la carta que en días recientes giraron al Departamento de Estado congresistas de las bancadas demócrata y republicana para pedir al Secretario de Estado, Mike Pompeo, revisar la situación de El Salvador sobre derechos humanos y apego al estado de derecho; además de informar sobre el tema de cooperación de las agencias estadounidenses en el país.

Esta semana, después de un conversatorio en línea para revisar las respuestas de dos estados con matices dictatoriales El Salvador y Nicaragua en la respuesta a la pandemia del coronavirus, causada por Covid-19, Arnson habla con El Diario de Hoy para valorar algunos conceptos.

¿Qué información se procesa en centros de análisis como Woodrow Wilson en Washington sobre El Salvador en estos momentos de crisis sanitaria en la región?

En Washington hay un círculo de personas donde hay una fuerte preocupación por las medidas recientes francamente arbitrarias del presidente Nayib Bukele, al principio se vio con muy bueno ojos su administración por ser algo novedoso. Y como en muchos otros países de América Latina, Bukele surgió de un proceso de voto de castigo a los partidos tradicionales, que se han visto como corruptos e ineficientes y que no lograron resolver los problemas del día a día de los ciudadanos. Entonces había una mente muy abierta para ver cómo iba gobernar.

Pero desde el principio de la administración Bukele se observó mucha intolerancia hacia cualquiera que opinara diferente, ¿no cree?

Si, y dicho lo anterior, tal vez el comienzo de las grandes dudas fue cuando mandó a los militares y los cuerpos de seguridad a la Asamblea Legislativa el 9 de febrero. Esto fue visto –y con justificación– como una medida de intimidación para el Legislativo de El Salvador.

El estado de derecho demanda formas y obligaciones que cumplir, ¿se salta esas reglas el actual gobierno?

Los costos en vidas humanas y los costos económicos de la Guerra, fueron muy altos. La Guerra y los Acuerdos de Paz dieron luz a una democracia representativa. Y aunque todavía tenga muchos defectos, esa democracia en El Salvador ha avanzado mucho en las últimas décadas, con una institucionalidad importante, como representan la Corte Constitucional, la Fiscalía General de la República, el respeto a la separación de poderes. A pesar de que todavía hay muchas críticas (y muchas de ellas legítimas) a la legislatura y de los políticos en general. Pero en vez de construir sobre esa base e ir avanzando en el fortalecimiento de la democracia Bukele está concentrando muchísimo poder en sus manos y descartando la separación de poderes. Es preocupante que emite sus órdenes por Twitter en la noche, y está buscando concentrar todo el poder político en sus propias manos.

La pasada semana se vio la renuncia en pleno del Consejo para supervisar el plan de emergencia a la pandemia, luego la ruptura unilateral desde el Ejecutivo con el sector privado…

La pandemia y el riesgo que eso representa para la salud pública y la economía y obviamente para el bienestar de millones de personas debería de ser un momento de unidad nacional. Bukele tenía una oportunidad y creo que todavía la tiene, de crear consensos sobre la forma de responder –justamente para preservar vidas y garantizar ingresos a los trabajadores formales e informales.

La renuncia de grupos de sector privado, de la academia y de la sociedad civil en esa comisión que supuestamente iba a vigilar la respuesta y los gastos es una señal muy preocupante, especialmente a la luz de lo que dijeron cuando renunciaron.

¿Fuertes críticas sobre la transparencia, no?

Exacto, ellos han criticado la falta de transparencia y el hecho de que su trabajo de supervisión terminó siendo imposible por la falta de información y cooperación del ejecutivo.

¿Qué puede decir de la carencia de gestos del ejecutivo de Bukele para reconocer errores que se ha cometido en la respuesta a la pandemia y qué riesgos implica en la estabilidad del país?

En una democracia siempre hay conflictos y visiones muy distintas y contrapuestas. Pero el Covid-19 es un desafío de otra magnitud, donde todas las fuerzas políticas deberían mirar conjuntamente hacia el futuro. El Salvador todavía tiene enormes retos: garantizar una vida digna para la mayoría de la gente y combatir la violencia. Estos son desafíos para toda la sociedad, no de una persona. Actuar como si fuera posible resolver estos problemas sin consensos básicos es un error enorme.

¿Algo parece no encajar?

Yo todavía no he perdido la esperanza, creo que para cualquier presidente la pandemia es un reto tan enorme que en algún momento (Nayib Bukele) va reconocer que necesita aliados para avanzar.

Esta semana en Woodrow Wilson Center se discutió la perspectiva de dos países con matices dictatoriales como Nicaragua y El Salvador en la respuesta al Covid-19. ¿Qué han encontrado de las voces de personas de la región?

Son casos muy distintos Nicaragua y El Salvador. En el primero el gobierno ha negado por completo reconocer la necesidad de tomar medidas de distanciamiento social y suprimir grandes reuniones e imponer cuarentenas para evitar la propagación del virus. Y esto en Nicaragua está teniendo enormes costos en términos de vida. El gobierno de Nicaragua ya era reconocido como autoritario y casi dictatorial, en especial después de la respuesta tan violenta a las manifestaciones en abril de 2018. Pero El Salvador no ha sido visto de esta forma, ha sido visto como una democracia imperfecta con enormes desafíos, pero todavía un país que respetaba las normas democráticas, con todos sus defectos –y señalo principalmente el tema de la corrupción– pero desde febrero y ahora con la pandemia hay grandes preocupaciones por la dirección autoritaria y personalista del gobierno de Bukele.

¿Y el rol de los militares que está teniendo efecto de temor en la población al verlos en la calle y el riesgo y ser víctimas de arbitrariedades hacia dénde nos lleva como país?

Eso es el fenómeno que más eco tiene con el pasado negro de El Salvador de la época antes y durante la guerra civil (1980 – 1992), del papel exagerado de los militares, teniendo papel formal o adjudicándose un rol predominante en la vida política del país.

¿La cooperación desde Estados Unidos a El Salvador, tan sensible, prevé algunas implicaciones por la situación política?

Con la administración de Donald Trump el tema prioritario en su relación con Centroamérica ha sido la migración. La administración logró firmar acuerdos con Guatemala, El Salvador y Honduras para conseguir el apoyo de los presidentes de tomar medidas para evitar la migración. Con la firma de los acuerdos abrió la llave para reanudar el flujo de ayuda. Pero en el Congreso hay una visión distinta y bastante bipartidista de enfrentar las causas raíces de la migración, y es bien posible que para este año o para el otro, los demócratas en especial pongan algunos límites a la cooperación.

¿Ya vimos la carta enviada del Congreso al Secretario de Estado?

Si, la carta es una señal de alerta, y debería mandar un mensaje no solo al Departamento de Estado de Estados Unidos, sino también al gobierno salvadoreño de que hay gente en Washington que está mirando con mucha preocupación lo que está pasando en El Salvador.

¿Desde Woodrow Wilson qué seguimiento estarán dando a la situación del país?

En Woodrow Wilson Center tenemos una relación de seguimiento con Centroamérica que data de décadas y estamos elaborando un informe sobre la ayuda externa de Estados Unidos. Obviamente estamos siguiendo muy de cerca lo que está pasando en El Salvador y otros países de la región.