El Tular, un confín con 49 familias que están olvidadas y con hambre

En ese caserío y en otros vecinos de la península San Juan del Gozo (Usulután), la actividad comercial se ha paralizado desde que comenzó la cuarentena. Los lugareños reclaman ayuda al gobierno.

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Tres pescadores del caserío El Tular, en Jiquilisco, muestran parte de lo que pescaron el miércoles anterior sólo para consumo familiar. Foto EDH / Yessica Hompanera

Por Jorge Beltrán Luna

2020-03-26 10:30:12

La pesca se ha detenido en uno de los últimos rincones que tiene El Salvador, en el departamento de Usulután. Es el caserío El Tular cuya existencia puede pasar inadvertida a quienes visitan la península San Juan del Gozo, del municipio de Jiquilisco. 49 familias están preocupadas no tanto por la pandemia de COVID-19, sino porque se están quedando sin alimentos.

La principal actividad económica del caserío, y de sus vecinos, es la pesca artesanal. Felipe Martínez, el máximo líder comunal, resume la crisis que están atravesando: “Estamos fregados porque el mercado del pescado se ha ido abajo y si los pescadores no salen a pescar no tienen dinero para comprar”, afirma el presidente de la directiva comunal que también tiene una de las pocas tiendas del caserío.

DATOS Y CIFRA

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habitantes del caserío El Tular, en el municipio de Jiquilisco, reclaman ayuda del gobierno central o municipal. Afirman que por acatar la cuarentena, no salen a pescar y se están quedando si alimentos.

En las comunidades del Bajo Lempa la vida parece transcurrir sin mayores sobresaltos. En los lugares que están más inmediatos a la carretera El Litoral, como el cantón Mata de Piña, parece que no hay cuarentena pero conforme se avanza hacia los cantones Isla de Méndez, San Juan del Gozo y Corral de Mulas, el panorama va cambiando.

En esos lugares, la gente parece estar consciente de que no hay que salir de casa. Pero cada día, la necesidad de alimentarse va obligando a la gente a salir de sus casas para buscar qué comer, afirman.

En la calle principal de los cantones San Juan del Gozo y Corral de Mulas, los vecinos se han organizado para controlar entrada y salida de sus comunidades. Foto EDH / Yessica Hompanera

Después de varios días de permanecer en sus viviendas, Antonio, Álex, Adolfo y otro vecino decidieron salir al mar para tratar de llevar algo de comer a sus familias. Al filo del mediodía, regresaron. Lograron vender lo que pescaron en 20 dólares y los repartieron entre los cuatro. También llevaban un poco de pescado y moluscos para comer.

“Estamos fregados porque el mercado del pescado se ha ido abajo y si los pescadores no salen a pescar no tienen dinero para comprar”.

Felipe Martínez, presidente de la comunidad del caserío El Tular.

Ese mismo miércoles, Gerardo, otro pescador de El Tular, tuvo mala suerte, pues resultó herido al manipular una raya gavilán, un pez que para defenderse utiliza su arpón con el cual inyecta veneno.

Por su parte, las directivas comunales están haciendo lo suyo. En San Juan del Gozo y Corral de Mulas, lugareños con chalecos naranja y trapos como mascarillas, son quienes controlan quién entra y quién sale. No quieren que el virus llegue. Han colocado retenes en la calle principal.

El miércoles anterior se dispararon las alarmas en San Juan del Gozo y Corral de Mulas. Se enteraron de que Dora, una de sus vecinas, había llegado de Metapán pero evadió el retén vecinal instalado donde comienza San Juan del Gozo. El lugareño que la transportó en su carro tampoco dijo nada a la comunidad.

La reacción fue inmediata: informar al personal de la clínica comunal de Corral de Mulas para que tomara las medidas del caso.

Pero según la doctora Rina Saravia, tras hacerle un chequeo determinó que la mujer no tiene ningún síntoma de COVID-19 y que salió de Metapán cuando ya se había levantado el cerco sanitario a ese municipio, por tanto solo le ha ordenado que no salga de su vivienda, que respete la cuarentena. Raúl, el dueño del carro que la transportó, también está bajo esa medida.

Sin dinero y sin comida

Muchas personas del Bajo Lempa, de las comunidades más cercanas al mar, en estos días también se dedican a la recolección de semilla de marañón, que venden en promedio a $1.50 la libra. La cosecha de marañón está en pleno apogeo.

Sin embargo, esa actividad también de poco sirve frente a la crisis de alimentos. La gente de esos lugares anda recolectando semilla de marañón pero no pueden venderla, pues la cuarentena domiciliar impide que los compradores salgan de sus casas para llegar al Bajo Lempa a comprar.

Y otra vez repiten: si no pueden vender la semilla de marañón, no pueden obtener dinero para comprar alimentos aunque haya en las tiendas o los camiones verduleros no hayan dejado de llegar.

En Isla de Méndez, San Juan del Gozo y Corral de Mulas, con todos sus caseríos, los habitantes piden tanto al gobierno central como al municipal que no los abandonen. Se han enterado en redes sociales de que en otros municipios se está entregando canastas con alimentos básicos. ¿Y aquí cuándo?, se preguntan.

Rosario Maradiaga es una de las habitantes de El Tular. Vive junto al estero. Alrededor de su casa están las de sus hijos e hijas con sus propias familias. En los patios de esas casas se observa a muchos niños. Ellos son la preocupación de los adultos. A ellos no se les puede explicar porqué no van a desayunar, almorzar o cenar, porqué sus padres no pueden comprar comida porque no salieron a pescar.