El Estudio Mundial sobre el Homicidio de 2019, publicado el lunes por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), coloca a El Salvador a la cabeza de los “únicos” cuatro países del mundo que tienen tasas de asesinatos de más de 40 personas por cada 100.000 habitantes: El Salvador tiene 62 muertes violentas, Venezuela y Jamaica 57 respectivamente, mientras que Honduras registra 42.
El informe señala que la desigualdad, el desempleo, la corrupción, la inestabilidad política, los estereotipos de género, las pandillas y el crimen organizado son factores que influyen en que haya un despunte de hechos de sangre.
“Hay otros tipos de homicidios, como la violencia en la pareja o en la familia, pero el elemento del crimen organizado es mucho más alto que en ninguna otra región del mundo”, expresa Ángela Me, jefa del departamento de investigación de la ONUDD y una de las coordinadoras del estudio.
Respecto a las maras, el informe alerta de los altísimos índices de muertes violentas entre adolescentes y jóvenes en algunos países de Centroamérica, aunque también en otras naciones. La ONU se refiere al fenómeno de los “ninis”, los jóvenes que ni trabajan ni estudian.
El organismo internacional estima que el 21 % de los jóvenes latinoamericanos, de entre 15 y 24 años, caían en la categoría de “ninis” en el año 2015. La solución, dice la ONU, pasa por más educación, más trabajo comunitario y un desarrollo de las policías de barrio.
A nivel mundial, 464,000 personas fueron víctimas de homicidios en el año 2017, una cifra mayor a todos los muertos que hubo en las guerras en ese año, pero Latinoamérica fue la zona más peligrosa, con la desigualdad, el crimen organizado y el machismo entre las principales causas.
Desigualdad aumenta violencia
El organismo señala que si el crecimiento económico no se reparte equitativamente en la sociedad la violencia puede subir.
Una de las conclusiones del informe es que en el caso de Latinoamérica no se cumple necesariamente la idea de que el desarrollo socioeconómico va acompañado de una reducción de la violencia, como ocurre en Europa o Asia.
La ONUDD advierte de que “una justicia débil conduce a la impunidad y crea un ambiente en el que los criminales pueden operar más fácilmente”.
A juicio de Me, algunas alternativas para reducir los niveles de violencia en la región pasan por una combinación de medidas: desde mejorar la labor de las Policías, acercándolas a la comunidad, la inversión en educación y el fortalecimiento del sistema judicial.