El Salvador en la Exposición Universal de París de 1889

Hace 130 años, con motivo del primer centenario de la toma de La Bastilla, Francia organizó en París una Exposición Universal. El Salvador estuvo presente en ese enorme escaparate del progreso y exotismo mundiales.

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Derecha: Fotografía del palacete o pabellón salvadoreño que funcionó durante la Exposición Universal de París, entre mayo y noviembre de 1889. Imagen cortesía de la Biblioteca Nacional de Francia. / Foto Por Cortesía C. C. Dinarte / Biblioteca Nacional de París

Por Carlos Cañas Dinarte

2019-06-28 9:00:42

El 12 de diciembre de 1887, el gobierno salvadoreño encabezado por el general ahuachapaneco Francisco Menéndez nombró al médico migueleño Dr. David Joaquín Guzmán Martorell (1843-1927) comisario u organizador de la participación salvadoreña en la Exposición Universal de París, programada para desarrollarse del 6 de mayo al 6 de noviembre de 1889, con ocasión del primer centenario de la toma de La Bastilla, uno de los hechos detonadores de la revolución francesa.

La economía del país no era la más favorable entonces. La situación general era de cierta depresión económica, debido al alto endeudamiento contraído con empresas británicas para la construcción del ferrocarril entre Acajutla y Sonsonate. Además, otros extranjeros -como el médico romano Dr. Francesco Sagrini- reclamaban fuertes sumas de dinero al gobierno, que también arrastraba sus arcas agotadas por la corrupción generada durante el régimen presidencial del médico Dr. Rafael Zaldívar, derrocado en junio de 1885 por Menéndez.

Por si eso fuera poco, las amenazas de levantamientos militares en el interior del país eran motivo de constantes preocupaciones. El presidente Menéndez confiaba en algunos de sus generales, como los hermanos Carlos y Antonio Ezeta, pero no así en otros, como José María Rivas. Las intrigas eran recurrentes en los cuarteles, casi tanto como en los salones de la Casa Blanca o Palacio del Poder Ejecutivo, construido en 1868 en la manzana sur frente a la Iglesia del Rosario.

A juicio del mandatario y del Dr. Guzmán Martorell, la Exposición Universal se presentaba como una oportunidad de presentar al mundo muchos de los productos agrícolas e intelectuales del país en vías de modernización y donde se buscaba superar “la bacteria de la desidia” social que impedía el progreso educativo, industrial y económico. Aquel cónclave sería la tribuna perfecta para mostrar los resultados de los cultivos masivos de café y azúcar, así como los de añil, las nuevas industrias manufactureras, la crianza local de gusanos de seda (detectados por el propio Dr. Guzmán en la sierra de Apaneca, en 1883) y el fomento de diversas artesanías y artes liberales.

Para reunir los materiales necesarios para llevarlos a la Exposición Universal de París (con lo que implicaba la conservación de productos agrícolas durante muchos meses), el Dr. Guzmán y el doctor Jorge Aguilar invitaron a cientos de productores y artistas a que enviaran sus productos a San Salvador. Durante varios meses de 1888, cientos de cajas y sacos se apilaron en la sede central de la Comisión Especial de la Exposición de París, en el centro de San Salvador.

A las 9:00 horas del jueves 1 de noviembre de 1888, una canción patriótica del compositor Rafael Olmedo dio inicio al acto oficial de apertura de la Exposición Nacional de aquellos productos en los salones del primer Teatro Nacional capitalino. El acto, presidido por el propio presidente Francisco Menéndez y su gabinete, incluyó discursos oficiales del poeta apopense Vicente Acosta Ambrogi y del Dr. Guzmán Martorell, así como la lectura de una memoria de labores por el Dr. Aguilar y la ejecución del Himno Nacional por parte de la Banda Marcial dirigida por el alemán Heinrich Drews. El pintor y escultor Pascasio González Erazo tomó la palabra para agradecer en nombre de los artesanos y artistas del país.

Vista general de la Exposición Universal de París, con los enormes pabellones para las Máquinas y las Artes Liberales, la torre Eiffel y los distintos espacios feriales destinados a cada uno de los países y colonias invitadas. Grabado coloreado suministrado por la Biblioteca Nacional de Francia.

Aquella primera Exposición Nacional permaneció abierta de lunes a domingo hasta el viernes 30 de noviembre de 1888, en horarios de 8:00 a 11:30 a.m. y de 2:00 a 6:00 p.m. En un primer momento, se dispuso un horario nocturno de 7:00 a 9:00 p.m. los miércoles, jueves y domingo, pero el gobierno reculó y prohibió esas visitas de noche, debido a las posibilidades de incendios que afectaran o consumieran al coliseo, construido de madera y lámina troquelada.

