Carlos vive entre su padecimiento renal y el temor a contraer COVID-19

Carlos Antonio Bolaños dice que se apega al tratamiento médico, asiste a sus diálisis, pero ante la pandemia y su condición de salud sigue fielmente el protocolo preventivo en casa y el trabajo.

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Carlos Bolaños trabaja como seguridad en la Aduana Aérea de Comalapa. Foto EDH / Cortesía

Por Milton Rodríguea

2020-07-22 9:00:32

En tiempos de la pandemia del COVID-19 hay un sector de la población que se vuelve muy vulnerable y esas son las personas diagnosticadas con enfermedades crónicas, por lo que tienen que cuidarse mucho o más quizás. Pero a la vez viven con temor a contagiarse porque no pueden dejar de ir al hospital por sus diálisis, asistir al trabajo u otra actividad que realizan. Este es el panorama en que vive Carlos Antonio Bolaños, un enfermo renal crónico desde hace seis años.

Carlos, de 35 años, trata de hacer sus actividades con normalidad, pero a la vez con mucha precaución y cuidado, todo eso encaminado a no contagiarse de coronavirus.

Y es que además de su padecimiento crónico y el temor de que eso lo haga más vulnerable ante el nuevo virus, se suma el hecho de que tiene que salir de casa al trabajo como vigilante en la Aduana Aérea de Comalapa, lugar al que regresó hace dos semanas, luego de permanecer en cuarentena desde marzo.

En su trabajo, dice, guarda todos los protocolos de prevención. “Como seguridad hay veces me dejan de secretario, recibiendo documentos, ahí me dan guantes y los cambio dos veces, estos deben usarse solo por tres horas, la mascarilla no la ando (la misma) por tanto tiempo, la cambio seguido, me lavo las manos a cada rato”, detalla.

Debido a la suspensión del transporte público, Carlos utiliza una bicicleta que le prestó su hermana y en ella recorre alrededor de una hora y media desde su casa, en el cantón Santa Lucia Orcoyo de San Luis Talpa, hasta el Aeropuerto Internacional Oscar Arnulfo Romero .

A pesar que ese esfuerzo físico le ocasiona molestias, dice que no puede dejar de ir al trabajo porque necesita del tratamiento que le brinda el Seguro Social.

“No se puede parar, necesitamos siempre el trabajo, en mi caso por el seguro, porque si no trabajo, no cotizo, voy a pasar a la hemodiálisis al Rosales y no es lo mismo”, asegura Bolaños, convencido de que, pese a tener un mal crónico y que le obliga a someterse a las diálisis, la vida continúa.

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Otra de las dificultades que enfrenta este hombre es cuando tiene que trasladarse desde su hogar hasta el Centro de Hemodiálisis en Ciudadela Montserrat, San Salvador, dos veces por semana.

“Lo más difícil es conseguir el transporte para ir a nuestro tratamiento, ante esta enfermedad no se nos puede dejar de hacer las diálisis, nosotros tenemos que estar puntuales siempre, pero por las restricciones del transporte se nos dificulta un montón”, dice preocupado.

Según Carlos, al principio de la emergencia la alcaldía le brindó ayuda con el transporte, pero ese apoyo no fue posible después de las medidas restrictivas que implementaron las autoridades en mayo.

En las últimas semanas ha pedido a un familiar que le haga el favor de trasladarlo al hospital aunque eso implique sacar dinero de su bolsillo pues sus diálisis son muy importantes para seguir viviendo.

Fe y disciplina, las claves para mantenerse estable y prevenir

Carlos vive con su esposa y su hijo de 14 años, quienes le han apoyado siempre, desde que comenzó a lidiar con esta enfermedad en 2014.

Desde 2014, Carlos recibe diálisis dos veces por semana. Foto EDH / Cortesía

Fue el 14 de enero del 2014 cuando ingresaron a Carlos en el Hospital Médico Quirúrgico del ISSS para hacerle las primeras diálisis, ahí permaneció por 15 días y luego regresó a su hogar bajo el compromiso de regresar dos veces cada semana.

Pasó el tiempo y cuando se cumpliría el primer año de su primera hospitalización, su situación se agravó, por lo que estuvo de nuevo 15 días ingresado. Fue entonces que le detectaron que uno de sus pulmones se llenó de agua.

Pero Carlos saca fuerzas y con su disciplina para cuidarse y cumplir con el tratamiento ha logrado sobrellevar esa enfermedad crónica. “Es dura la situación, pero lo primero es encomendarse a Dios, luego seguir el reglamento de salud para que estemos bien; de las enfermedades Jesús nos da una oportunidad, por eso hay que aprovechar cada momento”, reflexiona Carlos.

Lograr mantenerse estable le permite a este hombre apoyar incluso a su esposa en el cultivo de maíz en el terreno en el que se sitúa su casa, para consumo familiar.

Explica que todos los años siembra una pequeña cantidad de maíz cuando es la temporada. Este año no fue la excepción y satisfecho del resultado de su esfuerzo y el de su familia, la milpa ya está “jiloteando”, es decir convirtiéndose en elote. Las etapas que más disfruta son la siembra, regar la milpa y tapiscar.

Lo de agricultor le viene desde pequeño cuando ayudando a su padrastro a cosechar alrededor de 36 sacos de maíz y frijol en terrenos alquilados. Por eso, dice, solo pudo estudiar hasta sexto grado, pero que ha sido suficiente para tener un empleo formal, para seguir cultivando su milpa y sostener a su familia.

Como pocos salvadoreños, Carlos lucha contra el COVID, pero más a cuestas, por eso se esfuerza para no contagiarse porque sabe que eso complicaría su condición de salud.

A todo eso le agrega la fe. Confía en que Dios y su disciplina serán las claves para mantenerse alejado del temible COVID-19.