Más de 20,000 personas desfilaron por aquellos salones para apreciar aquellas 1,223 muestras de materias primas y productos agrícolas, así como los 550 objetos artesanales y artísticos, todos generados por 203 expositores individuales procedentes de fincas, talleres, industrias y haciendas de los departamentos de Santa Ana, San Salvador, La Libertad, Sonsonate, Chalatenango, San Vicente, La Paz, Usulután y La Unión. Muchos otros expositores decidieron enviar a París sus productos por cuenta propia, lo cual causó más de algún disgusto a la delegación oficial en la Exposición Universal. Los discursos de estilo y la memoria de labores de la Comisión encontraron espacio editorial en varios números del Diario Oficial de noviembre de 1888.

En términos económicos, el gobierno invirtió en todos los preparativos de la Exposición de París un total de casi 47,000 pesos (moneda nacional antes del colón) sólo durante 1888, a lo que hubo que añadir otros 16,000 pesos entre enero y mayo de 1889. Esos fondos sirvieron para la construcción del palacete o pabellón de exhibición en el Campo de Marte parisino, así como para el transporte marítimo de los productos a exhibirse y los gastos generales de los dos comisionados (el Dr. Guzmán coronó sus estudios médicos en la Universidad de La Sorbona, en 1869), a los que se unieron en la capital francesa los señores Simón Lazard, Eugenio Péctor y José Antonio Quirós (el nuevo enviado extraordinario y ministro extraordinario de El Salvador ante el gobierno francés).

En el Campo de Marte, la Exposición Universal edificó una verdadera “ciudad efímera” de 840,000 m2, de los cuales 290,000 fueron destinados a construcciones edificadas y cubiertas para las diferentes áreas de exposición y las decenas de países y territorios coloniales convocados.

Al pie de la torre Eiffel, en medio de los jardines trazados y plantados por Lafourcade -jardinero mayor de París y de la Exposición-, “al lado del palacio de las Artes Liberales, en un fondo de verdura y flores, se destaca nuestro querido emblema tricolor [azul, blanco y rojo, la bandera salvadoreña vigente entre 1864 y 1912], que ondula como gratísima esperanza, y como coincidencia singular, entre las grandes efigies de Descartes, Balzac y Diderot, es decir, al lado de la filosofía, la literatura y la historia”. Así describió el Dr. Guzmán Martorell al palacete salvadoreño de dos niveles en su artículo publicado por el Diario Oficial el jueves 20 de junio de 1889.

Lectura recomendada

*TENORIO-TRILLO, Mauricio. Mexico at the World’s Fairs: Crafting a Modern Nation (Berkeley, University of California Press, 1996).

La entrada del recinto ostentaba el nombre Salvador, como era conocido el país entonces. Las ventrudas rejas de hierro presentaban palabras en lengua náhuat y la fachada exhibía el escudo nacional y otros detalles elaborados en staff, una novedosa mezcla de yeso y estopa procesada en moldes de secado rápido. A los visitantes se les entregaba una copia en castellano o francés de los Apuntamientos estadísticos de la República del Salvador, escritos por el Dr. Guzmán Martorell, editados e impresos entre octubre de 1888 y enero de 1889 en la Imprenta Nacional salvadoreña.

El sábado 29 de junio, Sadi Carnot, presidente de la III República Francesa (1887-1894), realizó la visita oficial al pabellón salvadoreño. Con ese motivo, el general Menéndez lo saludó por vía telegráfica desde San Salvador, a lo que el gobernante francés contestó por la misma vía. ¿Les habrá llamado la atención a aquel político y a su comitiva el retrato al óleo pintado por Gertrudis Vilanova, exhibido entre aquella masa de objetos y frutos de la tierra? Quizá no y menos habrán advertido que aquella fue la primera oportunidad en que una artista salvadoreña expuso una pintura de su creación en el extranjero.

El 7 de noviembre de 1889, el Diario Oficial salvadoreño publicó cuatro páginas con la lista de productos y productores nacionales galardonados con medallas (oro, plata y bronce) y diplomas por las autoridades de la Exposición Universal. El Salvador obtuvo el sexto lugar en galardones entre las repúblicas iberoamericanas.

Fuera de ciertas menciones en las memorias anuales del gobierno, la participación salvadoreña en la Exposición Universal de París pronto se disolvió entre otras noticias de más actualidad.

El préstamo internacional por 300,000 libras esterlinas para saldar la deuda del ferrocarril -negociado en Londres por el empresario Carlos Meléndez Ramírez, futuro gobernante nacional-, el Congreso Americano reunido en la capital estadounidense, las discusiones del Congreso Centroamericano en San Salvador, el incendio criminal del primer Palacio Nacional y la revuelta en Cojutepeque del general José María Rivas consumieron ríos de tinta y centraron la atención nacional. Todavía hoy no se ha realizado un trabajo detallado y cuestionador acerca de cómo se procesó, se exhibió y se descartó todo aquel material reunido para la participación salvadoreña en uno de los más grandes eventos mundiales. Ni siquiera el Museo Nacional de Antropología, que desde 1947 ostenta el nombre de su fundador, el Dr. Guzmán Martorell, tiene un espacio dedicado a la participación salvadoreña en la Exposición Universal de París y en otros grandes escenarios de los siglos XIX y XX.